Licencia para pensar
Cuando pensamos que no se puede estar peor, que River ya llegó a lo más bajo que se puede caer, aparece Chacarita para dejar más en evidencia que el momento que pasa el equipo de Gallardo es una combinación de negligencias en los mercados de pases, bajones futbolísticos y mentalidades que no están programadas para atravesar malos momentos.
“No esperábamos estar en esta situación”, comentó Gallardo días atrás, luego de empatar milagrosamente en Brasil contra Flamengo. Que no era lo aspirado está claro, casi tanto que no está encontrando las soluciones a un problema que él mismo generó.
Lejos quedó el buen juego de su primer año (hasta la consagración en la Libertadores, algo absolutamente utópico de repetir con este presente). El toque corto, el fútbol combinado y la presión alta que deslumbró a todos fueron dándole lugar a la vertiginosidad, los pelotazos largos y los retrocesos desordenados.
River juega rápido. Pero en las piernas, no en la cabeza. Así se entiende que sean titulares en un mismo equipo Saracchi, Mayada, Nacho Fernández y De la Cruz (todos caracterizados por su velocidad y despliegue físico) y quede en el banco, por ejemplo, Juan Fernando Quintero, el único futbolista del plantel especialista en meter pases filtrados.
El Muñeco decidió esto precisamente en un partido donde se sabía que el rival, Chacarita, iba a replegarse y achicar espacios. Raro e inentendible. Casi tanto como los cambios: ¿quién comprende sacar al mejor del equipo (Pratto) y al siempre peligroso Scocco para colocar a Auzqui (pasó de prescindible a variante) y a Borré? El problema en el partido no era (solamente) la definición sino, sobre todo, la generación, y el entrenador decidió mandar al banco a dos pesos pesados del área para colocar a un todavía peso pluma como el colombiano y un volante devenido en extremo que prácticamente no genera peligro en el arco rival.
Los jugadores piden a gritos un lavado de cerebro: sacarse la cruz que todavía representa en el seno del plantel la serie perdida contra Lanús, replantearse la senda futbolística que se quiere tomar y comenzar a elegir entre corredores o pensadores.
Y el responsable de dar ese paso es el mismísimo Gallardo, quien ha probado a cuanto jugador se le cruzó hasta en posiciones insólitas (como pretender que Mayada juegue por dentro cuando su principal virtud es la de correr y no la de pensar) y quien no logra encontrar en el campo las respuestas que sí halló en el pasado.
El tiempo se agota y el mensaje de la gente fue claro: la Supercopa con Boca se acerca y el aroma a Superclásico ya llegó hasta Nuñez. Es hora de que tanto entrenador como plantel se unan en el único objetivo que queda en el semestre o sino el 14 podría ser el final de un ciclo que parece cumplido.