Los Rodríguez Saa, ¿el último clan?
“Los porteños son insoportables”. La frase del gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Saá sobre la reciente quita del 1,18 por ciento de coparticipación a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires puede considerarse una muestra de una de las brechas históricas que divide a la Argentina: el puerto y las provincias.
Pero hay quienes sostienen que la tensión no es entre una la Capital y el interior sino en la puja de los hombres de provincia por llegar hasta Buenos Aires. Alberto Rodríguez Saá intentó ese camino varias veces, pero nunca le alcanzó. Su hermano Adolfo fue más exitoso -si cabe el adjetivo- en esa empresa. Por una semana lució los fastos del poder mientras la Argentina de diciembre de 2001 estrenaba su primera crisis del siglo.
Los Rodríguez Saá son el único clan político que se mantiene vigente desde el retorno de la democracia a esta parte. De 11 mandatos, en 10 gobernaron. Adolfo, el mayor de los dos, fue gobernador de manera consecutiva de 1983 a 2001. Renunció para ser presidente y completó su mandato su vice María Alicia Lemme.
El turno de Alberto llegó después de la breve presidencia de su hermano. Gobernó desde el 2003 al 2011 y nuevamente desde el 2015 hasta la actualidad. En el intermedio (2015 a 2019) asumió Claudio Poggi. El delfín que luego se convirtió en retador. Sin ningún tipo de sobresaltos los Rodríguez Saá regresaron a la Gobernación en 2015. Poggi luego se independizó buscó un protectorado dentro de Cambiemos y actualmente es senador nacional por la minoría.
Indiscutibles señores de San Luis, han superado a otros liderazgos peronistas históricos como el de Ramón Saadi en Catamarca o los Juárez en Santiago del Estero.
Aunque se trata de gestiones que terminaron de caer por sus crisis institucionales o financieras, que no es el caso de San Luis.
Los Rodríguez Saá se propusieron hacer grande a San Luis. Con perfiles diferentes, Adolfo el carismático y Alberto el más calculador (y esotérico) alambraron su provincia. Llevaron una gestión ordenada, con los resortes de la administración pública y la Justicia totalmente controlados y con promociones industriales que le dieron cierto flujo económico. Algunas de ellas con ciertos lujos, como cuando Adolfo intentó convertir a San Luis en una Hollywood transerrana creó el polo cinematográfico.
Forjaron una sociedad familiar que alambró la provincia sin puertas ni válvulas de escape para la oposición. Pero en su proyecto nunca lograron contar con socios de peso ni terminales en los lugares claves electorales como el conurbano bonaerense.
Lo cierto es que San Luis cuenta con una red de autopistas única y un tendido de fibra óptica que llega a todos los puntos de la provincia. Otro país.
Esa idea es la que buscaron siempre exportar a la Capital. Otro eje fue el federalismo, una premisa que debe embanderar cualquier aspirante del interior. Decir federalismo puede entenderse también como enfrentamiento o distancia con la Casa Rosada (un discurso que suele prender en algunas provincias). Esa brecha la sostuvieron desde el segundo mandato de Carlos Menen hasta la reciente reconciliación bajo la candidatura de Alberto Fernández. Con Cristina Fernández la relación nunca fue buena.
La chance de los Rodríguez Saá llegó en diciembre de 2001. El 20 de diciembre de 2001, en las vísperas de la caída de Fernando de La Rúa, Adolfo Rodríguez Saá había convidado a los gobernadores de Santa Fe, Carlos Reutemann; Buenos Aires, Carlos Ruckauf; Córdoba, José Manuel de la Sota y Santa Cruz, Néstor Kirchner -también estaba el presidente del Senado Ramón Puerta- a la inauguración del Aeropuerto Internacional del Valle de Conlara, al noreste de la provincia, casi al límite con Córdoba. El país se derrumbaba, la liga de gobernadores del PJ comenzaba a activarse y San Luis, inauguraba obras.
El entusiasmo de Adolfo por ser presidente era algo que molestaba entre los peronistas y sobre todo a De la Sota que aspiraba a convertirse en el candidato del PJ cuando se llamaran a elecciones. Con la designación finalmente de Adolfo el 23 de diciembre, el cordobés le insistió con que respetara el mandato de la asamblea legislativa para llamar a elecciones el 3 de marzo.
Luego de anunciar el “no pago de la deuda externa”, Adolfo convocó a una reunión con gobernadores en Chapadmalal. Ni la luz pudo encender ese día en el complejo presidencial. Adolfo solo duró 7 días en la Casa Rosada y el tándem Rodríguez Saá siempre culpó a De la Sota por el desenlace de su breve administración. Lo señalaron como el brazo ejecutor del plan del expresidente Eduardo Duhalde para finalmente hacerse con la Presidencia y de haber generado el vació de poder juntando a los gobernadores peronistas. El primer y único arribo a la Presidencia había fallado.
En 2003, Adolfo intentó recuperar la iniciativa por fuera del PJ nacional (el peronismo había también estallado en varios frentes). Buscó revancha y compitió en la elección presidencial. Sacó 14.11 por ciento. Apenas 10 puntos menos que Carlos Menen, quien ganó, pero luego abandonó el balotaje. Fue Alberto el que hizo de vocero de su hermano aquella noche mientras se definían los resultados y grabó a fuego en la memoria política argentina “la mesa 86 de Necochea”, donde su hermano sacaba 180 votos.
Tras ese intento fallido Adolfo le cedió la iniciativa nacional a su hermano y luego se refugió en el Senado. En 2007, ya gobernador, Alberto fue con el Frejuli a la elección presidencial y sacó 7,64. En 2011 volvió a la carrera, nuevamente por fuera del esquema peronista y mantuvo su porcentaje 7.96 por ciento. Pero los Rodríguez Saá lograron penetrar en territorio cordobés. Pudieron arrebatarle algunos votos al peronismo y quedarse con un diputado.
“Son los únicos que no dependen de nadie para hacer una campaña nacional”, reconocía un viejo caudillo del PJ.
En 2014, De la Sota coqueteó con Alberto Rodríguez Saá. La unidad del peronismo era la meta. Se sucedieron varios encuentros en el que participaron Sergio Massa y también Hugo Moyano. Pero De la Sota y Massa cerraron el acuerdo estratégico para competir mano a mano por las Paso y dejaron afuera al puntano. El acuerdo era más beneficioso para ambos, De la Sota ganaba una campaña nacional y Massa lograba un contrincante de fuste y el caudal de una provincia antikirchenrista. Los Rodríguez Saá sólo aportaban una provincia chica, algo que siempre pesó en la espalda.
“Me dejaron afuera”, dijo Alberto luego de que se concretó el acuerdo del que decía haber sido ideólogo. Finalmente, en 2015 fue Adolfo quien volvió a la carrera presidencial pero apenas perforó el 1 por ciento.
Con el tiempo la sociedad fraternal se resquebrajó. El año pasado, como el desenlace criollo de una tragedia griega, ambos hermanos se enfrentaron en las urnas por la Gobernación. Ganó Alberto con más del 40 por ciento de los votos y Adolfo quedó en tercer lugar con poco más de 20 puntos.
La distancia aún se mantiene. Pero días atrás el espacio que conduce Adolfo, "Todos unidos”, le pidió a Alberto una mesa diálogo para abordar el situación sanitaria del coronavirus. Todo un gesto en una provincia que prácticamente cerró sus fronteras. ¿Un principio de reconciliación de cara a las elecciones del año que viene?
Tras la unción de Alberto Fernández como candidato presidencial por parte de Cristina Fernández, el peronismo casi en su totalidad volvió a alinearse. Los Rodríguez Saá hicieron lo propio. Recientemente luego de la quita de coparticipación a CABA, Alberto mostró su apoyo al presidente al firmar la solicitud a favor del decreto presidencial. Por ahora, el último clan no saca los pies del plato.