Como GIF enviado por WhatsApp, como blooper repetido del videomatch de medianoche noventosa, la fiebre de la corrida cambiaria y la sensación de desconfianza fueron quedando atrás para, a todas luces, inaugurarse estos días una nueva primavera de confianza ante el inminente acuerdo con el FMI. Sube el merval, el dólar mayorista se muestra a la baja y palabras autorizadas del mercado como Morgan Stanley le otorgan alta probabilidad a la Argentina de graduarse como economía emergente. Pero los GIF se repiten en loop; una y otra vez. Y si se desmenuza un poco esta renovada euforia, por delante hay luces naranjas que es mejor prever y cuidar. Al ritmo le falta sustancia.

Como hemos señalado en las últimas columnas para El Canciller, el control de la corrida se dio en base a una fuerte suba de la tasa de interés, la exhaustiva operación de instrumentos a disposición del BCRA en el mercado de futuros, la utilización de reservas para intentar calmar a la demanda y el inicio de conversaciones programáticas con el FMI tanto para lograr financiamiento como para contener la confianza de los mercados. El resultado fue de superación de la corrida, pero con un costo elevado en materia de retroceso en los objetivos desinflacionarios (las expectativas se corrigieron hacia una inflación esperada del 27% para 2018), freno de la recuperación de la actividad y los salarios reales para la segunda mitad del año y mayor velocidad en el ajuste. Como dijimos en la última entrega, winter is coming.

Ahora bien, ¿qué tenemos por delante en el corto plazo? ¿Se puede evitar repetirnos en loop? En primer lugar, debemos considerar que una tasa de referencia en orden del 40% como herramienta para desincentivar la dolarización de carteras es también una invitación a que las inversiones más cortoplacistas (o más especulativas) sigan jugando como en los últimos meses, sin que esto solucione nuestra ya expuesta fragilidad. El equilibrio entre la situación cambiaria, la política monetaria y la inflación es delicado. Respecto a lo cambiario, las amenazas externas siguen presentes. El 13 de junio la FED puede nuevamente ajustar al alza la tasa de interés de corto plazo en Estados Unidos, lo que volvería a poner presión sobre las monedas de países emergentes.

A su vez, una semana más tarde, tendrá lugar un nuevo vencimiento de LEBACs. En este marco, será fundamental para la autoridad monetaria aplicar el aprendizaje obtenido de las últimas semanas para evitar sobresaltos similares. A priori, el mercado está respondiendo con optimismo a los avances del acuerdo con el FMI. En medio de esta presunta pax cambiaria es importante observar el devenir de la inflación; no solo por su efecto en los ingresos reales, sino porque también juega un papel importante en la ecuación cambiaria. De no morigerarse el ritmo inflacionario, en pocos meses se aprecia el tipo de cambio real, volviendo a poner presión al peso y entrando en conflicto con los demás objetivos de la política económica. Una marca de ibuprofeno diría que si la inflación no se va, la devaluación vuelve.

Dadas estas circunstancias, es importante que la conducción económica vaya saliendo de los parches y se repiensen las bases del programa económico. La apuesta por financiamiento para financiar gasto y estímulo a las inversiones de corto plazo tiene manta corta, quedando en el horizonte aumento del déficit externo, incremento del peso de las obligaciones vinculadas a deuda y apreciación cambiaria cimentada en el ingreso de dichas inversiones de corto plazo e inflación que no desacelera. Limitar el diagnóstico de solución meramente al plano fiscal nos deja en la sala de espera de próximas corridas, cerrando el loop y dándole play a la repetición del GIF compartible en WhatsApp de nuestra economía.