Detrás de un fanático suele esconderse un pelotudo, o una pelotuda, claro está. Los humanos mostramos nuestra peor cara cuando manifestamos nuestro fanatismo por cualquier causa. Somos "soldados”, la seguimos ciegamente y no nos importa cuántas cagadas se hagan en su nombre. El objetivo siempre lo amerita.

Esto sucede obviamente en todo el mundo, pero en Argentina solemos llevar todo a los extremos. Los vemos en la política, en los oficialismos y en las oposiciones y también lo observamos en otros ámbitos.

No me permito ser fanático en general. Hago todo tipo de boludeces, pero esa no me la permito. Igual, toda regla tiene su excepción. En mi caso se da con el deporte. Me pasa con el equipo de fútbol del cual soy hincha. Me sobrepasa la felicidad si gana; paso horas o días de pésimo humor si pierde. No confundamos fanatismo con delincuencia o negocio. Eso se lo dejamos a las infames barras bravas.

Debo reconocer que en los últimos tiempos me ha surgido un nuevo fanatismo, diría que sano también y vinculado una vez más con el deporte.

Veo con fascinación el fenómeno que está sucediendo con Manu Ginóbili y su posibilidad de participar en el Juego de las Estrellas. Manu me cae simpático desde que lo empecé a ver en la NBA. Me gusta el básquet, pero no soy un enfermo del tema. De todos modos, su historia deportiva es muy interesante y su talento descomunal.

En este sentido, lo que está sucediendo ahora con la campaña para que vaya al All Star Game me parece impactante. A los argentinos, todo, absolutamente todo nos divide. Incluso los ídolos deportivos. Maradona es amado y odiado, Messi tiene sus detractores. Tenemos una debilidad por las grietas.

Entonces, ver a tanta gente comprometida con una causa, por más liviana que sea, me resulta conmovedor. Y me moviliza mucho más que sea para acompañar a un tipo de 40 pirulos que la sigue rompiendo en el más alto nivel posible de su deporte y que ha tenido una conducta admirable, un profesionalismo altísimo que lo lleva a ser admirado, tanto por sus compañeros como por los rivales. Y ha demostrado que se puede ser ídolo sin ser extravagante, creído o inalcanzable.

Dirán ustedes que soy exagerado. Y es cierto, suelo serlo. Pero mientras me critican voy a seguir dando retuits como un loco para poder ver un poco de Grandpa Juice en el juego de las estrellas. Y voy a seguir conmovido viendo como, por una vez en la vida, algo nos une a casi todos, mientras son tantas las cosas que nos dividen a diario.