Un símbolo argentino
En la campaña de este 2023, uno de los temas que, tal vez inesperadamente, se coló en la agenda de los candidatos es Aerolíneas Argentinas (ARSA). Desafortunadamente, el kirchnerismo logró instalar con bastante éxito que Aerolíneas es un símbolo nacional. Es como una extensión de la bandera y la soberanía nacional.
En cambio, quizás Aerolíneas sí es un caso testigo, y en miniatura, de los grandes problemas que deberá encarar el próximo Presidente.
Es posible, entonces, que nos pueda permitir el ejercicio de pensar si el próximo gobierno, sea del color político que sea, podrá, o sabrá, enfrentar un problema que muchas veces es presentado como insoluble, o, peor aún, como su contracara: que se resuelve fácilmente. Ni muy, muy, ni tan, tan.
El primer problema, en la actualidad, es su dificultad para poder expresar datos reales que no estén presos de dibujos que tienen por destino engañar a la opinión pública respecto de la realidad económico-financiera de la empresa.
En los últimos días, su presidente, Pablo Ceriani, mandó a publicar un comunicado de prensa y un hilo de twitter en el que festejaba haber recibido el 65% de los fondos totales presupuestados por el Estado Nacional para sostener una compañía que, vale la pena recordar, desde su expropiación a mediados de 2008 jamás, pese a la incesante promesa de sucesivos administradores y gobiernos, pudo encontrar equilibrio económico. Más importante que todo esto: Aerolíneas Argentinas, mucho más desde que fue estatizada por la expresidente Cristina Fernández de Kirchner, es una compañía no sustentable y ese es su principal problema y el que la política debe decidir si va a resolver o no.
Naturalmente, los dichos del presidente de ARSA son total y absolutamente falsos, y forma parte de un instinto de sucesivos CEOs, que es, llegando al final de su mandato, hacer pirotecnia numérica para presentar un estado de situación que dista de ser el verdadero.
En un mundo ideal, mejor dicho: en un país normal, un funcionario con uno de los mejores salarios de la argentina como es el caso de Pablo Ceriani debería brindar una conferencia de prensa para responder contradicciones insalvables que descubrirían su mentira.
Solo a modo de ejemplo, apenas cruzada la mitad del año 2022 la compañía aérea de bandera le solicitó al ejecutivo nacional una ampliación presupuestaría para poder financiarse. Sí, sí, usted está leyendo bien. En julio de 2022, la empresa le solicitó al gobierno nacional unos 9300 millones de pesos extra para cubrir su déficit. Al cambio oficial de ese momento, que es el cambio al que accede siempre Aerolíneas Argentinas, significaron unos 79 millones más de dólares, repito: para cubrir déficit. No haría falta entonces un periodista demasiado perspicaz para preguntar libremente al presidente de ARSA cómo es posible que en Enero se afirme que se necesitó el 65% de lo presupuestado si la misma compañía, ya en julio pasado, advertía que el 100% de lo presupuestado previamente no le iba a alcanzar para cubrir la pérdida de todo el año.
Todavía peor, el Ministerio de Economía de la Nación documenta que ese incremento presupuestario, digamos así, consta en actas y pasó de 63 mil millones de pesos a 72 mil millones y que el mismo fue ejecutado en un 100%. Es decir, el propio ministerio dice que le pagó a la empresa y esta alega que en realidad recibió el 65%.
Como quien puede lo más puede lo menos, la vocería de la empresa profundizó su fantasía y agregó: hemos requerido el 50% menos que el año anterior. A continuación de esa afirmación, la empresa reconoce que el monto presupuestado definitivo para el ejercicio 2022 era de 72 mil millones, es decir, 9 millones más que el requerido en 2021. Es decir, el propio Ceriani no puede desmentir que requirió más fondos para tapar el agujero negro de la empresa que lo tiene a él como administrador formal.
Como parte de la estrategia de ocultar el verdadero estado de la compañía, se usan alternativamente cifras en millones y miles de millones y se pasan de dólares a pesos sin explicar con claridad a qué tipo de cambio se está haciendo referencia para llegar a las cifras que se explicitan.
El mecanismo es claro, vulgar pero eficiente: evita habilitar la conversación indispensable sobre el futuro de la empresa, que a su vez necesita un raconto pormenorizado, preciso y veraz de la situación económica y patrimonial de la compañía.
Aerolíneas Argentinas, pese a haber recibido desde 2008 unos 8 mil millones de dólares, tiene un patrimonio neto negativo de 2 mil millones de dólares. La empresa está quebrada.
Personalmente he dicho muchas veces que la compañía necesita indefectiblemente un proceso de reestructuración machazo. Pero muchos de sus alcances solo pueden definirse con la precisión necesaria después de tener contados hasta los centavos. Pedro Helbron, CEO de Copa Airlines, una de las mejores aerolíneas del continente, dijo no hace mucho en una conferencia anual de ALTA (Asociación Latinoamericana de Transporte Aéreo) que la aviación es una industria de centavos.
Se dice muchas veces que uno recibe el gobierno sin beneficio de inventario, pues bien, eso en Aerolíneas debe resolverse de alguna manera, porque la verdad es que para volver a la compañía sustentable, que es el primer paso para luego avanzar en un proceso que permita ir reduciendo sostenidamente la asistencia del Estado, se necesita saber con exactitud su situación actual para poner en práctica un proceso de reestructuración, que podrá ser más o menos doloroso, más o menos conflictivo, pero muy posiblemente exitoso.
Aerolíneas Argentinas necesita un plan de reestructuración que contemple reorganización de flota, rutas y, naturalmente, personal. Ese proceso debe contener una nueva visión clara de qué nueva cultura interna se pretende instalar en la compañía y cuya palabra clave, a la cual la política le hizo la gambeta sistemáticamente, es: sustentabilidad. Sin ese criterio ordenador todo lo que veremos serán, en el mejor de los casos, reducciones espasmódicas y coyunturales de su déficit.
El presidente de ARSA se vanagloria de que la facturación de la empresa estuvo por encima de los 1800 millones de dólares durante el 2022, lo cual es un número promedio, es decir parecido a lo que viene facturando en general la empresa en los últimos años. En cualquier caso, el problema no es cuánto le ingresa, el problema no son los 1800 millones de dólares que factura si no los 2400-2500 millones de dólares que gasta.
Por último, es preocupante, y esto también parece coincidir con lo que se observa en materia de política económica nacional, algunas de las decisiones que está tomando la conducción de la compañía en los últimos meses y que anuncia para 2023. De incrementar aviones de largo radio y aumentar la frecuencia de rutas que son deficitarias como es el caso de Madrid y Roma. Al mismo tiempo se incrementan de un modo preocupante vuelos interprovinciales sin mercado, es decir que van a aumentar el déficit de la empresa.
Algunos empleados de la empresa, incluso, están preocupados porque no comprenden la irracionalidad de estas decisiones. Es muy difícil, aún para un tripulante que no esté obsesionado con la economía de Aerolíneas, que no perciba con preocupación cuando lo ponen a volar entre San Juan y Córdoba y al subir al avión solo tiene 49 pasajeros. No hace falta ser economista para suponer que ese vuelo pierde mucha plata. ¿Por qué se hace? Bueno, la respuesta más fácil es que cuando necesariamente se intente hacer un recorte sobre algunas de esas rutas se lo impugnará como un nuevo ajuste de la derecha.