La crisis en Venezuela y el futuro de Guaidó, entre el colmo de lo estrafalario y la ruleta gringa
El último fin de semana se vivió en Venezuela con una especial tensión. Un concierto organizado en Cúcuta por el magnate Richard Branson para supuestamente recaudar fondos que serían destinados a costear ayuda humanitaria y la presencia de presidentes de la región, acompañados de los enviados de Trump que desde hace semanas han ido subiendo el tono de las amenazas contra el gobierno de Nicolás Maduro, estaban en el centro de la atención.
A metros de ese evento, pero del lado venezolano de la frontera, la dirigencia chavista había anunciado un concierto en respuesta al de Branson, que entre otras cosas se dedicaría a denunciar las intenciones de los gobiernos de Colombia y Estados Unidos de vulnerar la soberanía de Venezuela al apoyar a Juan Guaidó hasta las últimas consecuencias, con la finalidad de que entraran los camiones cargados con la ayuda humanitaria.
El viernes 22 en Venezuela no se hablaba de otra cosa. La expectativa por lo que podría llegar a suceder era muy alta. ¿Se atreverían las autoridades colombianas a cruzar la frontera con tal de respaldar a Guaidó y de cumplir con las órdenes de Estados Unidos? ¿Se quebraría la lealtad del alto mando militar que todavía sostiene a Nicolás Maduro? ¿El domingo 24 o el lunes 25 estaría Venezuela estrenando presidente? Son preguntas que deben sonar descabelladas en un país normal, pero que son el menú de cada día en cualquier rincón caraqueño.
Hoy es lunes 25 de febrero y podemos decir que en Caracas las cosas transcurren con normalidad, "más allá" de los muertos y heridos reportados en la frontera con Brasil y en la frontera con Colombia, más allá de algunas deserciones de miembros de la Policía Nacional Bolivariana, más allá del desembarco frustrado de un barco que partió de Puerto Rico cargado supuestamente con ayuda humanitaria y luego de que el senador estadounidense Marco Rubio publicara un tuit amenazando a la dirigencia chavista insinuando que podían correr con la misma suerte que Muammar Gaddafi.
A estas alturas uno se pregunta hasta dónde pensarán llevar esta locura Trump y compañía y hasta qué punto eso que llaman la Comunidad Internacional va a seguir acatando las órdenes de Estados Unidos.
Juan Guaidó es un producto del ala más radical de la oposición, que ha impulsado varias veces el uso de protestas violentas para provocar un cambio de gobierno. Lo han intentado una y otra vez, siempre con el mismo resultado: muertes de inocentes y más afianzamiento del chavismo en el poder. La diferencia es que esas protestas se mudaron de los municipios del este de Caracas a la frontera con Colombia.
Luego de los sucesos del fin de semana, Guaidó se fue a Bogotá y anunció reuniones con el Grupo de Lima (grupo de países que han apelado al cerco diplomático para provocar la caída de Nicolás Maduro) y luego un viaje a Washington. Estando fuera del país, y después del fracaso de la delirante y estrafalaria operación del fin de semana, pareciera que a Guaidó le quedan dos opciones a la mano: radicalizarse o ver cómo el exilio diluye el respaldo que había conseguido en Venezuela y en el exterior.
En caso de que opte por la primera alternativa, ¿cuál será la nueva locura a la que piensan arrastrar a un país de por sí azotado por una terrible crisis? Apoyado en la intención de Trump de matar tres pájaros de un solo tiro, o sea desestabilizar y derrocar los gobiernos de Venezuela, Cuba y Nicaragua, ¿será capaz Guaidó de pedir abiertamente una intervención militar norteamericana en su propio país? ¿Alguien le hará coro a semejante delirio o, en cambio, se alzarán voces en contra de semejante solicitud?
Tomando como ejemplo el caso colombiano, algunas voces han empezado a levantarse para denunciar las acciones de Duque en contra de Venezuela y todo pareciera indicar que poca gente en ese país quisiera llevar la confrontación a otro nivel.
En el caso de Brasil, más allá del antagonismo que existe entre ambos gobiernos, varios funcionarios del gobierno de Bolsonaro han dejado muy en claro que no hay ninguna intención de echarle más leña al fuego.
Pero la pelota pareciera estar, como de costumbre, en manos de Estados Unidos. La expectativa está apuntada en cuán alto está dispuesto a apostar Trump para lograr la salida del poder de Nicolás Maduro. Asesores y especialistas no descartan que el bueno de Donald quiera dejar bien marcada su impronta para complacer a la facción más recalcitrante del Partido Republicana y de la derecha mayamera.
De eso depende el futuro inmediato del conflicto. Guaidó, que es un muchacho con marcadas limitaciones, pareciera tener poco más que el apoyo de la Casa Blanca y del alcance de ese apoyo depende la suerte de un país y de una dirigencia y de un movimiento político que, en palabras de José Luis Rodríguez Zapatero, "tiene una actitud de resistencia muy superior a la que se imagina”.