Las promesas que faltan y la pregunta que Fernández no puede responder
Dos meses después de haber sido designado a dedo, Alberto Fernández ya está en condiciones de repartir un audio de Whatsapp con sus respuestas sobre la corrupción kirchnerista. Tema tan viejo como recurrente, es el alma fundamental del oficialismo para destripar al candidato del Frente de Todos y contribuir con la reelección de Mauricio Macri. Mientras recorre las provincias, suma todo lo que puede, atiende a los fondos de inversión y se carga la campaña al hombro, el empoderado destina horas de lo más valiosas a responder casi siempre lo mismo.
Acostumbrado a un mejor trato en las entrevistas, destacado comentarista del deplorable cristinismo final, ahora Fernández enfrenta el problema de ser delegado de Cristina Kirchner y continuidad obligada de un pasado, que reivindica a medias. En busca de trascender el círculo de feligreses de la senadora, el exjefe de Gabinete se abre al intercambio de pareceres con los formadores de opinión que militan por el Presidente. Una rareza que Macri jamás concedería a sus opositores. Si sale airoso o si mete la cabeza en la boca del lobo, se verá recién a partir del 11 de agosto.
La pregunta que Fernández no puede responder no tiene que ver con bolsos ni con bóvedas ni con rutas de dinero. Es un interrogante mayor que excede la pesquisa policial y el dilema moral: cómo sacar a la economía del loop de ajuste y recesión, mientras los acreedores y el Fondo le muestran los dientes como hienas al próximo presidente.
La pregunta que Fernández no puede responder no tiene que ver con bolsos ni con bóvedas ni con rutas de dinero. Es un interrogante mayor: cómo sacar a la economía del loop de ajuste y recesión.
Que el candidato diga que no tiene un referente económico puede ser una forma de no comprar problemas por anticipado o puede dar cuenta de la dificultad más grande. Pero las invocaciones al nestorismo virtuoso que sacó a la Argentina de la crisis no aplican ante la pesada herencia que deja Macri. Si la economía expresa como ninguna otra cosa el fracaso del ingeniero, es también la daga envenenada que queda para su sucesor.
Néstor Kirchner, el ejemplo que Fernández cita cada vez que puede, ganó su derecho al balotaje que no fue recién cuando incorporó a Roberto Lavagna a su campaña presidencial. Era otro contexto y -no pocos lo piensan- hasta más sencillo de resolver. Lo que había que hacer estaba claro. El trabajo sucio de la megadevaluación estaba hecho y la renegociación de la deuda con quita incluida ya estaba diseñada. Ahora, nadie marca con precisión la salida de un pantano que combina estancamiento con alta inflación, más pobreza, más desempleo y una montaña de deuda en dólares.
Guillermo Nielsen -el candidato que no llegó al 1% en la Ciudad en 2015- puede haber contribuido en aquella gestión de Lavagna, pero ahora colabora para que el déficit más elocuente de Macri se convierta en un problema para Fernández.
Con Néstor Kirchner, lo que había que hacer estaba claro. El trabajo sucio de la megadevaluación estaba hecho y la renegociación de la deuda con quita incluida ya estaba diseñada. Ahora, nadie marca con precisión la salida de un pantano que combina estancamiento con alta inflación, más pobreza, más desempleo y una montaña de deuda en dólares.
Si con el presente atado con alambre, el Presidente vuelve a hablar de futuro es porque lo ayudan. Mientras Macri tiene una hoja de ruta redactada por el Fondo, en la que está dispuesto a dejar la vida, la oposición camina con pies de plomo sobre un terreno resbaladizo. Mientras el Presidente quiere a Miguel Ángel Pichetto para avanzar con la reforma laboral del trabajo más barato y el despido fácil, la salida de Kirchner combinó crecimiento y doble indemnización, el horror del empresariado que se obstina en ajustar abajo aunque el consumo se desangre.
Mientras Macri denuncia a las patotas sindicales, Fernández acaba de reunirse con los gremialistas que apoyaron al ingeniero durante tres larguísimos años y permitieron que el salario real pierda con la inflación entre 20 y 30% desde 2015.
El desafío es doble: la avalancha de vencimientos de deuda que se le vendrá encima al próximo presidente apenas asuma y la necesidad de volver a crecer con una economía que lleva casi una década de vuelo rasante y recesión.
Lo que perdieron los pesificados está en el bolsillo de las eléctricas, las gasíferas, las concesionarias de peaje y los bancos, grandísimos triunfadores de un ciclo de derrotados en masa.
El Frente de Todos promete salir del ajuste que Macri quiere hacer más rápido y remarca que no puede haber reactivación con los sueldos comprimidos y el mercado interno devastado. La pregunta es cómo hacerlo, sin volver al pasado.
Durante la gestión Macri, el salario se redujo en dólares un 50% y las tarifas aumentaron un 54% en moneda extranjera. Esa es la gran obra de Cambiemos que Fernández y su futuro ministro de Economía deberían -si no revertir- por lo menos atenuar. Economistas de consulta permanente de aquel Kirchner hoy lo ven como un paquete de medidas inicial: bajar las tarifas, bajar los peajes, bajar los medicamentos, bajar las tasas de interés, parte de lo que figura en el pliego no escrito de los sectores afectados por el gobierno. Lo que perdieron los pesificados está en el bolsillo de las eléctricas, las gasíferas, las concesionarias de peaje y los bancos, grandísimos triunfadores de un ciclo de derrotados en masa. ¿Será mucho pedir que los que recaudaron fortunas en tiempo récord saquen el pie del acelerador, en medio de la crisis?
Tal vez el profesor de Derecho Penal en la UBA no pueda ni quiera afectar a esos intereses o prefiera no generar pánico en los inversores antes de tiempo. Pero ese límite le impide ahora prometer medidas concretas a los que todavía dudan o no ven la salida al final del túnel. A los que pueden definir la elección y, lejos de cualquier filiación definida, creen que lo mejor es que Macri complete su obra o se ilusionan con que lo peor ya pasó.
Es una marca del kirchnerismo hacia el futuro: no repetir el enfrentamiento con el campo, el sector fundamental que trae dólares a una economía que los necesita como el aire.
Cumplir con todos, ya se sabe, es imposible. Si gana las elecciones, quizás el candidato pueda aprovechar el buen vínculo que tiene con los fondos de inversión no sólo para pagarles a tiempo sino para convertirlos en aliados frente al Fondo: para hacer frente a la deuda que incubó Macri, hará falta crecer al 4% y tener un plazo de una década o tal vez más.
Fernández habló en Córdoba del dólar subvaluado y pareció darle la razón a los sojeros que demoran en liquidar las divisas de la cosecha. Es una marca del kirchnerismo hacia el futuro: no repetir el enfrentamiento con el campo, el sector fundamental que trae dólares a una economía que los necesita como el aire. El “aprendizaje” del que habla Axel Kicillof.
El dólar alto, que ahora -también- Macri atrasa para obtener su reelección, impide que la reactivación del consumo potencie la salida de divisas por la vía del turismo y el consumo de bienes importados. Eso piensan los economistas de aquel Kirchner. Pero tampoco alcanza. Dicen que hace falta salir del rincón dentro de un ring en el que el ingeniero y sus aliados fijan las reglas y tienen el árbitro de su lado. O esperar a que llegue la hora de votar, sin mostrar una alternativa clara al ajuste infinito que promueve el Presidente.