Los senegaleses se organizan para dejar de vender imitaciones
La industria de la moda tiende a ocultar su lado b: las condiciones de producción de sus prendas, el trabajo mal pago, la contaminación del medio ambiente que genera y el mercado de la copia. Si bien existen marcas modernas, como Gucci o Balenciaga, que han decidido revalorizar las imitaciones como un gesto de humor sobre una práctica que excede sus controles, en muchos puntos del universo los vendedores ambulantes o manteros son perseguidos por las policías locales y maltratados bajo el supuesto respeto de la propiedad intelectual, sin atender las problemáticas de inmigración y precarización laboral.
A modo de reacción ante esta modalidad, el autodenominado Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes de Barcelona -que agrupa a los vendedores ambulantes de la ciudad- lanzó su propia marca: Top Manta. Ante la falta de soluciones políticas a su problemática laboral, y cansados de ser reiteradamente detenidos por vender imitaciones, un grupo de manteros lanzó una campaña de financiación colectiva con el objetivo de crear una empresa social que les permitiera confeccionar sus propias prendas.
El lema de la campaña es "ropa legal hecha por gente ilegal”, y les ha permitido abrir su primera tienda en el barrio de Raval con la colaboración del gigante Ikea, empresa que se ofreció para realizar la decoración y apoyar la iniciativa del grupo senegalés.
El logotipo de Top Manta incluye tres elementos: una ola, un cayuco y una manta. La casi totalidad de los manteros llegan a España cruzando el Mediterráneo sobre un cayuco -canoa construida a través del vaciado de un tronco de árbol- y la manta es el símbolo identitario de su trabajo.
Los manteros se han propuesto generar una solución propia a un problema que los gobiernos de todo el mundo no atienden. Cargan con el estigma de la inmigración, la imposibilidad de pasar a la legalidad y obtener trabajos en blanco, y el mito de que se dedican a la venta ambulante porque no tienen formación. Muchos de los senegaleses que conforman el Sindicato que impulsó Top Manta son docentes, artesanos o han cultivado en sus países el oficio textil.
La propuesta creativa generada por el grupo demuestra que no les falta capacidad laboral y comunitaria. El año pasado organizaron su propio sindicato para organizarse laboralmente y defenderse de los embates policiales. Crearon la propuesta de "crowdfunding” con la que consiguieron los fondos necesarios para comenzar su proyecto y se ocuparon de hablar con las autoridades, obteniendo el apoyo de los políticos locales. En el mes de abril realizaron un desfile en donde presentaron una pequeña colección de remeras, creada en colaboración con el Centro Universitario del Diseño de Barcelona.
Los representantes del grupo aseguran que su objetivo es que la iniciativa no sea destinada únicamente a los manteros de Barcelona sino que se extienda a toda España. También es una buena idea para importar a la Argentina, un país que se caracteriza por desatender las problemáticas que sufren los inmigrantes de los denominados "países del tercer mundo”.
Dejar atrás la venta de productos falsificados y la persecución por cometer delitos contra la propiedad industrial pero también terminar con la venta de productos fabricados en países asiáticos, en condiciones laborales paupérrimas, y entrar a formar parte de la economía social y solidaria vendiendo productos elaborados por ellos. Una iniciativa que merece ser celebrada y, está vez sí, ampliamente imitada.