Matar al abuelito, la encrucijada de un Macri sin rivales que amanece en el ajuste
De ahí nació la magia de Amado Boudou. Ahí fue donde Sergio Massa comenzó a creer que lo esperaba un destino trascendente. Ahí se fogueó Diego Bossio en el manejo impiadoso del poder y los recursos. Todos se sintieron arriba de un yacimiento de fondos capaz de proyectarlos a la liga mayor de la política y facilitarles el acceso a la intimidad de banqueros y empresarios. Jóvenes enviagrados que pasaron de perfectos desconocidos a caras bonitas para 7 millones de jubilados y pensionados, un pueblo de sobrevivientes vital para ir a las urnas. Sentados en el despacho principal del quinto piso, en la avenida Córdoba al 800, todos pudieron bastante, como expresión de una época que ahora parece haber sido excepcional.
Cuando el país voló por los aires, el sillón de la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses) era un fósil reservado para personajes menores o amigos presidenciales sin ambición de trascendencia. Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y sobre todo la erradicación de las AFJP lo volvieron uno de los más deseados del Estado.
Con los recursos de la Anses, el kirchnerismo hizo de todo: encaró el salvataje de empresas en crisis, inyectó dinero en los bolsillos de las mayorías, facilitó el acceso al crédito para viviendas, favoreció a sus amigos, impulsó la jubilación de decenas de miles de personas que no habían logrados completar sus aportes en toda una vida de trabajo precario, acható la pirámide de ingresos de los pasivos, postergó los juicios de los jubilados y escondió bajo la alfombra la deuda que incubaba.
Así nació el grito indignado de la oposición que hoy es gobierno por el uso que la administración Kirchner hacía de la "plata de los jubilados”. Bastante antes de la escena actual en la que Mauricio Macri dice, ante los gobernadores de todo el país, que la Anses "no aguanta más”.
El Presidente no peronista que avanza a fuerza de votos con su alianza de derecha desorienta a propios y extraños. Asumió con la banda presidencial que le colgó Federico Pinedo y el sayo de empresario insensible que engordó gracias a la teta del Estado. Para refutar tanto posjuicio, mantuvo las partidas sociales -incluso aumentó el universo de los beneficiarios- y sorprendió con la reparación histórica para los jubilados que puso fin a una avalancha incesante de juicios contra el Estado. Fue una inédita medida "populista” que proyectó la cara de otro joven profesional hasta entonces ignorado, Emilio Basavilbaso. Como a todo, la polarización se tragó a la reparación: la oposición la subestimó como puras migajas, los pasivos la convirtieron en votos en respaldo al gobierno y el propio gabinete de los CEOs la minimizó a la hora de hacer las cuentas, desoyendo la ortodoxia militante de Carlos Melconián, mártir primero del gradualismo.
Macri no lo va a admitir, pero está arrepentido de haber comprado esa idea. Por eso, acaba de abrochar una reforma previsional que hachará los haberes de los abuelitos para financiar con miles de millones de pesos el Conurbano de María Eugenia Vidal. La frazada es corta.
Sin rivales políticos de envergadura de cara a 2019 y con alto respaldo social, Cambiemos tiene su guillotina en una economía que se financia con deuda para graduar el ajuste. Lo confesó Nicolás Dujovne la semana pasada, después de consumirse en reuniones para aprobar la reforma tributaria: según el dato oficial, el déficit de las Anses hoy ronda los 300 mil millones de pesos por año, más los intereses de lo que debe. Según los números que maneja el PJ, cuando Bossio abandonó su cargo -hace apenas dos años- el déficit era seis veces más bajo, 50 mil millones de pesos, más intereses. La diferencia está en el gradualismo de los CEOs.
Por eso, el angelical Basavilbaso ahora se mueve en las sombras amenazado por el bisturí amarillo que apunta hacia los ingresos de los pasivos. Aunque miren con buenos ojos la receta de subir la edad jubilatoria, el problema no son los viejos que no se mueren sino la economía con pies de barro en el trabajo en negro, que afecta a uno de cada tres argentinos. Mientras eso no cambie y generaciones enteras sigan creciendo sin saber qué quiere decir aguinaldo, la Anses será inviable y la plata de los jubilados estará en peligro. Se seguirá mirando de reojo al abuelito, pensando en matarlo. Como pasa ahora en un gobierno empoderado que goza la política pero sufre la economía.