Israel: cómo es la cuarentena estricta que acaba de dictar por tres semanas ante la segunda oleada de contagios
El país registra una de las tasas de infecciones diarias más altas del mundo por COVID-19, pero la tasa de letalidad es muy baja. El sector empresarial rechaza el confinamiento y amenaza con abrir los locales.
Israel acaparó la atención de la opinión pública internacional en el inicio de esta semana por dos cuestiones trascendentales. En un suceso histórico, el país firmó este martes un acuerdo de paz con los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, en la Casa Blanca, negociación que medió el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, lo que le valió una nominación al Premio Nóbel de la Paz. La rúbrica del convenio, esencial para bajar la tensión en el Medio Oriente, se produce apenas dos días después de que el gobierno israelí dictara el regreso a una cuarentena estricta durante tres semanas, para mitigar la propagación de la segunda oleada del nuevo coronavirus.
El estado israelí será el primero del mundo en reinstaurar un estricto aislamiento obligatorio, que comenzará este viernes. La medida que instrumentó el primer ministro, Benjamín Netanyahu, contó con el respaldo unánime de los funcionarios de Salud, pero no así de todo su gabinete: varios ministros consideraron inadecuadas las nuevas restricciones. Es que la imposición del confinamiento choca con las festividades de la comunidad judía: este fin de semana se celebrará Rosh Hashaná (año nuevo) y el cierre generalizado se extenderá hasta el próximo 9 de octubre, cuando finalice Sucot (la "fiesta de las cabañas").
¿Qué llevó al gobierno de Israel a decretar el regreso de la cuarentena? Este martes el país de Medio Oriente registró un nuevo récord de casos diarios, con 4.973 infectados. La tendencia viene en aumento cada día, y las autoridades habían advertido que evaluarían la clausura de actividades si el número de positivos superaba los 2.000. Actualmente, el país es uno de los que encabeza el lamentable ranking que digita a los que más contagios reportan por día, con más de 400 infectados por millón de habitantes en la última semana.
Desde el inicio de la pandemia, acumula 160.368 casos, sobre una población de 9 millones de habitantes. Como contracara, los funcionarios pueden mostrar un activo: posee una de las tasas de letalidad más bajas del planeta, con 1.141 decesos sobre el total de enfermos (menor al 1%).
Por otra parte, Israel realizó este martes 47.508 tests -promedia 30.000 por día-, una cantidad exorbitante que sin embargo no ha logrado frenar la circulación viral. Al trazar una comparación rápida, la Argentina, en la actualidad y con más de 40 millones de habitantes, realiza un promedio de 20.000 hisopados diarios. Desde la oposición le objetan al mandatario que la baja cantidad de muertes no se condice con una crisis como la que él describe para implementar esta batería de medidas extrema. En parte, esto ocurre porque Israel posee una población joven.
Sin embargo, Netanyahu consideró que la dispersión del virus en la comunidad requiere de disposiciones contundentes. Por eso, desde el viernes volverán a cerrar las escuelas por las próximas dos semanas y los ciudadanos no podrán salir a más de 500 metros de su domicilio, pese a que se mantendrá vigente la habilitación para realizar actividad física y las reuniones en espacios abiertos de hasta 20 personas y, en lugares cerrados, de hasta 10 personas, lo que configura un escenario controversial.
El gran cierre lo sufrirán los comercios no esenciales. Sólo estarán aprobados para operar los supermercados y las farmacias. Ante este escenario, los líderes del sector empresarial le enviaron una misiva al premier israelí en la que aseveraron que un nuevo cierre "causará una nueva ola de desempleo y provocará un ‘coronavirus económico’, cuyo efecto será mucho más destructivo que el coronavirus en sí mismo".
En este sentido, alertaron que las consecuencias del daño económico podrían permanecer durante una década. El economista argentino -y residente en Israel desde 1991- Esteban Klor, aseguró ante Infobae que la pandemia ya ha dejado 500.000 desocupados, un 15% de la población. Esa cifra podría elevarse a 700.000 desempleados con el nuevo período de aislamiento. Restaurantes, bares, gimnasios y propietarios de negocios amenazan con abrir igual pese al decreto gubernamental.
En una conferencia de prensa en Tel Aviv la semana pasada, cuando las autoridades adelantaban la clausura total, el presidente de la Federación Israelí de las PyMes lanzó una advertencia: "Otro cierre es una sentencia de muerte para las empresas. Estamos marchando hacia la anarquía. Tenemos niños de los que preocuparnos y bocas que alimentar. El miedo a no tener pan en la mesa es mayor y más real que el miedo a infectarse con el coronavirus". Netanyahu se comprometió a compensarlos para atenuar los efectos del nuevo confinamiento.
El descontento de la sociedad con el gobierno por lo que consideran un mal manejo de la pandemia se ha traducido en multitudinarias marchas, con más de 10.000 personas en Jerusalén y otras ciudades.
Desde hace tres meses miles de manifestantes se congregan en contra de las autoridades por la crisis económica, la pérdida de puestos de trabajo y la gran cantidad de casos. Incluso, piden la dimisión del primer ministro y férreo aliado de Trump.
El mayor fracaso se evidenció con la reapertura de las escuelas: una secundaria de la capital debió poner en cuarentena a más de 22.520 maestros y estudiantes, tras un rebrote de infecciones en 977 alumnos. Allí inició la segunda oleada, cuando empezó a haber contagios masivos entre los jóvenes, lo que derivó en un cierre en el mes de agosto. El 1° de septiembre volvieron a abrir, pero ante una nueva disparada de casos, volverán a bajar las persianas.