El día después de Macri
“Ellos no vivieron lo que es bajarse del avión. Al principio, sentís alivio, después angustia. Tenés que encontrar un rumbo, ver si querés volver y dar pelea o no. No saben lo que es el día siguiente a la derrota”. Mientras Mauricio Macri y su círculo de feligreses queman los últimos cartuchos y se abrazan al tour del optimismo, en lo alto de la alianza Cambiemos miran con escepticismo la aventura final del “Sí Se Puede”.
En un esfuerzo de campaña inédito, el candidato presidente jura que lo peor ya pasó, promete un tiempo mágico de alivio y se despreocupa del mañana, como si ya supiera que la pesadísima herencia no será un problema para él. No sorprende: entre los menos convencidos están los que más lo conocen.
El candidato presidente jura que lo peor ya pasó, promete un tiempo mágico de alivio y se despreocupa del mañana
Si la recorrida de Macri por las provincias, el debate empinado de esta noche y la demostración de fuerzas que se proyecta en el Obelisco provocan un vuelco inesperado que abra la puerta del balotaje, la disidencia volverá a aplacarse una vez más. Pero si los votantes del oficialismo que salen a la calle no alteran la ecuación principal, nadie arriesga a precisar cuál será el futuro del ingeniero y de su séquito de incondicionales.
Los accionistas del PRO no descartan que el palazo de un nuevo fracaso electoral, en dos semanas, obligue a dar un paso al costado a los fundamentalistas de estas horas. Que el Presidente baje a la tierra y decida tomarse un respiro en Cerdeña después del 10 de diciembre; que Marcos Peña se incline por dar clases en la Universidad de Georgetown. Que los entusiastas de hoy decidan optar mañana por la jubilación y el retiro.
En medio de una crisis con indicadores sólo comparables a los de 2002, la campaña amarilla bajo el eslogan “los votos son de Mauricio” es, en sí misma, un milagro. Sólo puede llevarse adelante con los fierros del Estado, el peronismo enfrente y el doble estándar de un candidato que burla la veda electoral. De acuerdo al último informe de la consultora Eco Go, si no aparecen las divisas que faltan para financiar la transición entre el 27 de octubre y el 10 de diciembre, Macri terminará su mandato con un dólar a 70 pesos, una inflación de 61%, una caída del salario real de 24% acumulada desde fines de 2015, tarifas en dólares 45% más altas que cuando asumió, una caída del PBI de 3,8% y una tasa de desempleo de 13,5%. Tres años de recesión sobre cuatro, un índice de precios récord -que el miércoles sumará un nuevo pico-, una deuda monumental a pagar en el cortísimo plazo y reservas netas en torno a los U$S 10.000 millones.
La propaganda amarilla y la euforia del “lo damos vuelta” tienen fecha de vencimiento
Por eso, la propaganda amarilla y la euforia del “lo damos vuelta” tienen fecha de vencimiento. En dos meses, la postal del político obstinado que pelea por sobrevivir frente a la adversidad puede verse desmentida y dejar desnudo al verdadero Macri. Sin la pauta oficial, sin el gobierno y con Comodoro Py listo para vengarse del perdedor, el egresado del Newman puede ser otro, en la intimidad y en la escena pública. Al bajón inevitable que sobreviene después de la adrenalina, tal vez le corresponda una caída mayor en la imagen positiva que todavía lo acompaña. Es lo que esperan, también o sobre todo, dentro de la alianza.
Macri, Peña, Jaime Durán Barba y la factoría del PRO no conocen la derrota. Después de perder en su debut como candidato a jefe de gobierno en 2003, el Presidente se cansó de ganar elecciones en la Ciudad y en la Nación. Toda su actuación política fue sinónimo de subida, nunca de bajada.
Si el resultado del 27 de octubre clausura el ciclo del macrismo, el debate comenzará el día después, junto con el descenso del ingeniero. Si es posible reconstruir los pedazos del antikirchnerismo para presentar una nueva oferta electoral -el macrismo sin Macri- y si volver a edificar una mayoría resulta viable o inalcanzable. Junto con los que apuestan al primer escenario, conviven los más pesimistas. Los que ya miran lo que costó ganar las elecciones presidenciales a un candidato del PJ, después de la experiencia traumática de la alianza UCR-Frepaso. “Tuvieron que pasar 12 años, todos los desastres que hizo Cristina en el poder, tuvo que haber un peronismo dividido, tuvo que haber un Macri en la Ciudad, tuvieron que poner a Zannini de vice y a Aníbal en la provincia. Y así y todo, ganamos por un 1 punto”, dicen. De ser así, sólo quedaría sentarse a esperar el fracaso económico del Frente de Todos. O ir a pelear por la alternancia, directamente, dentro del peronismo.