¿Qué peronismo?”. Confiado en su destino divino, Mauricio Macri pasó los últimos dos años repitiendo una pregunta que el susto le ayudó a responder en los últimos días. Con ese interrogante, capaz de gestar una enciclopedia, el Presidente desafiaba a los interlocutores de Cambiemos que le pedían a gritos ampliar su esquema de alianzas. El riesgo país, el apriete de los mercados, la recesión que se prolonga y las encuestas que encarga le devolvieron la memoria en cuestión de horas: el único peronismo que puede acompañar un proyecto como el que Macri intenta llevar adelante, con los antecedentes en su contra y los peores resultados.

Presentado como muestra de un pragmatismo ejemplar, prueba de que quiere quedarse a vivir cuatro años más en Olivos, el giro urgente enfrenta por lo menos dos límites. El tiempo, que se agota, y el espacio, porque ese peronismo es cada vez más chico.

Macri tuvo que llamar en persona nada menos que a Sergio Massa, el “menos confiable del sistema político”, según la definición imborrable de Marcos Peña. Lo hizo después de dos años y medio sin contacto directo y sin ninguna gana, en su intento de transformar en hechos concretos el borrador que redactó Rogelio Frigerio.

A Massa, que le pidió por teléfono al Presidente que convoque a Cristina Kirchner, le resuena una sentencia que escuchó hace no tanto de un empresario con activos en el extranjero: en cualquier otro país, un presidente como Macri ya hubiera renunciado.

Pero el exintendente de Tigre camina hacia las elecciones por una vereda que queda lejos de la Casa Rosada. A Massa, que le pidió por teléfono al Presidente que convoque a Cristina Kirchner, le resuena una sentencia que escuchó hace no tanto de un empresario con activos en el extranjero: en cualquier otro país, un presidente como Macri ya hubiera renunciado. Por eso, según repite, la senadora dejó de ser parte del pasado y ahora es necesaria en cualquier programa de salvación.

Los planes de un pacto como este para un gobierno que tiene seis meses por delante ilustran la fragilidad del núcleo de acero que rodea a Macri y gobernó en soledad hasta hoy. Descartado el Plan V con el apoyo del Fondo, la mesa de diálogo con todo el PJ implicaría una redefinición de objetivos tan amplia como la que especificó por escrito Roberto Lavagna.

Si el PRO dejara de lado su máxima pureza y ortodoxia para ceder a semejante apertura, quedaría a centímetros de la otra propuesta que pide pista dentro de Cambiemos: el llamado a una coalición más grande con todo el antikirchnerismo adentro. El planteo de fondo que une a Alfredo Cornejo con el radical libre Martín Lousteau -se inspira en Emilio Monzó y pica en los oídos de Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal- es el mismo. Con Macri no alcanza, como piensan en el Círculo Rojo.

El planteo de fondo que une a Alfredo Cornejo con el radical libre Martín Lousteau, se inspira en Emilio Monzó y pica en los oídos de Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal es el mismo. Con Macri no alcanza, como piensan en el Círculo Rojo.

Es para muchos la principal novedad de cara a las presidenciales. Para los argentinos de a pie, no saber qué va a pasar mañana es un estado natural, hijo de la crisis recurrente y de una capacidad de supervivencia moldeada a puro sacrificio. Para los dueños del poder, en cambio, puede ser un falencia letal, muestra de una debilidad tan inusual como inquietante. La diferencia no se restringe a una cuestión de clase: incluye también los flujos de dinero que ponen en juego los grupos empresarios cada vez que apoyan a un candidato como Macri. No hay ejemplo más actual que el de la familia Pagani y la multinacional Arcor.

Tan citada como coartada, la famosa incertidumbre desnuda el clima de inestabilidad en la Argentina de Cambiemos. Para los que intentan tomar distancia de la crisis del gobierno, el Presidente incapaz de liderar su alianza no es sólo un experimento fallido. Es más bien el síntoma dramático de lo que se repite en otros ámbitos como la Corte Suprema y las asociaciones empresarias. Nadie sabe ni conduce nada.

Frente a semejante dispersión, con el sálvese quien pueda como factor común, el best seller de Cristina Kirchner da cuenta de la última muestra de fidelidad en la política. La expresidenta se prepara para mostrar en las próximas dos semanas las dos caras de su poder: la presentación de su libro y el inicio del primer juicio oral en su contra. Tanto para ella como para sus enemigos, queda una frase sobre el escenario que cambia de manera vertiginosa y abre la puerta a cualquier viraje y alquimia electoral: “Ver el mundo como si éste consistiera en cosas estables es una forma de alucinación”. Abre el último libro de Antoni Gutiérrez Rubí, el catalán que le recomienda a Massa ser cada día más opositor.