Es escritora, librera, fue profe de lengua y literatura y trabajó como prensa de la editorial Penguin Random House, entonces Random. Toda su vida estuvo dedicada a leer y escribir. Salvo el período de 35 días que estuvo internada tras un siniestro vial cuando un conductor indolente casi le cuesta la verticalidad. Según cuenta, de no haber tenido una buena prepaga y una costosa y exigente rehabilitación hoy no estaría de pie atendiendo una de las librerías con más onda de la Argentina, Céspedes Libros.

“La chica del milagro”, su primera y emotiva novela “tiene los mecanismos de la ficción para contar una historia real”. En la tapa aparece ella misma leyendo a su vez otro libro: “Diario” de Katherine Mansfield. "Es también autobiográfico, uno de los libros que más me gustan. Tiene una larga historia de enfermedad y pobreza. No es casual la elección. Estuvo armada para la foto", revela entre mates y canciones de Natalia Lafourcade, Cecilia Fanti, rodeada de libros, en el barrio de Colegiales.

Cecilia Fanti: "Un librero es en gran medida un algoritmo humano”

—¿Siempre trabajaste en relación a la literatura?

—Nunca tuve un trabajo que no estuviera relacionado con los libros, jamás. Con los libros o la escritura. Me falta tener una imprenta o trabajar en una imprenta nada más. Mi primer trabajo fue como docente de lengua y literatura en escuela media. Era la profe de lengua, de secundaria. Di clase en todos los años, pero los que más me gustaban eran los últimos. Es la parte desde donde más podía trabajar literatura. Siempre empezaba desde lo más ambicioso y después lo iba adaptando en función de cómo respondía el curso. Algunos cursos fueron muy proactivos, muy curiosos. Por ejemplo, un tercer año que se empezaron a interesar por narrativa de guerra: la segunda guerra mundial es un tema que a los pibes los recontra apasiona. Y terminamos leyendo cosas de Primo Levi, de Agamben, todo muy mediado, muy debatido. Y en ese mismo contexto una piba me cayó con “Mein Kampf” al curso. De repente tenés que aprender a manejar cuando aparece este tipo de respuestas, que a veces son simplemente rebeldes o responden a los valores que manejan en determinado hogar. En quinto año, por ejemplo, no los hacía leer en orden cronológico: empezaban el año con “La Casa de los Conejos” de Laura Alcoba que habla del Proceso, del 24 de marzo; seguíamos con “Los Pichiciegos” de Fogwill, porque habla de Malvinas; después volvíamos al Facundo. Yo estudié literatura con Viñas, para mí literatura y política son indisociables.

—¿Te cruzaste ex alumnos en la calle?

—Tengo dos o tres ex alumnas que lamentablemente siguieron estudiando letras, ahí hubo algo que funcionó. Una vez me crucé en un recital a uno que me dijo "profe, ¿qué hace acá?". Algunas sigo en Instagram y ya son mujeres. Pasó el tiempo para todos. Tuve experiencias de todo tipo. Un alumno en un quinto año que tenía fobia escolar. Un concepto que para mí era completamente desconocido. Me explican que el chico había empezado a tener episodios de ansiedad. Y la escuela en conjunto con un tutor, el Ministerio y unos psicopedagogos decidieron que tuviera una escolarización a domicilio. Nuestra tarea era adaptarles las unidades que se veían en clase, estar abiertos a cualquier consulta y dos veces por trimestre evaluarlo. Y todos sus trabajos era de un nivel de chantada importante. En un momento toca ver Borges. Las preguntas eran muy lineales, porque se perdía todo lo que pasaba en la clase; una era: "¿Qué es un Aleph?". Estaba en sala de profesores y empiezo a leer su respuesta: "El Aleph es un idioma de programación binario...". Y yo digo, "¡qué raro!". Googlié "El Aleph" y lo primero que salió fue una entrada de Wikipedia donde efectivamente dice que es un lenguaje de programación. Y fue como el acabose, ¡ni siquiera estás googleando bien! Después de un tiempo dejé el trabajo para arrancar en Random.

—¿Qué hacías en Random?

—Primero trabajé en prensa con Florencia Ure, que fue mi primera jefa y la que me enseñó prácticamente todo lo que sé del mundo editorial. Dos años y medio en los que ocurrieron dos fusiones. Random compró primero Penguin y después Alfaguara. Después pasé a trabajar en el área digital en gran medida generando contenidos para redes sociales. Cuando arranqué como community manager todavía las redes sociales no eran plataformas de marketing, eran comunidades. Los presupuestos orientados al online eran irrisorios. La estrategia era pensar comunidad y generar contenido, y a mí me atraía porque trabajaba con los libros. Rápidamente todo lo offline, la vía pública y demás, viró al online. Mi trabajo en gran medida se terminó convirtiendo en un copiar y pegar. Y me empecé a aburrir.

—¿Después del accidente decidiste dejar Random?

—No. Yo el accidente lo tengo a los 40 días de entrar a trabajar en Random. Durante el tiempo que estuve internada no leía ni escribía, nada. Era muy incómodo leer, pensá que yo estaba acostada y por otro lado también el tiempo de atención era mucho chiquito. La concentración era mejorar un poquito día a día. Recién después del proceso pensé en que podía ser un libro. Y de hecho "La Chica del Milagro" termina saliendo cinco años después. Me dan de alta a los 35 días y me internan en la casa de mi mamá 4 meses más. El libro tiene los mecanismos de la ficción para contar una historia real.

—Leyendo el libro me quedó la idea de que si no tenías prepaga no estarías acá parada.

—Es un ejemplo del colapso del sistema de salud. Hasta que a mí me va a buscar la prepaga hicieron todo mal. Nunca me tendrían que haber sentado, una serie de cuestiones. El tema es que los hospitales públicos tienen herramientas obsoletas. Esa gente trabaja con máquinas que no sirven más. Naturalmente en la radiografía que me hicieron no salió nada. Salió velada. A mí me dijeron "ibuprofeno y vas a estar bien". Yo no me desmayé porque la adrenalina me mantuvo despierta todo el tiempo. Sentía mucho dolor y me decían "los golpes duelen". Los médicos no tienen las cosas que necesitan para trabajar correctamente en el sistema de salud pública. De eso se aprovecha el sistema de salud, los abogados, las aseguradoras.

—Hay toda una industria alrededor del juicio.

—Mi suegro de aquel entonces empezó la demanda y sigue: mi juicio no está cerrado. Una mediación antes de que empezara la demanda. La aseguradora viene y te ofrece una guita que está estipulada por una tablita que ellos tienen. A equis cantidad de puntos de incapacidad te ofrecen cierta cantidad de pesos. Hay un escribano y vos decís agarro o no agarro. Si no arreglás se inicia la demanda. Jamás le presté atención, desde el día uno. La llevan mis abogados, que tienen un poder. Me pone mal.

—¿Volviste a ver al tipo que te atropelló?

—Una sóla vez vi al tipo en una mediación a los poquitos meses, debe haber sido marzo de 2013. Fue muy pronto. Nunca le tuve bronca, al día de hoy tengo mucha curiosidad sobre su apatía. Lo que siempre me tuvo muy sorpresa fue su no registro. El tipo nunca se ocupó de averiguar cómo estaba, qué me había pasado. Mismo en el momento del accidente, el tipo estaba en shock porque salió una piba volando por su coche, podés decir, “está asustado”, “tuvo una crisis nerviosa, y lo primero que atinó es a escaparse”. Pensás que después se va a dar cuenta. Va a rastrear, llamar por teléfono, preguntar. Se va a ofrecer a ayudar en lo que sea. Nada. Y eso me sorprende porque me parece border psicópata, sin ningún tipo de empatía por otro ser humano.

—¿Te quedaron secuelas del accidente?

—No puedo hacer nada de impacto, no puedo correr. Sólo ejercicio aeróbico que no tenga impacto. En una librería es muy claro, por eso tengo ayuda. No puedo mover una caja. No puedo levantar peso. No puedo ir al súper y decir “además de Casancrem me voy a llevar jabón para la ropa, y además ya que estoy…”, bueno, no. No puedo subir el cajón de los sifones. Para tener una vida más normal tenés que hacer ejercicios de rehabilitación todos los días. Lo que lleva tiempo y dinero. Y si no hacés el mejor tratamiento, que algunas cosas te las cubre la prepaga y otras no, quedás mal. Una de las cosas que más me chocó fue una mediación ya judicial con el juez adelante, que me mira y me dice: "¿Y vos qué hacés acá?". Tipo: “¿Qué te pasa? ¿qué complicación tenés?”. Si vos entrás tullido, porque no tuviste una buena rehabilitación, es mejor. Él ve una chica de 30 años entrar relativamente bien vestida y sentarse sin ningún tipo de complicación, sin ver todo el proceso que supuso llegar a ese punto. Dejás de ser la víctima para empezar a justificar por qué vos estás ahí haciendo un reclamo. Todo está al revés. La verdad no tienen nada que ver con la Justicia, es otra narrativa.

—¿Cómo arrancás entonces a manejar Céspedes Libros?

—Aparece la oportunidad. Había un librería en este mismo lugar de una chica a quien no conocía, sólo había venido una vez a una lectura. Y me entero un poco de casualidad que cerraba. Se llamaba Céspedes, tenía menos de un año, una selección de libros más chiquita. Era más una librería de objetitos, más espaciados, no tenía la cosa del catálogo, de la librería. Conseguí el teléfono, la llamé y le dije: "¿Pensaste en venderla?", y me dijo: "No, estoy cerrando". "A mí me interesa, hablemos: pensá un número y vemos qué onda." Y fue así. La librería siempre era el sueño, la perspectiva era yo voy a tener mi librería y además en mi librería va a haber un obrador de panes y un vivero al fondo. Como que quería juntar todas las cosas que me gustan: el pan, los libros y las plantas. Y la idea de que esto estuviera relativamente armado, unas bibliotecas, un mostrador, me daba menos vértigo que empezar de cero.

—A pesar de que está en un barrio, Colegiales, alejado, en poco tiempo lograste instalar el nombre: poner la librería en el radar.

—Hay una llegada, una circulación, distinta, mucho más amplia, por las redes sociales. Ayer vino una señora de Flores a mirar, ni siquiera compró, porque había leído un largo hilo de tweets que hice sobre libros para niños con perspectiva de género. Le había interesado y quería ver los libros. Las redes son grandes facilitadores. ¡La señora se vino de Flores a Colegiales a mirar libros!

—A partir de tus recomendaciones en las redes y cómo te relacionaste con la gente que fue entrando en este rato me doy cuenta que sos una gran lectora, debés haber leído todos o la mayoría de los libros que tenés en venta. No estás vendiendo lechuga, estás vendiendo libros.

—Los grandes libreros son los que recomiendan libros. Tengo mis libreros favoritos. Uno es Fernando de Galerna en San Telmo. Esteban de Eterna Cadencia. Buenos Aires tiene grandes libreros. Pablo Pazos de Arcadia, Fernando Pérez Morales de No tan Puan. Una larga trayectoria de libreros que son gente del mundo del libro, que lee los libros y que recomienda. Librero no es el que te vende el libro es el que se toma su tiempo, te guía y te ayuda. El rol del librero es a veces fundamental para la formación de lectores. Un librero es en gran medida un algoritmo humano, si te gustó este te recomiendo este otro. Yo no sirvo para la venta, tengo que sumar dos más dos y agarro la calculadora. Sufro de discalculia, no soy buena con los números.

—Pero sabés la palabra discalculia porque sos buena con las letras.

—Te lo dicen desde el CEO de la editorial más grande hasta el librero más rascachinche como yo: ninguna apasionada por los números se pone una librería. Los números siempre cierran de pedo, raspando, el margen es muy chiquitito. Lo que te apasiona en realidad es hablar de libros. Me abrí la librería para tener una excusa para hablar de libros.


Cuestionario Flotante: Cecilia Fanti.

—¿Cuál es la ensalada ideal para acompañar un bife?

—Zanahoria y huevo.

—¿Qué te olvidás de comprar cuando vas al supermercado?

—Papel higiénico.

—Si tuvieras que elegir un personaje de Los Simpsons para naufragar en una isla desierta, ¿cuál elegirías?

—Maggie, porque no habla.

—Músico que suene mucho en Céspedes Libros.

—Natalia Lafourcade *suena de fondo Natalia Lafourcade*.

—Emoji que más usás.

Cecilia Fanti: "Un librero es en gran medida un algoritmo humano”
Cecilia Fanti: "Un librero es en gran medida un algoritmo humano”

—¿Una torta o un tostado?

—Una torta: lemon pie.

—Algo para recomendar que hayas visto recientemente en Netflix.

—American Vandal, un falso documental; los capítulos son comiquísimos.

—Tu puteada favorita.

—La concha de la lora.

—Libro que más vendiste desde que comandás Céspedes Libros.

—Hay una pelea entre “Los mejores días” de Magalí Etchebarne y “Teoría King Kong” de Virginie Despentes.

—El libro que más veces leíste en tu vida.

—“Franny y Zooey” de Salinger.