El Papa que no
Rozagante, nuestro Papa de industria nacional se junta con Juan Grabois en Chile, quien en cada entrevista que da solicita más fondos a cambio de evitarle al gobierno un viaje de ida en helicóptero. Se siente saludable, Grabois, sentado sobre una propina de 30 mil millones de pesos anuales garantizados por este gobierno en diciembre de 2016.
Junto a él, el Papa se juntó con Mario Cafiero, el hijo marxista del jerarca nacional justicialista Antonio Cafiero, y con el camporista Valdez, el ultimo embajador en el vaticano de Cristina Kirchner. Todos ellos, con constancia y fe iluminada por un status de gracia católica, piden que caiga el gobierno de Mauricio Macri. Ni siquiera lo ocultan con un discurso de doble sentido.
El Papa nuestro, el Made in Argentina, desopilantemente arremete por la jugada del caos social para que agarren los suyos. Consistentemente pide "paz social" para Venezuela y saluda con asco al recientemente presidente electo chileno, mostrando fuera de su ideología política una mala educación, un resentimiento y una desgraciada falta de amor por lo que eligen “los pueblos de latinoamerica”. Una situación que realmente embarca a cualquier ser alfabetizado en un viaje de desconcierto total. Y quizás lástima, de ser practicante de la religión católica.
El Papa se va a morir algún día y, salvo que hoy en día esté escribiendo un diario personal explicando esta desgraciada gestión como monarca, nunca vamos a saber a qué se debe ese odio radicalizado hacia los seres humanos que deciden no apoyar con votos la devastación y desfalco de recursos populista. Y creo que la búsqueda de una explicación a esto debe ser mutua para el bando populista, sorprendidos también por esta forzada e inesperada simpatía hacia sus pecados.