Retorna la calma. Siempre que llovió paro, y a modo de esta metáfora, le llegó la calma al Gobierno. Tras dos semanas en las que la volatilidad del dólar disparó la venta de rivotril para algunos, y una sonrisa similar a la del Guason para otros, el mercado se estabilizó, aunque ya comienzan a reflejarse los daños. El incremento en el combustible es, sin dudas, el más vapuleado. Como la ficha de dominó, es la cabecera que precipita la suba de precios en alimentos, servicios y bienes importados; un factor sagaz que deriva en el humor social. Preocupación para unos, enojo para otros; y como siempre aquellos que, durante 12 años parecen haber vivido en el bunker de Calvin Webber, de Buscando a Eva.

Una década en la que "pasaron cosas". Sí, pasaron cosas. La caída del peso frente al dólar, que en tan solo 4 años -de 2011 a 2014- se devaluó 225%, y tras eso un cepo, como medida económica frente a la inoperancia del modelo económico para frenar el alza. Aún así hasta el día de hoy afirman que se fueron con un verde a $9. Claro, para ellos. Mientras, los que querían comprar para viajar o ahorrar, la burocracia de la AFIP se los negaba e incluso, quien se atrevía a opinar, los condenaban y escrachaban en plena cadena nacional, como hizo CFK con un abuelo que quería comprar dólares para regalarles a sus nietos, al que ella catalogó como "abuelito amarrete". Sí, abuelo amarrete, el mismo al que le negó el 82% móvil que vetó, pero ahora lidera la primera fila como defensora de sus derechos.

Pasó mucho, mucho más. Una inflación que negaron y dibujaron, como los datos de la indigencia y la pobreza, que, pese a la miseria y la medición privada, ellos sostuvieron y se fueron con un glorioso 5%, sin mencionar el 25% restante. Sin embargo, eso no es todo. Es cierto que hicieron mucho. Tuvieron logros que los van a hacer ocupar el lugar en la historia que tanto ansían. Sin discusión, el modelo K produjo un inminente incremento en los patrimonios de sus funcionarios e hizo posible lo imposible: al igual que su jefa, tanto el chofer como el jardinero también triunfaron y lograron el rango "exitoso". Pero si hay algo no podemos negar es su lucha, perseverancia e interés por llevar a nuestro país a lo más alto. A lo más alto en materia de corrupción. Fue un país dividido en dos y no lo digo por la famosa "grieta", sino por dos realidades. Mientras de un lado se asomaba el espejismo suizo, por el otro lo hacía una miseria similar a la de Haití. Una adaptación de Stranger Things, pero local. ¿Enfermedad, delirio o deseo? Denigrar a Sarmiento, culpar al imperio y atacar al opositor; y si quedaba tiempo anunciar una, nueva, ayuda social. ¿Brindar trabajo, valores, educación? ¡No! ¿Para qué? Así no se ganan elecciones.

Sin embargo, el kirchnerismo no solo se identificó por su discurso cargado de sarcasmo y cinismo, sino que abordó métodos de choque en los que fue pionero. El choque de clases. El odio perspicaz al que piensa distinto, a aquellos que no comparten su política, tildado de "gorilas". Pero si hay algo que sobresale de su legado es el fanatismo. En diciembre de 2015,  terminó la presencia de Cristina Kirchner en la Casa Rosada, pero su esencia no; y mucho menos en aquellos que, durante mucho tiempo, ocuparon las primeros asientos en los actos partidarios, con un papel bochornoso: aplaudir políticas que hoy reflejan los miles de millones de dólares que fueron destinados hacia ellos mismos. Es cierto, hubo "inclusión", pero la usaron también para beneficio propio. Hoy, el pobre sigue siendo pobre, pero quienes atravesaron la gestión anterior son millonarios.

Nadie se enriquece en la función pública, pero el poder, el morbo y la avaricia pudo más. Y, sin dudas, muchos líderes de opinión fueron serviles a ello; la sociedad los sigue, pero a la hora del premio, la misma es excluida y aquellos son los únicos beneficiados, ellos son los “famosos militantes”. Durante la  anterior gestión, muchos de ellos fueron beneficios. Eventos, ser la cara visible de un anuncio, presencias o defensa, fueron algunos de los fines por los que percibieron exorbitantes cifras de dinero; ese fue el precio que costó disfrazar un relato. Es curioso, porque fue un gobierno que promovía políticas hacia los más vulnerables, pero destinaba grandes fondos hacia líderes de opinión, que defendían una fábula, o deseo de una realidad que no había. Esto fue el despilfarro. Florencia Peña, Victoria Onetto, Gerardo Romano,  Nancy Dyplá, Pablo Echarri y Daddy Brieva, son algunos de los actores que ocuparon la lista como los grande beneficiados, al respaldar las políticas de un gobierno perverso, corrupto y  revestido en escrúpulos. Es el día de hoy, que destacan su compromiso por la “igualdad”, una simetría que dejó un país donde, aproximadamente, un tercio de la población está debajo de la línea de pobreza. El último sábado, el humorista, -aunque carece de toda gracia- Daddy Brieva, paso por PH Podemos Hablar, el programa de Andy Kusnetzoff, en Telefé. El capocómico adepto al kirchnerismo fue invitado junto a sus pares de Midachi, el “chino” Volpato y Miguel del Sel, quien fue candidato a gobernador en Santa Fé. Brieva, crítico a la gestión de Cambiemos, manifestó cuál es su pensamiento y expreso el deseo que tiene acerca del gobierno, y a quienes lo votaron lo votaron.

“Quiero que se queden hasta el final, y quiero que realmente la pasemos mal”, disparó el capocópico. Al parecer, su simpatía, cercanía y afán por Cristina Fernández, quien hoy es apuntada –por la justicia- como la líder de una asociación ilícita, no le permite ver más allá de su persona. Porque si al país le va mal, no solo va a repercutir en su condición y campo laboral, sino que quienes peor la van a pasar son aquellos más vulnerables. Es evidente y fácil el deseo de quien durante un tiempo, mientras se omitía la pobreza e indigencia, gozaba de los beneficios que le retribuía ser el miserable y fiel vocero del kirchnerismo. Para Brieva, lejos estaba la preocupación del mendigo o quien sufría por el hambre; la desidia por el consumo y la falta de empleo; la preocupación por la devaluación y la inflación. ¿Por qué? Porque desde su departamento de Puerto Madero o sus frecuentes viajes a Miami no le permitían ver a su alrededor más que su propia posición; cuando a menos de 10’ la villa 31 expone las carencias de una sociedad olvidada y excluida, que sin dudas para la gestión anterior no eran argentinos.

Hoy el chorro se cortó y, como él, quienes fueron los grandes favorecidos anhelan el peor de los escenarios. ¿Para qué? Para retomar la posición que tenían; vivir del Estado. No les importa el país, la sociedad ni lo que ocurre; hay más consideración política e ideológica que la preocupación de la Nación, pero después son aquellos que hablan de soberanía y derechos. Hasta mediados de 2015 el kirchnerismo no registraba a Macri, que era Jefe de Gobierno porteño; su enemigo, pese a que compartía el mismo espacio, era Daniel Scioli; y así se repetirá año tras año, hasta que consigan, otra vez, retomar el poder. No hay convicción ni oposición, sino rencor, odio y bronca de no ser gobierno. Y por eso perdieron, porque la sociedad dijo basta, porque la autoridad, el cinismo, corrupción y circo fueron factores que incluso hoy, pese a la situación económica, no los elegiría como alternativa.

Los líderes de opinión construyen parte de la visión que tiene la sociedad respecto a la realidad, por lo que deberían ser más cuidadosos y ser conscientes de sus palabras, cosa que el polémico militante K Diego Brancatelli omitió. Hace dos semanas, el panelista de intratables evito la ética profesional al brindar información sin chequeary agitar el corralito desde las redes sociales. Pero eso le valió caro. Un abogado lo denunció por "atentar contra las instituciones de la República, generar el caos, el desorden, intentar subvertir la paz social y a nuestra Constitución Nacional vigente.

Sin embargo, otros expresan y representan el enojo de otra faceta de la ciudadanía hacia quienes hacen política a partir de la desgracia ajena, celebran la devaluación del peso y usan a los más necesitados como escudos. Sin dudas, el periodista de Radio 10, Baby Etchecopar es la voz de muchos, que por no generar revuelo o polémica no hablan. Hace una semana, el conductor descargó su furia contra aquellos que hacen un caos del centro porteño y perjudican a quienes estudian o quieren llegar a su trabajo. Una práctica que pareció haberse vuelto habitual y frecuente. No hay respeto por el otro, y ni siquiera consciencia de clase o propia al exponer a los más chicos como protección frente al avance policial.

“Vos sos una porquería. Vividora. Gusano. Sáquenla del aire. Hijos de puta”, disparó el conductor contra una dirigente del Movimiento Evita que cortaba la avenida 9 de julio, tras conocer que percibe $30.000 y pedían aumento. Con consecuencia de eso, ayer, el periodista recibió un escrache público por un grupo de mujeres en la puerta de la radio. “A estos me los manda Magario y el de Merlo. Son planeras. Con los planes que cobran, le sacan la guita a sus hijos, las zapatillas a sus hijos”, arremetió, sin filtro. El verborragico Etchecopar no está loco, y expresa coherencia, pero para muchos les es difícil ver. Ya en 2012, más de 17 millones de personas percibían un plan social. Qué país puede solventarse, sin emisión o deuda, cuando casi la mitad de la población vive a costa de la otra mitad. Así, la Argentina es inviable. El trabajo no solo dignifica sino que, además, hace crecer la economía. Pero muchos se acostumbraron y prefieren percibir un ingreso por parte del Estado y protestar si no le aumentan, que levantarse temprano y contribuir, no solo a la economía familiar, sino también a hacer patria. Así, la patría si está en peligro. 

La grieta es clara. No es funcional a nadie, aunque muchos la usan como política de guerra y como caballo de batalla. No son conscientes de que si el avión se estrella, nos hacemos mierda todos. Solo prevalece el odio y el goce, la satisfacción de ver como quien gobierna, y enfrenta inesperadas condiciones que dificultan la gestión, le va mal. Todo con un nítido objetivo: hacer que un gobierno que fue elegido por el sufragio popular no cumpla su mandato.