La inflación se devoró los estímulos post PASO. A 10 días de las elecciones, se conocieron los datos de inflación correspondientes a septiembre; el IPC mostró una suba de 5,9%, implicando una inflación anual del 53,5% entre septiembre 2018 y septiembre 2019. 

A 10 días de las elecciones generales, entonces, la situación económica de los hogares argentinos es más delicada que previo a las PASO.

Según proyecciones de la consultora Scentia, el consumo masivo retrocedió 9,4% en septiembre, acumulando una caída en el año 7,6% y proyectando que el año cierre con una contracción del 8%. Recordemos que los últimos datos de INDEC, para julio de este año, dan cuenta de que la caída de ventas en supermercados acumuladas en los primeros siete meses del año fue de 12,7%.

Esto cobra una perspectiva mas precisa si consideramos, como analiza Scentia para El Cronista, que el 87% del consumo masivo descansa en el tramo de la población que percibe ingresos hasta $37.000 (que es a su vez el 90% de la población que percibe ingresos). Si tomamos en cuenta que en Argentina una familia necesita $33.000 para no ser pobre, va de suyo el análisis de que el incremento de los precios en alimentos, vivienda y otros bienes y servicios básicos impactan directamente en el consumo, retroalimentando la caída en la actividad.

En el camino quedaron las balas de fogueo ensayadas por el Gobierno para contener la situación. La disminución del IVA en productos básicos (que de por si no garantiza baja de precios) queda más que tapada por una inflación del 56,7% en el segmento de alimentos en los últimos 12 meses. A esto se suman alzas muy fuertes en segmentos clave como salud (+71,8%) y vivienda (+51%). 

Los estímulos directos de ingreso quedaron licuados por este pico inflacionario. Ni el bono de $5.000 (que, según el convenio, puede cobrarse en cuotas a cuenta de otros conceptos o abrazos fraternos), ni la asignación especial para monotributistas de 2.000 pesos, ni el refuerzo temporal a la AUH fueron suficientes para hacer frente a los incrementos de precios, hijos del sinceramiento cambiario que catalizaron las PASO, tras meses de apreciación artificial.

Parte del problema es la falta de estrategia. Que hayan sido medidas reactivas a un estímulo y no parte de un programa que entienda la crisis. Argentina está en crisis desde abril de 2018. La contención era necesaria antes. Desde hace un año que es mandatoria una política de ingresos que proteja a los sectores vulnerables de la crisis. La no acción a tiempo explica bastante del incremento de 8 p.p. de pobreza, que como sabemos alcanzó el 35,4% en el primer semestre del año.

Los alivios como reacción a un nuevo episodio cambiario, el de agosto, que reconfiguró el nivel de inflación (difícilmente baje del 55% este año) y recrudeció la crisis que se arrastraba y aun buscaba su piso en julio no podían tener más que un vuelo corto. Soluciones a problemas de la semana pasada que fueron balas de fogueo para los problemas de hoy.

Sin un incremento del consumo no hay recuperación económica posible.

La atención de estas urgencias en el corto plazo será la tarea número uno de un próximo gobierno. Su conjugación con las señales de confianza a mercados, los primeros vencimientos de deuda y el lubricante financiero a una cadena de pagos con serios problemas a tasas altísimas requerirá de mucha precisión para administrar equilibrios delicados. Sin un incremento del consumo no hay recuperación económica posible. Las empresas necesitan mercado y ese mercado es el que no puede pretenderse proyectar a fuerza de balas de fogueo.