En una conferencia virtual, desde su casa donde cumple prisión domiciliaria, Amado Boudou expuso una máxima muy extendida dentro del kirchnerismo:

“La deuda no es un problema central, no lo era antes de la pandemia y mucho menos durante”.

El ex ministro de Economía, que supo ser el mimado de Cristina Kirchner hasta que cayó en desgracia por el caso Ciccone, esbozó ese planteo el lunes pasado, sabiendo que la estrategia de Alberto Fernández fue desde el inicio poner al tope de las prioridades un acuerdo con los bonistas.

Nunca quedó claro en público si la posición presidencial era acompañada por su compañera en el binomio. Hasta hace poco, los acreedores veían estas dos líneas internas zigzagueando en las conversaciones: por un lado, la voluntad de Alberto de sellar un arreglo para apuntalar su gobernabilidad; y, por otro, la vice, tirando de la cuerda.

La negociación sólo se destrabó con la señal inequívoca de Cristina en busca de un acuerdo hace unas dos semanas. Se activaron en paralelo varias gestiones, locales e internacionales. Una fue “blindar” a Martín Guzmán, cuando empezaba a ser petardeado desde adentro y afuera. Presidente y vice enviaron mensajes de apoyo al desempeño del ministro de Economía, al que los tenedores de bonos más influyentes no le atendían el teléfono.

También le armaron un comité de comunicación de crisis, para reforzar el discurso, ordenar la información para divulgar a la prensa y elegir qué funcionarios podían oficiar de voceros.

En paralelo, Miguel Galuccio, ex CEO de YPF y hombre de consulta de Cristina, llamó a Larry Fink, presidente de Blackrock, un peso pesado en Wall Street. Lo conoce de hace tiempo y sabe de su reinado en el mundo de los fondos de inversión.

Mover a Blackrock es mover una pieza clave, con efecto en el resto de los jugadores del sistema. Es el principal acreedor del país y maneja una cartera de activos que multiplica por lo menos por diez el PBI argentino.

A Fink le atribuyen, a la vez, una pretensión política y el sueño de convertirse algún día en el titular de la Reserva Federal en Estados Unidos. Eso ya lo hace distinto a sus colegas del mercado.

El contacto de Galuccio con Fink, confirmado por distintas fuentes, fue interpretado como una prueba contundente de que Cristina impulsaba un acuerdo.

Sergio Massa también aportó lo suyo, al igual que el Fondo Monetario Internacional, actor fundamental para una salida que evite la ruptura.

Lo que sobrevino después fue el acercamiento de posiciones y un compás de espera hasta el 2 de junio. Si bien el país no pagó el vencimiento de los 503 millones de dólares el viernes, lo que lo deja técnicamente en un “default selectivo”, la posibilidad de acordar sigue en pie. Lo que no se sabe es el costo.

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“En el mundo miran el desenlace argentino con atención”, sostiene un técnico al tanto de las negociaciones. En medio de una pandemia sin precedente, la gran discusión global es cómo se reparten las pérdidas entre el sector público y el privado.

Sin hablar ni aparecer en escena, los movimientos de Cristina tienen eficacia, en una muestra más de cómo detenta poder. Su tablero de preocupaciones incluye su situación judicial (no pretende que las causas queden en stand by, sino que se anulen) y la construcción política de lo que viene.

Ya logró que La Cámpora encabece lugares estratégicos, al mando de estructuras como Anses y Pami. En los últimos días se empezó a sondear la posibilidad de suspender las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) para las elecciones legislativas, según publicó Clarín. Ese sistema fue diseñado por Néstor, durante la gestión de Cristina, después de perder en la provincia de Buenos Aires contra Francisco De Narváez.

Las PASO resultaron con el tiempo una herramienta más útil para ordenar a la oposición, dividida en varios liderazgos, que para los oficialismos. Quitarlas en 2021, será un beneficio para el peronismo.

Las conversaciones y consultas sobre el esquema de las primarias para el año que viene las encabeza en sigilo el Ministerio del Interior. Wado de Pedro no haría nada sin la autorización de Cristina.

La justificación para el cambio en las reglas electorales sería el alto costo del proceso electoral, en un panorama económico complicado, aunque la suspicacia se cuela en el camino.

“Hablar de un proyecto para anular las PASO hoy es como hablar de un viaje a la luna”, esquiva una autoridad parlamentaria. ¿Será?