Mientras era recibido como un rockstar en las calles de Recoleta, justo antes de entrar a una importante librería para leer una traducción de "Borges”, de Adolfo Bioy Casares, a Emmanuel Macron le llegaban las noticias de una importante movilización de los chalecos amarillos en las calles parisinas, que terminó con más de doscientos detenidos, disturbios, incendios y enfrentamientos con la policía.

Como el azar y la inoperancia no son variables medibles, el Gobierno argentino falló en la llegada del presidente francés a la Argentina y el primer apretón de manos de Macron fue con un empleado aeroportuario de chaleco amarillo. Por suerte para Mauricio Macri, se trataba de quien se perfila como su principal amigo en la Unión Europea, joven en el arte de seguir a rajatabla los protocolos oficiales.

Los chalecos amarillos -el movimiento nacido sin líder ni ideología que protesta contra el precio del carburante y la pérdida de poder adquisitivo— fueron los protagonistas de las malas noticias que recibía Macron cuando participaba de la Cumbre de Líderes del G20. Macron se resiste a sus reclamos, quienes según sondeos franceses cuentan con un apoyo masivo en sus pedidos.

La primera marcha masiva de los chalecos amarillos se dio el 17 de octubre, cuando unas 300 mil personas autoconvocadas participaron en protestas en todo el país. El saldo del enfrentamiento fue de dos muertos y más de 600 heridos. Las protestas continuaron en la semana, aunque con menor concurrencia.

Una encuesta realizada en Francia dio como resultado que alrededor del 70% de los ciudadanos considera "justificadas” las protestas y los reclamos de los chalecos amarillos. De esta manera, algunos analistas franceses afirman que no es tan importante la cantidad de personas protestando, pero sí el vasto apoyo que reciben en la sociedad en general, generando que el uso de las fuerzas de seguridad por parte del Gobierno sea considerado como algo repudiable.

 

Lejos del consenso, en medio del G20, el presidente de Francia aseguró que no dará marcha atrás con las medidas sancionadas y ratificó el uso de las fuerzas de seguridad. "Ninguna causa justifica que se roben los comercios, que edificios públicos queden incendiados o que se ensucie al Arco del Triunfo. Los culpables de esto quieren el caos y así traicionan las causas que pretenden servir y manipular. Se les juzgará. Mañana por la mañana tengo convocada una reunión con mi gabinete. Siempre respetaré las oposiciones, las manifestaciones, pero nunca la violencia".

 

Francia yace en un estancamiento económico generalizado hace varias décadas. El gobierno de Macron, que llegó como alguien novedoso y capaz de sacar adelante al país, ahora genera más pesimismo que optimismo entre el electorado. La paradoja es que rivales de Macron no son más populares que él: no aparece una alternativa política. El problema es sistémico a la clase política francesa.