Respiró hondo, desahogó todo el aire que le presionaba el pecho, se descolgó la medalla de Supercampeón y la colocó con las otras 7 que ganó en River. Se sentó en el sillón de su living con el control del televisor en una mano y birome y cuaderno en la otra. Sintonizó de nuevo el triunfo sobre Boca y empezó a garabatear conceptos aislados que, en su conjunto, forman un balance individual del equipo: "Pinola: favorecido cuando hay poco terreno para marcar, bien anulando a Tévez”; "Pratto: correcto en la pelea y el juego sucio, flojo en la combinación con los compañeros”; "Pity Martínez: maduro para saber qué pase dar y cuándo jugar detrás del cinco rival y cuándo tirarse a las bandas”.

Detalles más, detalles menos, así fue como Gallardo comenzó a diagramar el encuentro contra Belgrano. Posiblemente, el segundo partido más importante del semestre. Porque lo difícil no es ganarle a Boca, sino superar la resaca y utilizar esa consagración como base fundamental de una remontada futbolística que, de a ratos, se vio en el Monumental.

Porque River está reviviendo. Ni haber superado al rival de siempre ni haber redondeado una buena actuación contra el Pirata son motivos suficientes (aunque sí requerimientos mínimos) para pensar que Gallardo ya encontró al equipo. El once, por ahora, lo comienza a perfilar en su cabeza y difícilmente haga grandes cambios mientras continúe por la senda del triunfo.

Del infierno al purgatorio: la resurrección de River

Pero también sabe el Muñeco que, por ahora, hay ciertas incógnitas que debe develar. Yendo de atrás hacia adelante, Marcelo Saracchi parece ser el único cuestionable de la defensa: ataca a una sola velocidad (quinta) y decide tirar los centros sin tomarse la milésima de segundo necesaria para ver si hay posibles receptores dentro del área o si tiene alguna otra opción de descarga. Para colmo, por su mismo lado (y con una velocidad superior) juega el Pity Martínez, quien utiliza un cambio de ritmo para dejar rivales en el camino que expone aún más al uruguayo, especialista en tirar centros con el oponente encima.

Con Enzo Pérez y Nacho Fernández recientemente asentados, la otra gran duda es la de Pratto. Los 13 millones que pagaron por su ficha prácticamente lo obligan a ser titular y brillar en cada partido, algo que todavía está muy lejos de concretarse más por el estilo de juego del equipo (directo, a puro vértigo y con mucho pelotazo aéreo) que lo obliga a dedicarse al trabajo sucio, dejando de lado su faceta más importante, la del balón en los pies y la definición.

El tercer gran signo de preguntas lo tiene colgado Juanfer Quintero. Gallardo dijo algunas semanas atrás que el colombiano debe recibir en campo rival para ser determinante. Y no le falta razón: ayer quiso dar dos o tres pases filtrados desde el círculo central que terminaron en los pies de jugadores de Belgrano y encontraron mal parado al fondo de River. Por las características de las asistencias que da, tiene un alto porcentaje de fallo (lógico, arriesga más) y hacerlo en una zona donde dársela a un compañero es primordial, puede ser determinante para que el rival de turno complique más de lo necesario al Millonario. Hasta que no ajuste la mira y comience a ser receptor bien lejos de Ponzio, serán pocos los minutos que lo veremos en el equipo.

Con estas tres salvedades, River demostró que está intentando resucitar de sus cenizas, que lo de Boca le dio una libertad mental que será clave para levantar y que se tienen que comenzar a agarrar los de arriba: quedó a 9 de la zona de la Copa Libertadores y deberá jugar contra varios de los equipos que están en la pelea.

¿Difícil? Por supuesto. Pero nada es imposible para el River de Gallardo. Mucho más cuando ya comenzó a engranar.