La retirada del Gobierno del jefe de Gabinete Juan Manzur, para dedicarse a la campaña electoral en Tucumán, donde se propone como candidato a vicegobernador, abre las puertas a un balance de lo que fue su gestión.

Entre los distintos planos que entran en la evaluación aparece el que tiene que ver con sus visitas obligatorias al Congreso nacional para brindar informes de gestión sobre la marcha del Gobierno. Y en ese plano, Manzur queda claramente en deuda.

De acuerdo a lo establecido en el artículo 101 de la Constitución Nacional, el jefe de Gabinete tiene la obligación de concurrir mensualmente al Congreso, alternando sus visitas entre una y otra cámara, con el propósito de rendir cuentas sobre la administración del Poder Ejecutivo.

Por fuera de las sesiones informativas, el tucumano asistió a ambas cámaras en marzo del año pasado en el contexto del proyecto para convalidar el acuerdo del Gobierno para el refinanciamiento de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI), acompañando al entonces ministro de Economía, Martín Guzmán.

Los números de Manzur son a todas luces magros, incluso comparado con su antecesor en el cargo Santiago Cafiero, y más deslucido aún si se lo parangona con Marcos Peña en la gestión de Cambiemos.

De los gobiernos peronistas del Frente para la Victoria el jefe de Gabinete más cumplidor había sido Jorge Capitanich, con un índice de asistencia del 88% (8 veces de 9 en que debería haber estado presente).

La expectativa está puesta en lo que vaya a hacer el sucesor de Manzur, el santafesino Agustín Rossi, quien asumirá este miércoles el cargo.

Como ex presidente del bloque de diputados nacionales del Frente para la Victoria en varios períodos, es de esperar que el saliente interventor de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) tenga una mayor cercanía con el Congreso y le dé mayor prioridad a la agenda parlamentaria.