Alexandria Ocasio-Cortez: cuando las ideas socialistas y la moda pueden convivir
La congresista más joven de la historia parlamentaria norteamericana se ha convertido en un fenómeno de las redes sociales. Alexandria Ocasio-Cortez, una joven puertorriqueña de 29 años nacida en el Bronx, pronunció un discurso de apenas cinco minutos que puso en el centro de la discusión la financiación de campañas políticas a través de empresas privadas. Con más de dos millones de seguidores en Instagram y casi tres en Twitter, la joven representa un espíritu de renovación que toma fuerza, poniendo en evidencia un Congreso oxidado, dominado por hombres que la doblan en edad.
La primera vez que fue viral en redes fue en junio del año pasado cuando triunfó en las primarias del Partido Demócrata frente al veterano Joe Crowley. Ya en 2016 fue uno de los principales cerebros detrás de la campaña presidencial de Bernie Sanders. Pocos días atrás, brindó un discurso en donde presentó el proyecto de ley que impulsa su partido para reducir la influencia del dinero corporativo y el lobby, un mecanismo que en muchos países es sencillamente un acto de corrupción y que en Estados Unidos es legal. El video de su intervención es el más visto en la historia de Twitter con un político como protagonista.
Con los ojos del mundo encima, se habla en los pasillos de su impacto internacional. La última vez fue hace pocos días, cuando en el discurso del Estado de la Unión de Donald Trump acaparó todas las miradas de los presentes por su atuendo y su decisión “fashionista”. Los medios de comunicación se preguntan si viene a diluir el duelo de estilos entre Melania e Ivanka Trump, tomando por asalto el podio y redoblando la apuesta: ¿una joven latina, progresista, formada profesionalmente y con gran manejo de redes sociales, belleza y sentido del estilo? Algunas estanterías de “lo esperable” se movieron, sobretodo porque el Partido Demócrata atraviesa un proceso de reinvención y búsqueda de carisma y credibilidad, y la joven Ocasio-Cortez está construyendo esa variable también a partir del poder de la imagen.
En el acto público de Trump se presentó con un traje blanco, cumpliendo con la etiqueta de su partido que pretendía homenajear a las sufragistas, pero con un giro estilístico inesperado, usando un saco que finalizaba como una capa y dejaba los brazos descubiertos. Completó el atuendo con boca roja, rodete bajo y enormes aros dorados. Como si fuera poco, decidió compartir en stories de Instagram su rutina de cuidado facial, hablando cómodamente sobre los problemas de acné que la han aquejado y brindando consejos de hábitos diarios.
El año pasado tuvo que explicar públicamente la ropa que usó en una sesión de fotos para la revista Interview, en donde fue fotografiada con un traje verde petróleo, valuado en 3.500 dólares, de la diseñadora uruguaya Gabriela Hearst. En las redes sociales se cuestionó su compromiso político con la clase trabajadora por este gesto, a lo que Ocasio respondió con algunos tweets: “La extrema derecha parece no entender el concepto de una sesión de fotos para una revista. La ropa no es mía”, a lo que sumó “No estoy fingiendo que lucho por seguro médico universal. Lo hago” y “Acostumbrate a que tenga mi propio estilo porque soy buenísima en las tiendas de segunda mano”.
Sus orígenes humildes son conocidos, ha trabajado hasta no hace mucho como camarera para financiar sus estudios universitarios después de la muerte de su padre mientras su madre limpiaba casas. Un periodista del Washington Examiner tuiteó hace algunos meses una crítica a la forma de vestir de la joven congresista, poniendo en duda el nivel de representatividad de la clase trabajadora por su atracción con la industria de la moda. Como buena millenial, Alexandria respondió a las críticas en redes sociales: “Si fuera al Congreso vestida con un saco, se reirían de mí y tomarían fotos a mis espaldas. Si voy con la mejor ropa de mi armario, se ríen y toman una foto a mis espaldas”, lo que impulsó al periodista a borrar el comentario de su cuenta.
La catarata de prejuicios y comentarios racistas no son novedosos, lo han padecido muchas representantes políticas de la clase trabajadora a lo largo de la historia. La política social y el vanidoso universo de la moda generan contradicciones para los que gustan de refutar un hermoso vestido con el manual de lo esperable: que una joven popular del Bronx no puede vestirse de otra manera que no sea con ropa fea y barata, y que el acceso a las cosas bellas -y al usufructo del poder político de la imagen- sea sólo para los Trump del mundo.