La definición de la Copa Libertadores deberá esperar un día más. Luego del ataque de los hinchas de River Plate al micro que transportaba al plantel de Boca Juniors, en las adyacencias del Monumental, los presidentes de ambos clubes acordaron reprogramar el desquite de la Superfinal para mañana a las 17:00.

Si bien la Conmebol había postergado el partido en dos oportunidades, en una reunión que mantuvieron Rodolfo D'Onofrio y Daniel Angelici junto al mandamás de la Conmebol, Alejandro Domínguez, se cocinó la decisión.

Previo al ataque que sufrió el vehículo del xeneize, a raíz de una insólita falencia en el operativo de seguridad, simpatizantes millonarios intentaron ingresar al estadio sin entradas y originaron disturbios con los efectivos policiales, los cuales se extendieron hasta que se decretó la suspensión del partido.

Nada hubiese ocurrido si el servicio policial seguía el protocolo habitual para este tipo de encuentros, que prevé impedir durante siete minutos el tránsito de hinchas de River por la esquina de Lidoro Quinteros mientras el ómnibus realiza el camino final hacia el Monumental. 

D'Onofrio destacó que hubiera sido triste "ganar así", y dejó trascender que pese a tener la aprobación de los médicos de la Conmebol, Angelici alegó puertas adentro que sus jugadores "no estaban en condiciones psicológicas para jugar el partido".

En la vorágine de la tarde, Pablo Pérez debió ser trasladado al Sanatorio Otamendi a raíz de una úlsera en la córnea de su ojo izquierdo, ocasionada por una astilla de un vidrio hecho trizas. Atendido en tiempo récord, el capitán de Boca retornó al estadio para refugiarse con sus compañeros.

Tanto D'Onofrio como la cuenta oficial de River les solicitaron a los hinchas que conserven sus tíckets para regresar mañana sin inconvenientes. Sin embargo, nada podrá tapar un nuevo capítulo negro en la historia del fútbol argentino.