Mauricio Macri vivió una de las peores semanas al frente del Gobierno: dólar en alza, pérdida de reservas, el descontento por el tarifazo y el rearmado opositor. Claro que esto no evitó que nuestro simpático holgazán se tome vacaciones por quinta vez en el año.

Todo lo que podía salir mal para el oficialismo, salió mal. En menos de dos meses el Banco Central quemó u$s 6.700 millones de reservas, lo que no evitó la suba del dólar que toco su máximo histórico por encima de los $21 pesos. Como dijo el ex ministro Prat Gay: “Si tenemos un dólar a $16 hicimos las cosas mal”. Bueno.

Quien apareció en escena es el padre de la criatura, Domingo que la gente no se quede tranquila Cavallo, y advirtió que “no hay razones para la alarma” por la suba del dólar. Como sabemos si el ex superministro de economía menemista te dice que no llueve hay que salir con paraguas.

La suba de la moneda estadounidense conllevará a la suba de precios, por ende, más inflación, sepultando así la meta inflacionaria del 15% que estableció el gobierno en diciembre y que ya pasó de terapia intensiva a un velorio a cajón cerrado. Sin embargo, el siempre optimista Jefe de Gabinete afirmó: “Estamos muy bien. Fue una semana con señales muy positivas”. No lo sé, Marcos. 

Para meterle más condimento a la situación, la oposición en el Congreso busca ponerle un freno al tarifazo. Iniciativa que el presidente coraje ya adelantó que va a vetar en caso de ser aprobada. El ajuste no es negociable dicen puertas adentro.

No obstante, las malas nuevas no impidieron que Macri se tome su quinto descanso en el año. La familia presidencial se alojó en el complejo de Chapadmalal, pero quizás allí el presidente recibió la peor noticia de la semana: no pudo jugar en su cancha favorita en el Mar del Plata Golf Club debido a los fuertes vientos. Una tragedia, sin dudas.

Así las cosas, en el Gobierno venían pisteando como unos campeones, con una agenda transversal contralada con temas como mano dura, gatillo fácil, xenofobia a extranjeros y el debate por la despenalización del aborto. A su vez, el frente opositor no mostraba signos de unidad. Pero de un día para el otro todo cambió. El oficialismo perdió el control de la agenda y la oposición trata, todavía débilmente, rearmarse. Ahora más que nunca resuena en Casa Rosada la advertencia del reconocido racinguista y ex presidente del Banco Nación: “Ojo, porque se puede ir todo a la mierda”.