El mito del turismo hospitalario
La discusión semanal es la vieja historia sobre si los extranjeros pueden atenderse en los hospitales de Argentina o no. La palabra "extranjeros” fue levemente modificada por "bolivianos”. No leí quejas en medios y redes sociales sobre uruguayos sacando turnos en nuestros hospitales, ni sobre escandinavos atendiéndose esguinces. Sólo sobre los bolivianos.
Los "bolivianos” que tienen dinero vienen a operarse a Miami, los de clase media lo hacen con su médico de confianza de Cochabamba y a los de clase baja les sale más caro el viaje al tremendo Hospital Posadas que atenderse la gripe en el centro médico de su barrio. Suena a discusión forzada.
Argentina como un centro caótico de atracción de extranjeros a hacer "turismo hospitalario” es risible.
Argentina como un centro caótico de atracción de extranjeros a hacer "turismo hospitalario” es risible. Tenemos excelentes, buenos y pésimos médicos como en cualquier país, no seríamos "los mejores del mundo” tampoco en este aspecto, lamentablemente.
Podemos ajustar unas clavijas si quieren en detalles, como por ejemplo sobre que son recursos escasos, limitar las listas de espera de órganos para ciudadanos argentinos y residentes permanentes. También se podría solicitar que presenten algún seguro médico nacional o extranjero cuando se solicita un turno para una operación en un hospital público (los privados ya lo hacen, por supuesto). Pero el tema es pantalla, a nadie le interesa realmente ahondar en estas cosas.
Hay un imaginario urbano que dicta que cuando al campesino cocalero boliviano de los suburbios de La Paz le empieza a doler un riñón no va al médico de su lugar a pocas cuadras. Al contrario, el boliviano agarra toda la plata que tiene, compra un pasaje de varios miles de kilómetros hasta el conurbano bonaerense, reserva un hotel por varios días (o hasta semanas), resigna ganar plata en su trabajo, deja a la familia y se larga como un kamikaze a apostar a todo o nada para que un médico argentino lo revise, le dé turno y lo opere con nuestros impuestos.
Cuento de hadas, salida de closet racial, pegarle a la piñata para que caigan cartoncitos de LSD, videos de gatitos de Telefé. Todo humo, caballeros. La realidad que no están viendo es que el Gobierno salvó al compañero Rafecas.