Al presentar sus planes de reforma -a los que denominó "consensos básicos"-, Mauricio Macri destacó el nodo central de su doctrina: todos tienen que ceder un poco. No deja de llamar la atención aquella idea de "consensos cuando la reforma previsional fue sacada a las patadas, con un debate express que no aceptó ninguna modificación, con el Congreso militarizado, con protestas masivas y represión en las calles y, por último, muchos senadores y diputados que votaron coaccionados por los aprietes a sus gobernadores.

Llama todavía más la atención que todos tengan que ceder cuando esta ley perjudica especialmentea los más vulnerables: jubilados, niños beneficiarios de la AUH, veteranos de Malvinas e inclusive personas con discapacidad; mientras que los sojeros y las mineras se ven exentos de pagar impuestos.

Vamos a ser claros: Macri busca quitarle 100 mil millones de pesos a los jubilados para destinar ese dinero a otras áreas, como el pago de los vencimientos de la deuda que crece todos los días. La búsqueda es equilibrar las cuentas fiscales porque de lo contrario, "el país puede estallar" (Macri dixit). Que la gente se quede tranquila. Esta obsesión por los números llevó al gobierno a no medir los costos del brutal ajuste, comenzando por las grandes manifestaciones que se produjeron en rechazo a la aprobación de la reforma. ¡Hasta hubo cacerolazos masivos en Caballito, Belgrano, Palermo y Recoleta!

La represión que se produjo el día jueves, en el primer intento de votación, y la de lunes, merece un párrafo aparte. Mejor dicho, una nota entera. Las fuerzas de seguridad comandadas por la ministra Patricia Bullrich reprimieron a manifestantes, periodistas, diputados y jubilados. Desde el gobierno y la prensa oficialista se pone el foco en los famosos "encapuchados", todo un clásico. Unos 100 tipos que suelen caer a las manifestaciones se ponen en la línea del frente, tiran piedras, nadie los detiene y siempre tienen la suerte de irse justo antes de que empiecen las detenciones. Unos afortunados. Por otra parte, el Ejecutivo empezó a agitar el fantasma del golpismo. De esta forma en nuestro país ya no solo combatimos a los terroristas imaginarios de la RAM sino también a un golpe de Estado ficticio. Si algo tiene el oficialismo es imaginación, digamos todo.

Pese a todos los argumentos en contra de la reforma, todas las cacerolas golpeadas, las marchas y concentraciones en el país, los heridos por manifestarse en contra del ajuste a los más humildes, el Presidente Mauricio Macri fue a fondo por el pánico de afrontar los costos que suponían dar marcha atrás con el proyecto: la pérdida de legitimidad ante la sociedad. Sin embargo, acelerar a fondo puede tener costos más grandes que los beneficios que pretende ganar.

En este sentido, un ahorro fiscal puede significar un alivio en las cuentas del gobierno, pero también deberá afrontar un gran descontento social producto del recorte que sufrirán nada más y nada menos que 17 millones de personas. Se dio el primer cacerolazo masivo en contra del oficialismo, en su bastión electoral. Grupos heterogéneos se reunieron en diversas esquinas de la ciudad para rechazar el recorte a los jubilados. Macri obtuvo una victoria en los números, pero en el mediano plazo será una derrota política.