Chiche, la justicialista aguerrida
Su nombre apareció en la lista de vacunados VIP junto al de su marido y al de dos de sus hijas. Fue solo un par de días después de que Hilda Beatriz González de Duhalde dijera que Argentina “es un país con un enorme grado de corrupción”, que hay que corregirlo, que así no se puede seguir. Es que para ella no hay choque de sentidos allí y, si lo hay, como resolvió su marido, “que explique el Gobierno qué pasó”.
El 1º de enero del 2002, Chiche vistió de rojo y firmó el Libro de Actas que convertía a Eduardo Alberto en presidente. El hecho fue inédito en la historia nacional, un acto de amor o de lealtad, como si aquella joven docente y aquel joven bañero, recién recibido de abogado y escribano, renovaran los votos del matrimonio celebrado en 1971.
La pareja que hizo carrera en el mercado inmobiliario bonaerense se consagró, finalmente, en lo más alto. Pero para Chiche nada tiene una única lectura: rechazó de entrada el título “primera dama”, como lo hizo en nuestros días Soledad Quereihlac.
Sin embargo, y a pesar de haber reconocido que llegó a la política de casualidad, fue durante la gobernación justicialista de Duhalde en la provincia de Buenos Aires cuando Hilda se involucró en la función pública por primera vez. Y lo hizo con creces, siempre abocada a la mujer, la familia y la niñez, estrechando lazos en el territorio, muy a la vanguardia de las políticas de género que indagan menos sobre las condiciones materiales de existencia que sobre los gestos simbólicos que cautivan a la clase media. Redes sociales eran las de antes, usted me entiende.
A cargo del Consejo Provincial de Familia, en el año 1994, en Florencio Varela, puso en marcha el Plan Vida —al que poco después se sumó el Plan Comadres—, con la distribución metódica de alimentos y control de los embarazos en las zonas más carenciadas del conurbano.
La red de trabajadoras voluntarias alcanzó a 35 mil mujeres y 2 millones de beneficiarios: un éxito personal de Chiche que comenzó a apagarse en 1999, cuando fue sucedida por María Isabel Zapatero de Ruckauff, y que luego fue desplazado por medidas como la AUH o el Plan Qunita.
No obstante, no han sido pocas las veces que han querido recuperar el programa. Así fue el caso de Andrés Larroque y de Daniel Arroyo, quien también la convocó para formar parte de la Mesa contra el Hambre, donde la martillera pública duró muy poco.
La visibilidad y los buenos resultados del laburo de Las Manzaneras —y su traducción numérica en las urnas— llevaron a González a ocupar un lugar en la Cámara de Diputados por la Provincia de Buenos Aires en dos periodos solamente interrumpidos por la breve presidencia de Don Eduardo.
Para su segundo mandato, entre 2003 y 2007, el protagonismo que adquirió la fuerza indómita de la Patagonia comenzó a irritar y a meterse en el camino que Chiche creía conocer de memoria.
Esa mujer, Cristina Fernández de Kirchner, compañera de bancas, fuerte de carácter y de palabras como ella, se consagró como su némesis política con una tirria para alquilar balcones. En el Congreso Nacional del PJ del año 2004, hubo entre ambas un memorable revoleo de dichos en los que se acusaban de “portación de marido”.
Todo empeoró cuando, un año después y enfrentadas en la boleta, CFK venció a Chiche —por más de 25 puntos— para doblegar al duhaldismo en su propia casa, la querida e ingrata PBA.
La derrota, sin embargo, trajo bajo el brazo el premio consuelo de un silloncito de Senadora Nacional, donde Hilda se desempeñó hasta 2011 y desde donde se combatió tête à tête con el enemigo. “Cristina es una persona que destruye todo lo que toca”, dijo hace tres años. Esos sí que son rencores, viejo.
González de Duhalde votó en contra del matrimonio igualitario. Se pronunció a favor de la legalización del aborto en 2018. Discutió con dureza la ley de cupo femenino. Apoyó la creación de un Servicio Comunitario Obligatorio, una colimba soft, allá por el 2009. Fundó la Casa de Día, un centro de atención a jóvenes adictos a las drogas. El etcétera es verdaderamente extenso y los caracteres, tiranos.
Radiopasillo. Dicen que en 2019, con la escoba de la victoria barriendo bien y con ánimo de acercar al matrimonio al FDT, Alberto pidió a Duhalde lo imposible: una foto entre Hilda y CFK. Resultados a la vista, a comienzos de este mes y con 74 años, Chiche presentó su nuevo espacio político, SUMAR, para aglutinar a los decepcionados del albercristinismo.
Mujer de acción social, justicialista aguerrida, no le tiembla el pulso si tiene que mandar a alguien a lavar los platos.