“Partidarios hacia la política mundial de la multilateralidad como somos, no debe esperarse de nosotros alineamientos automáticos sino relaciones serias, maduras y racionales que respeten las dignidades que los países tienen”, esta frase corresponde al discurso de asunción de Néstor Kirchner del 25 de mayo de 2003.

La frase no la recuerda casi nadie, pues, quedó opacado por otras celebras que quedaron en el recuerdo pero demuestra la mirada estratégica del expresidente respecto del contexto internacional.

El mundo del 2003 estaba pariendo nuevos polos de poder que se alejaban de aquel unipolar hegemonizado por Estados Unidos luego de la caída de la Unión Soviética. China recién empezaba a asomar la cabeza, Rusia transitaba el primer mandato de Vladimir Putin y la región había salido de la terapia intensiva que significaron los gobiernos neoliberales y sus políticas de ajuste.

Ningún argentino puso en debate la inserción internacional del gobierno que había asumido con el 22 por ciento de los votos con una población golpeada por el desempleo y desbordada de pobreza. Las urgencias eran otras pero en la cabeza de Kirchner ocupó un rol fundamental.

El primer escollo que tuvo que abordar fue la negociación con el Fondo Monetario Internacional y el proceso de desendeudamiento. Por eso, los primeros destinos fueron la Casa Blanca en enero de 2004 y Europa en julio de ese mismo año para construir consensos en el marco de la negociación con el organismo financiero. Las urgencias formaron parte de esa primera gira pero también hubo espacio para Brasil, primer destino de Kirchner como mandatario en lo que significó el primer apretón de manos con un Lula que recién estaba arrancado su experiencia en Brasil.

En noviembre de 2004 llegó el tiempo de China. “Sin confrontaciones en lo bilateral, con coincidencias en nuestra agenda internacional, debemos incrementar aún más las relaciones”, dijo el entonces presidente en un discurso en donde se hizo hincapié en la importancia de potenciar la relación económica. La misión fue comercial pero al mismo tiempo, hubo una lectura geopolítica, ya que, China empezaba a consolidar su estatus de potencia emergente. Tal como lo había planteado en el discurso de asunción del 25 de mayo. Ese primer encuentro en el que Argentina y China rubricaron una alianza estratégica fue el primero paso de una relación mucha más profunda que elevó el estatus de Asociación Estratégica Integral en 2014.

La Cumbre de las Américas de 2005 fue el bautismo de su política exterior. El rechazo al Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) fue una jugada magistral que logró concretar en una alianza muy fina con Lula y Hugo Chávez. Así, en minoría, tres presidentes postergaron las pretenciones de Estados Unidos en la región y abrieron paso para una nueva etapa de fuerte vocación regionalista.

A partir de entonces, el Mercosur adquirió un rol estratégico a la hora de pensar la relación comercial en un escenario global multipolar y organizado por bloques y nació la Unión de Naciones Suramericanas como espacio de confluencia política de los países suramericanos. Unasur fue injustamente denostada por los gobiernos de centroderecha que sucedieron las experiencias progresistas, ya que, la experiencia del bloque fue positiva tanto en defensa de las democracias como en la mediación de los conflictos internos.

En ese rol, Kirchner fue clave porque contaba con el consenso de los líderes de todo el espectro ideológico. Por eso fue elegido como Secretario General de Unasur e intervenir en conflictos nodales de nuestra región como el del gobierno de Colombia con las FARC o conflictos diplomáticos que pudieron ser más graves entre Colombia y Venezuela y entre Ecuador y Colombia. Bien vendría un perfil de ese calibre para moderar una región fragmentada y con conflictos que parece que nadie quiere resolver.

Pero no es solo retórica, en términos generales, el volumen de las exportaciones creció casi un 100% desde el 2002 al año 2007, pasando de 25.650 millones de dólares, en esa fecha, a casi 50.000 en la última. La balanza comercial siguió siendo positiva, mientras se abrieron nuevos mercados asiáticos y africanos en una política que abandonó la lógica centro-periferia para incorporar el modo Sur-Sur.

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Pensar con autonomía, construir con solidaridad, pragmatismo y moderación forman parte de un legado incuestionable en términos regionales. Kirchner siempre desconfió de los alineamientos automáticos con las potencias centrales, se alejó de los extremos (se diferenció de Estados Unidos y al mismo se mantuvo alejado del ALBA a pesar de la presión de las corrientes de izquierda que apoyaban su gobierno) y defendió el multilateralismo como la estrategia de intervención internacional. A su vez, entendió que la región debía ser un bloque sólido a pesar de las diferencias y para eso había que construir recipientes de contención sin exclusiones.

Néstor Kirchner fue arquitecto de la integración y mediador de una región que logró una década estabilidad política. Dos cargos que siguen vacantes.