Son muchas las oportunidades en las que podría haberse amilanado, pero nunca lo hizo. Es ruda Olga Riutort, responde a la caracterización de la mujer peronista que improvisó Cristina Fernández hace días nomás. Y aunque entre ellas nunca haya habido onda, y aunque haya caído en la bolsa de acusaciones junto a Chiche Duhalde cuando, en 2004, CFK dijo que el partido tenía que dejar de darle lugares a “las esposas de”, la sentencia le calza perfecto. Es que por ese entonces —aunque se lo diré según la norma actual— José Manuel De la Sota era “el marido de” la pejotista.

Sanjuanina, hija de un albañil y una profesora de corte y confección, Olga se licenció en Bioquímica en la Universidad Nacional de San Luis. Su militancia comenzó a los 17 años, en la Juventud Universitaria Católica y luego en el Integralismo, y para 1970 ya era afiliada del Partido Justicialista: combinó su trabajo en el ámbito académico como docente e investigadora con las liturgias asamblearias. El regreso de la democracia la consagró en San Juan vicepresidenta de su partido primero, presidenta después, y también Diputada Nacional, cargo que renovó sin complicaciones en 1987. Fue una adelantada en temas como medio ambiente —introdujo la figura de “delito ecológico”— y una de las impulsoras de la discutida ley de divorcio vincular.

Instalada de manera definitiva en la provincia mediterránea desde 1989, la figura de Olga no tardó en pisar fuerte en el PJ de la Capital. Con el ocaso del menemismo, se convirtió en Secretaria General de la Gobernación tras haber sido la artífice de la campaña electoral del Gallego, que logró quebrar la larga racha de gestiones radicales en la provincia de Córdoba tras lo que definieron como “una patriada”. Funcionaria de gran poder, pionera feminista, fue autora de la conocida “Ley Riutort” que instauró en la legislatura cordobesa la paridad de género en las candidaturas a los cargos de elección popular, una política que también llevó al Congreso Nacional. Veinte años después, la edil insiste en la necesidad de un marco legal para garantizar la inclusión de mujeres y minorías.

Olga Riutort, presente en la visita de Néstor Kirchner a la provincia de Córdoba (2004)

Con el cambio de milenio, promovió también el Consejo Provincial de la Mujer, del que fue presidenta a partir de 2004 y hasta que Juan Schiaretti y los suyos la desplazaran del cargo. Divorciada y apartada del PJ —en 2007 se enfrentó en internas al candidato de De la Sota—, y convertida en concejal por el Movimiento de Acción Vecinal en la ciudad de Córdoba, el de Olga se convirtió en un camino escarpado, sin aparato. Hizo varios intentos por conseguir la intendencia, sillón que hasta ahora le fue esquivo. Pero construyó poder propio.

Las elecciones de medio término que se aproximan, volvió a poner su nombre sobre la mesa y a sorprender a más de uno. Hoy, asociada con el albertismo, y con la venia del senador Carlos Caserio, Riutort es segunda en la lista de diputados del Frente de Todos cordobés, detrás de Martín Gill, secretario de Obras Públicas de la Nación. “No creo en los partidos provinciales, como quiere hacer Schiaretti, jugando para el macrismo de cara a 2023”, dijo Olga que sabe de marcar el tono en tiempos de campaña. La gran disputa es por el voto justicialista de la Capital de la provincia —que acopia el 40% de ese padrón—, hoy comandado por Alejandra Vigo, “la esposa de” Schiaretti. Una inquina de larga data reavivada que, tras cartón, enfrenta electoralmente a Riutort con quien fuera su hijastra, Natalia De la Sota.

Alternancia, renovación: drama shakesperiano el de los peronismos en la codiciada Córdoba. Como Montescos y Capuletos, ponen un poco de picante y cuarteto al somnífero que fue el armado de listas en el AMBA. Y Olga Riutort no se amilana. Es ruda, también perseverante.