Mate y café, harina y palmitos, yerba, mermelada, cacao, picadillo. Paté y caballa, arroz y arvejas, sardinas y atún, choclo y lentejas. Perdóneme usted, y que me perdonen los Truman Capote del periodismo, pero hay una única manera de encarar el perfil de Víctor Fera, el empresario de la alimentación que le da sabor a tu vida y está desde el comienzo del día. Y es con el himno de Marolio, cantado por la corista y compositora Andrea Baez y convertido en hit de masas con sus versiones  metaleras, remixadas y cumbianteras.

Don Fera nació en Morón y se crió en Laferrere, dejó el secundario a poco de haberlo comenzado por lo que cursó sus estudios en la universidad de la calle. Era muy jovencito cuando comenzó a ayudar al padre en su corralón y también lo era cuando a finales de los sesentas se metió de lleno a laburar en el almacén familiar. Para el año 72, el negocio se había vuelto mayorista. Para el 85, Víctor compró Marolio, una pequeña marca de aceite para diversificarla y convertirla con el paso de los años en un gigante alimenticio que es hoy. Variedad, calidad y precios populares.

Dueño de la cadena Maxiconsumo, fundada en 1993, y de Molto —aunque también de Santa Isabel, El Buda, Esencial, Patricia Allen, etc—, Víctor Fera es un hombre que se hizo de abajo y que, a diferencia de muchos con la misma suerte, no se olvida de sus raíces. Presidente de CADAM —la Cámara Argentina de Distribuidores y Autoservicios Mayoristas— y uno de los formadores de precios con más conciencia social, su bio de Twitter versa “Empresario argentino comprometido con este Gran País para que bajen los precios”. Por eso es discutido y hasta marginado por sus propios colegas, que lo miran con ojos de cállese la boca cada vez que lo escuchan narrar las tanganetas más comunes en la cadena de comercialización de alimentos y que, como venganza, no le abren las góndolas a sus productos porque “son muy baratos”. Alguna vez, Víctor dijo: “Hay más corrupción en la comida que en la obra pública”.

Rara avis la del empresario que sacrifica margen propio para que la sociedad morfe mejor y que, de paso cañazo, expone las alianzas monopólicas de las grandes cadenas de supermercados y la cartelización de las góndolas. Fera, que lleva varias décadas detrás del mostrador, advierte además la impotencia del Estado frente a la subida galopante del precio de los alimentos. “Que el gobierno diga que quiere bajar los precios no significa que la parte de abajo lo quiera hacer”, dijo en 2016 cuando Miguel Braun —sí, de los Braun de La Anónima— era Secretario de Comercio. Pasan los años, pasan los gobiernos, pero la bestia indómita de la inflación queda. Viva y más voraz que nunca.

Dicen que Don Fera vive en el Country Club San Diego ubicado en Moreno, que es parte de esa comunidad exclusiva de grandes figuras, que le gusta jugar al tenis y que tiene de vecino nada más y nada menos que a Alfredo Coto, su némesis en el empresariado local —conocido por sus ofertones de carne y un arsenal divinamente encanutado en su sede central en el barrio de Caballito. A un puñado de cuadras, en La Paternal, Víctor Fera tiene su oficina en el Maxiconsumo, donde atiende cafecito mediante. Con plantas en Lugano, General Rodríguez, Mendoza y Santa Fe, y el centro de distribución en Moreno, emplea más de 2800 personas en todo el país. No chistó cuando supo que debía pagar el Aporte Solidario, no como otros que...

Hoy es la segunda generación la que lleva adelante el día a día de la empresa familiar, dos hijos, dos sobrinos y Romina, una de sus hijas, que es arquitecta y se dedica a la construcción de los supermercados. Mientras tanto, Víctor hace patria para que la billetera de los argentinos rinda un poco más. Falta que los demás se pongan la camiseta.