El compositor de canciones Juan Manuel Moretti acaba de publicar su primer libro, “Demasiadas pocas cosas”. Allí reúne casi toda su obra cancionera más algunos textos breves inéditos y poesías del mismo tenor. Todo ilustrado con dibujos de su autoría, legado de su paso por la facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Plata. Esa fue la excusa para charlar con el autor de una veintena de temas que ya forman parte del cancionero popular desde el repertorio de Estelares. En todo momento la conversación circunvaló la melodía y la letra, sus canciones, que hablan del amor pero también del deseo. Cómo esas canciones lo salvaron y, dicho de otra manera, cómo el arte lo ayudó a salir de un momento muy duro de su vida.

Aún metido en el barro, sus canciones tuvieron siempre un horizonte de esperanza o -como él dice- “una luz ahí pulsando”, adentro. Su obra aborda las dificultades del amor, pero no en oscuras. Como dice Juan José Becerra, su editor y amigo, en la contratapa del libro: “Jinete de la melancolía, a la que se presta a domar como una bestia mitológica”. Eso iremos descubriendo a medida que la conversación avanza, como también qué se siente ser más pariente de Leonardo Favio que de Pappo.

—Esta pregunta no te la hicieron nunca, es muy original, ¿qué sale primero, la letra o la melodía?

—Primero la melodía. Y le sumo la palabra a la melodía, así lo pienso. Lo que sí es cierto que después conforme a la melodía trato de colgarle palabras y frases que me emocionen. A veces lo consigo, a veces no. Casi no hay ninguna canción que tenga alguna frase o palabra que a mí no me guste. Hasta las que no logré, digamos, un centro medular, también me gustan; las defiendo. Pero lo que me viene a mí primero es la melodía, en líneas generales. Después por ahí está muy bueno porque han aparecido letras que van muy bien y que han acompañado a las melodías muy bien y que es muy grato. De alguna manera mi oficio es ser escritor de canción. Y hace un tiempo me descubrí como intérprete, como cantante. Al tomar clases de canto empecé a disfrutar más cantar. No había tomado clases nunca en mi vida. Disfrutaba cuando hacía los demos en casa, cuando tocaba y grababa dos temas, porque no tenía problemas de voz. Pero sí tenía pésima respiración. Hay un audio viejo, que por ahí aparece, que la gente dice “el de oveja”. Lo detestaba. Cuando te quedás sin aire hacés como un movimiento de forzar la garganta y suena tipo oveja, horrible.

—Yo veo un corte entre los primeros dos discos tuyos, incluso podría sumar Ardimos, del resto. Como si fueran dos tonos de Morettis distintos.

—Los dos primeros discos hay una narración de la carencia. De la dificultad, de estar desarticulado emocionalmente. Hay honestidad, amor, pero está desarticulado. No poder tomar al amor, estar perdido en la nebulosa del amor. Y eso está registrado en las canciones. Aparece todo el tiempo. En lugar de hundirme en la oscuridad estoy hundido en la dificultad de la construcción pero teniendo esperanzas de que la construcción la voy a conseguir. Ardimos, que es el primer disco con Juanchi, es un disco muy honesto también.

—¿Y por qué estabas, usando tus palabras, desarticulado emocionalmente?

—No hay mayor verdad que la búsqueda amorosa, que es estar perdido por mucho tiempo. Y esa búsqueda tiene un patrón de alegría, pero cuando estás perdido es horrible. Estás padeciendo. Y el mejor remedio es escribir versos y melodías. Mirá que hay canciones dramáticas en la historia de Estelares; sin embargo, no concibo ninguna de las canciones que he escrito como oscura, ninguna. Y yo he sido un bravo oscuro, he tenido problemas gravísimos. Hay dramatismo pero no hay oscuridad. Soy un melodrama italiano.

—El disco del concierto en el Gran Rex arranca con América, un tema muy viejo tuyo, pero con la particularidad que termina con un agradecimiento a alguien que te salvó, ¿quién es?

—América fue escrita cuando estaba atravesado por una época en la que me picaba. Y en América, si bien está pidiendo ayuda, hay una luz ahí pulsando. Y yo estaba enterrado. Año 1987. Es una canción luminosa para mí y para mucha gente. Estoy agradeciéndome a la parte más lúcida mía que me salva. “Gracias por salvarme, gracias por traerme de vuelta, te quiero”. Es un símbolo. Y cuando digo “ahora te tengo a vos” siempre apunto al público. Eran épocas muy especiales y mucha gente me dio, a su manera, una mano.

—Dijiste en la presentación del libro que Los lagartos mueren en familia, Un viaje a Irlanda y, creo que Playa Unión, son tres de las canciones que más te gustan de tu repertorio.

—Sí, y Estrella también me gusta mucho. Son canciones con armonías dramáticas. Creo que consigo establecer un clima de dramatismo. A veces es necesario una escena melodramática que es real, que necesito liberar poéticamente. ¿De qué manera saco la oscuridad? Encontrando palabras bellas. Frases bellas. En el libro hay letras de canciones de Licuados Corazones, mi primera banda, como En la esquina venden pan, y las melodías eran obsesivas. Y las letras eran obsesivas. Era un compendio de presión. Era sí más corrosivo. Pero lo que pasa es que tenía esa necesidad. Después descubro que puedo usar palabras que embellecen la melodía. Ésa combinación es muy linda cuando funciona bien. De hecho es un elemento que tiene Estelares que está bueno.

—¿Cuándo te das cuenta que las canciones que escribís empiezan a tener vida propia?

—A mí me gusta la canción popular, antes la desestimaba. Y ahora es uno de los tesoros más preciados. Vengo de escribir canciones para mí, sólamente para mí, porque necesitaba salvarme. Y si le gustaba a 50 personas estaba muy feliz. De pronto, me di cuenta, sin haberlo planeado, que podía escribir canciones para 100, para 200. La gente estaba contenta y yo también. De pronto, escribí canciones para 1.000, para 2.000. Y me di cuenta que podía escribir canciones mías, muy honestas y que además esas canciones toquen a más gente. A mí me gusta mucho. La ventaja de las canciones es que son de la gente.

—Canciones que ya son tan de la gente que hasta se cantan en la cancha, como Ella Dijo.

—Es una gloria que esa canción sea tan popular pero hay algo de la versión cumbia por la cual entra a las canchas. Por la versión de Miguel Ángel, que fue muy popular. No la cambió mucho pero sí la fraseaba un poquito diferente. La primera hinchada que nos envía la versión es la de Racing. Y yo escucho atrás el fraseo y ese fraseo es de cumbia. No es el melanco “y todo en un minuto”. El verso lo compuse pensando en Sandro. Tenía el estribillo porque venía escuchando mucho Sonnet de The Verve, que me gusta mucho. Pero el verso es inspirado en la canción melódica argentina.

—A propósito, dijiste hace poco que te sentís más cerca de Leonardo Favio que de Pappo. 

—Hay varias cosas que tienen que ver con eso. Soy bonaerense, me crié con la AM prendida; tengo más melódicos y tangueros que rocanrol pentatónico. Por una elección, porque lo siento más cerca. Ella dijo es un ejemplo. Y además porque la iconografía, los símbolos, la representación, el cine, las canciones populares de Leonardo Favio, las siento más cerca que el lenguaje pentatónico del rock pseudo británico. Y no más o menos, mucho. Lo digo de vuelta, mucho más cerca. Yo no tengo dudas, nunca las tuve. Buscá canciones de rocanrol y debo haber escrito Mar del Plata, una sola. Y no lo digo ahora: yo digo que Leonardo Favio me gusta más que Pappo desde que tengo 14 años.

—¿Sería tu mayor influencia?

—Si me preguntaran qué artista de tu país es más influyente yo respondo: Leonardo Favio, uno; segundo, Carlos Alberto García Moreno; tercero, Miguel Abuelo. Esa es mi santísima trinidad en la música. ¿De la palabra? Hay una canción que habla de los versos de Juan L. Ortiz, un poeta entrerriano que me parece que tiene esa cosa que invento yo después. El horizonte diáfano. La llanura. El horizonte sería, a lo sumo, un monte. Ser provinciano, ser entrerriano, ser bonaerense. Zelarayán, otro. También entrerriano. Y hay algo de mi paso por la facultad de Bellas Artes que también me conecta con todos estos tipos: la pintura argentina que más me toca es la paisajista del siglo XIX.

—Nunca lo pensé así pero te sentís más cerca de Cosquín que de Cosquín Rock.

—Las cosas emocionales que te tocaron más de cerca uno no las elige, es lo que te toca. Y cuando empezás a ser consciente, tratás de hacer una retraducción de esas cosas. El rock pentatónico nunca me representó, por ejemplo. Dicho con todo respeto. Yo me cansé de babearme y disfrutar escuchando Pappo's Blues pero nunca me puse a tocar una canción así, clarísimo. Es cierto que hay en mí una gratitud a los tangueros de que hayan tomado a los simbolistas franceses. Hay algo de la palabra que usaron los tangueros que a mí me sirvió un montón. Babel de Patti Smith, que es un libro iniciático, poético, tiene una frase de André Bretón que dice "la belleza será convulsiva o no será". Al joven que estaba prendido fuego le encantaba, ¿viste? Que es también Rimbaud, claro. Son los simbolistas franceses. Eso, más el tango, más el cine argentino; Mujica Láinez, con su prosa extraordinaria; más Puig, que me gustó siempre; Haroldo Conti, que es de Chacabuco...

—Leyendo el libro me di cuenta de algo que escuchando tus canciones no había reparado tan claramente: estás todo el tiempo cantándole al amor.

—Puede ser. Pero a la dificultad que significa, a la honestidad amorosa. Porque nunca hablo del amor cómodo. ¿Cómo hizo Cassavetes para filmar todas las películas acerca del amor? ¿Cómo hizo Favio para que todas sus películas hablen del amor? No hablás del amor común, que la gente cree. ¿Querés que te diga de qué estoy hablando en términos psicoanalíticos? Del deseo. Cuando empecé a mirar Cassavetes hablando de la dificultad amorosa no entraba en mí. Si me preguntás ¿qué es la representación amorosa? Dificultad, construcción. Es el encuentro más honesto con tus miserias. El amor es también hacerte responsable de tus miserias, por ejemplo. Hablo del amor porque vengo de una mierda descomunal. Hablo del amor porque vengo de una mierda inenarrable y te diría que inasible.

—¿Hay posibilidad de poesía en el marco de una canción o la poesía y los versos de una canción son dos universos distintos?

—La gran salina de Zelarayán es un poesía atravesada por un universo de imágenes. Y un ejercicio del lenguaje que me parece alucinante. Pero Dancing Queen de los Abba me parece lo más. Es la mejor banda de melodías, Abba, y no estamos hablando de letras ahí. Son canciones, no importa tanto la letra, importa el pulso de la melodía. Ese es el milagro de la melodía, tan desestimada. A veces es difícil decir que uno hace poesía, por eso soy medio bravo con esa idea. Lo que sí me he sorprendido con el libro es que varias de las canciones sortean la melodía, se pueden leer en papel.

—Si tuvieras que elegir una canción para que te represente, para que continúe en el éter cuando no estés, ¿cuál elegirías? 

—Las quiero a todas pero una composición por los simbólico, por lo que dice, por lo que representa es Campanas. Me gustaría que me recuerden por Campanas. No es una canción popular. Campanas toca todos los tópicos existenciales, dramáticos, y puestos en un término sensible. Melodía y letra, que es dificilísimo. Es mi única canción que tiene una frase que no se prendió de una melodía si no que estaba afuera y la incorporé: la esperanza es una invención moral.


Cuestionario Flotante: Juan Manuel Moretti

—¿Cuál es la ensalada ideal para acompañar un bife? 

—Rúcula y parmesano.

—¿Qué te olvidás de comprar cuando vas al supermercado?

—Papel higiénico.

—Si tuvieras que elegir un personaje de Los Simpsons para naufragar en una isla desierta, ¿cuál elegirías?

—Lisa.

—Músico o disco para recomendar. 

—Kanye West

—Emoji que más usás.

—Ninguno, no uso.

—¿Una torta o un tostado?

—Una torta.

—Algo para recomendar que hayas visto recientemente en Netflix.

—El documental sobre Quincy Jones, extraordinario. Es darle la mano a Dios.

—Tu puteada favorita.

—Cuando estoy muy enojado: "La reconcha de tu madre" a los jueces. No puteo mucho, sólo a los jueces que van en contra de mi Sarmiento de Junín querido.

—El mayor famoso con el que estuviste cerca.

—Andrés y Fito. Los quiero mucho.

—Un canción que te hubiera gustado componer.

—Ashes to Ashes de Bowie, porque tiene una melodía extraordinaria.


Foto portada: Fernando Dachdje.