Si hay que peronizar, allá lo verá usted, con el mameluco puesto y las manos engrasadas, a José Luis Gioja. Bien conoce el sanjuanino las virtudes y las mañas del motor justicialista. Aunque asociado a la ortodoxia, pudo ser amplio y canchero como para forjar la “unidad hasta que duela”. A finales del 2018, con los compañeros algo más que divididos, como un patriarca, Gioja comenzó un trabajo minucioso de escucha y reparación que culminó con los sindicalistas Daer y Moyano, y los precandidatos Rossi y Solá sentados en la misma mesa. Y cuando la boleta ya tenía otra forma, fue Gioja —a fuerza de humildad y paciencia— el que le sostuvo la vela al suspensivo Massa.

A los 70, el ingeniero agrónomo disfruta de sus últimos días como presidente del Partido Justicialista, cargo en el que está desde 2016 —salvo por la intervención judicial ordenada por la Chuchi Servini que designó a Barrionuevo. Con el éxito electoral en su haber, e interrogado el aforismo de “cáscara vacía” que ronda la casa pejotista, esta vez Gioja cede su lugar en Matheu 130 con otra gran misión: fortalecer la unidad y consolidar a un Fernández golpeado. Arriesgó José Luis que la política es “ser amigo también”.

Better call Gioja

En sus años mozos lo llamaban “El Tula”, fue secretario privado de don Eloy Camus y presidente de la JP de San Juan. Pocos días después del 24 de marzo del 76, se apersonó en el edificio del Instituto Provincial de la Vivienda en el que se desempeñaba como interventor para presentar su renuncia. Cantado por un superior, Gioja fue detenido por policías de civil y torturado, durante poco menos de un año, en la ex Legislatura provincial y luego en el Penal de Chimbas. Declaró como testigo en el megajuicio por las causas de lesa humanidad en su jurisdicción, cuando ocupaba por tercera vez el cargo de gobernador tras reformar la Constitución provincial. Vivó por la democracia y la libertad, con la voz partida, al final de su testimonio.

Llegó a diputado en el 87 y en el 91, estuvo al frente de la Comisión de Minería en ambos períodos. Cuando lo reeligieron en el 95, aprovechó los cambios constitucionales para saltar a una banca en la Cámara Alta, donde se quedó hasta la llegada de Kirchner. Poco antes, el primer día del año 2003, habilitado por la Ley de Acefalía, la investidura de presidente provisional del Senado y la ausencia de Duhalde del territorio nacional, Gioja se sentó en el sillón de Rivadavia durante una jornada, y luego entre el 23 y el 27 del mismo mes. Breve pero rendidor el paso por el Poder Ejecutivo: en los doce años de gestión a mil trescientos kilómetros de la Rosada tuvo picos de adhesiones cercanos al 70%.

Declaró como testigo en el megajuicio por las causas de lesa humanidad en su jurisdicción, cuando ocupaba por tercera vez el cargo de gobernador tras reformar la Constitución provincial.

Acaudilló su tierra con la instalación del modelo extractivista. Con los recursos naturales provincializados, y bienvenida Barrick Gold por Menem en el 93, la minería alcanzó sus años de esplendor. “Da más plata que la soja”, dijo José Luis, aún con las privadas exentas de pagos de retenciones o impuestos, poco antes del derrame de 5 millones de litros de agua cianurada en Veladero. Fueron un clásico las críticas feroces que el cineasta Pino Solanas le hacía a Gioja. Pero después nació la unidad y a otra cosa.

Si en la vida existe un antes y un después, para José Luis Gioja ese fue el accidente aéreo del Bell 407 en el Departamento de Valle Fértil en 2013, que lo llevó a terapia intensiva durante más de cien días. Solo aquella tragedia lo detuvo de hacer el tradicional cruce de Los Andes en honor al General San Martín del que era líder desde 2005. Si bien la sobrevida lo fortaleció a nivel nacional, también lo desplazó de la tierra del sol. Uñac, quien fuera su vice, le ganó poco a poco el territorio.

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Hay imprecisiones sobre su relación actual con el vegetarianismo aunque no quedan dudas de que tragó algún que otro sapito. Es de Racing y de Unión de Villa Krause, club que presidió durante los 80. Hijo de un constructor y una maestra, “El Flaco” está casado con Rosa Palacio y es padre de Gastón, Franco, Luis Camilo y Flavia, su única hija mujer, monja de la Congregación de las Hermanas Esclavas del Sagrado Corazón. Hoy, en cuarentena, Gioja le da a la vieja política tiki tiki por Zoom. Centennial, sacá del medio.