En un país en el que la clase media llegó a representar el 70% de la población hace tres décadas, la actualidad de gran parte de ese sector se ve duramente perjudicada en un contexto de recesión económica, bajos salarios y todavía elevada inflación. Así, la autopercepción de muchos miembros de este estrato de la sociedad se fue complejizando, mientras las estadísticas van más rápido que la posibilidad de asimilarlas, tal como reveló una reciente investigación privada, en la que una integrante de esta otrora pujante sección social señaló: "El noticiero me dice que soy pobre, pero todavía no caigo".

Hoy en día, según un reporte de la consultora W, que orienta Guillermo Oliveto, el segmento suma entre sus dos parte apenas al 42% de los argentinos, ya que la clase media baja representa a un 25%, y la media alta sólo a un 17%. "Una peligrosa mutación genética podría estar produciéndose en la estructura social argentina", advirtió.

En este contexto, el relevamiento indicó que la caída de muchos en la estructura socioeconómica implicó un aumento de la clase baja (53% en total) y ensanchó la base con mínimos recursos de la pirámide social: esa primera sección llamada "baja superior" (no pobre) llegó al 16%, mientras que un 37% pertenece al grupo, pero sí se encuentra en situación de pobreza.

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Oliveto y su equipo de sociólogos y antropólogos hicieron un análisis de la nueva identidad de la clase media residual a través de diez "focus groups" que, además de las cuestiones económicas, abordaron la temática cultural y educativa, y repasaron hábitos y costumbres, junto con valores, ideales, hitos e íconos.

"La percepción generalizada que define la identidad de clase media es que ese sujeto gregario en la práctica está en acelerada contracción y transformación. Se reduce, se comprime, se acota. Para varios, directamente ya no existe", explicaron desde la consultora, y agregaron que eso sucede "especialmente si de lo que se está hablando es de aquellos registros de los años '80 y parte de los '90, cuando sus integrantes podían ahorrar, proyectar, comprar una casa, vacacionar de manera previsible, crecer, progresar sobre la base del esfuerzo, educar a sus hijos y dejarles un legado patrimonial y moral".

La degradación que perciben quienes fueron entrevistados se enmarca en el "empobrecimiento" como el "elemento explicativo que adquiere centralidad y gana densidad", manifestaron los expertos, que además puntualizaron que "con solo mirar los datos básicos de la economía era posible imaginar y prever este desenlace": "El PBI cayó 5% entre 2011 y el primer trimestre 2024. El consumo de productos básicos tuvo un derrotero todavía mucho peor. Entre 2011 y el primer semestre de este año, cayó 16% en volumen. Lo que equivale a un -29% per cápita".

Las satisfacciones instantáneas -propias de una era donde la vidriera tecnológica es infinita- "operaron como un efectivo ansiolítico para mitigar el malestar por la pérdida de horizonte que trajo la poscrisis" del 2001, señalaron desde la entidad que llevó a cabo la encuesta. Así, "el celular, la laptop, la ropa y el viaje" se convirtieron en la nueva zanahoria a perseguir por este grupo que debió ir diciéndole adiós al sueño de la casa propia. En tanto, la pandemia fue señalada como el segundo hito clave -ya que la economía cayó 11% en 2002 (poscrisis), pero 10% en 2020-, que también dejó secuelas traumáticas en la sociedad.

Finalmente, la percepción de empeoramiento se aceleró durante el último año, cuando entre el desmadre de la inflación -por encima del 200% anual- y la recesión actual se sienten como un bombardeo frente a la resistencia de los ciudadanos que luchan por llegar a fin de mes y tener algún resto.

Fue así como, durante las entrevistas que dieron lugar al informe, uno de los encuestados -técnicamente de clase media baja- sintetizó con la frialdad e incredulidad: "El noticiero me dice que soy pobre, pero todavía no caigo".

En tanto, los sectores medios altos también sienten el impacto y la alerta por la aceleración de la carencia y la inestabilidad. "Es como si en una inundación el agua fuera subiendo y estuviera llegando a los pisos más altos. Son los que se ven a sí mismos como más expuestos a la nueva instancia de pérdida, no solo de calidad de vida, sino también de ubicuidad en el entramado común", graficó Oliveto.

"Conocidos míos se quedaron sin trabajo y descendieron de clase social", "estamos en una cuerda floja, viendo qué somos, es algo muy dinámico", "más allá de las clases altas que no pasan necesidad económica, de ahí para abajo estamos todos en una licuadora", son algunas otras frases que rescató entre los participantes del sondeo, que además le dijeron: "'Al desaparecer la clase media, entramos en la clase trabajadora, que es la que sufre todo esto".

Mientras remarcan que todo lo que tienen es a través del trabajo y el esfuerzo, y que hoy el gran objetivo es "no perder", afirman: "Lamentablemente no somos más clase media, somos clase trabajadora llegando a fin de mes; somos sin plata, pero educados; como toda la vida fuimos de determinada clase social, intentamos mantener cierto estándar haciendo malabares".

"Están como en puntas de pie caminando sobre un hielo quebradizo", redondeó el analista sobre quienes todavía no entraron en lo más bajo y padecen el resquebrajamiento social desde el centro de la cada vez más desequilibrada balanza. "Llegamos a fin de mes, tenemos casa, comida, Netflix y prepaga. Nosotros seguimos siendo clase media", aseguran con pudor.