Asistimos, una vez más, este 9 de Julio a la tragedia de escuchar a un obispo católico solicitándole al Gobierno medidas y rumbos coherentes con la ideología de la Iglesia católica. En los años '90 había una estadística sobre las religiones en cada país que se estudiaba en Geografía.

Recuerdo que me había sorprendido el dato que asentaba que Argentina tenia un 83% de cristianos del genero "católico”, pero con un porcentaje de "católico practicante” del 13%. Un número que hoy en día es probablemente menor al porcentaje de "protestantes practicantes” (casi todos lo son), quienes cabalgan una fabulosa expansión de sus iglesias en los últimos 30 años.

¿Qué legitimidad tiene una iglesia cristiana del tipo católica para exigir reformas políticas y sociales a un gobierno del que no forma parte?

La pregunta obvia es la legitimidad. ¿Qué legitimidad tiene una Iglesia cristiana del tipo católica para exigir reformas políticas y sociales a un gobierno del que no forma parte? Por otro lado, ¿por qué una Iglesia opina de cuestiones políticas si su área es estudiar el origen no-científico de la vida en la Tierra?

Durante los últimos años, el cristianismo católico derivó en un partido político de alcance "mundial” en lugar de una religión. Si vamos a lo estrictamente correcto, una religión se ocupa de estudiar nuestros orígenes y difundir su conclusión.

Al mundo lo creó "X" y entonces nosotros los terrenales le debemos una suerte de agradecimiento eterno por crearnos. Luego, la deidad creadora evaluará nuestro nivel de admiración hacia ella para otorgarnos castigos o algún tipo de ventaja una vez muertos.

Pero la religión no puede opinar sobre cómo nos organizamos para vivir los hombres en la Tierra. Podemos utilizar cierta moral religiosa para algunas situaciones de la vida porque la refrescan un poco siendo algunas de esas áreas muy sanas, como el concepto tradicional de familia que es más o menos igual en toda religión, pero ¿la política? No, no cuela.

El dedito levantado del obispo ensanchó las grietas internas, tanto las gubernamentales como las del peronismo. Pero fuera del tema específico del aborto, el dedito es parte de una oleada de presión que no cede desde que Jorge Bergoglio es Papa. Una incesante y meticulosa avanzada que abarca todo el campo político con el único y principal objetivo de hacer caer a este Gobierno.

Bergoglio pasó de ser un crítico del populismo a abrazarlo de una forma tan cariñosa y militante, que deja estupefactos a propios y ajenos.

Bergoglio pasó de ser un crítico del populismo, cuando era jerarca católico argentino, a abrazarlo de una forma tan cariñosa y militante cuando asumió como jerarca romano que deja estupefactos a propios y ajenos. Diría que "Francisco" está senil, pero es subestimarlo.

El hecho que en pocos años haya formado estructuras de choque al límite de la guerrilla, como el CTEP de Grabois, no puede ser obra de un senil o de un viejo boludo, para hablar en gaucho. El Vaticano solo tiene un objetivo: Argentina.

Así como Juan Pablo II liberó del comunismo a su Polonia, Bergoglio quiere devolver el comunismo a su Argentina. Dársela con moño. Que sus comunistas tomen las riendas (y las arcas) y castiguen sin piedad. Él apoyará inmediatamente con su presencia fisica, la que hoy niega a propósito.

Podemos llamar entonces a la Iglesia católica como la primera religión de la historia que cambió su objeto social por el de un partido político. Dije partido político mundial, pero de facto su interés en solo argentino.

Cuando pensamos cómo puede ser que los argentinos destruimos una potencia mundial tenemos que agregar que destruimos también una religión. Y en ambas destrucciones hay un punto en común: la mentada y gran venta de humo llamada "Justicia Social”, que, básicamente, es afanar guita del Estado hasta vaciarlo.