¿Qué diferencia hay entre un abogado y un cuervo? Bueno, uno es un carroñero, ataca cuando la víctima se distrae; primero le saca los ojos y después se devora el resto. El otro es un inofensivo pájaro negro. Sobran los chistes, muchos los conocerá y habrá contado el propio Matías Morla, aunque la contingencia elimine toda gracia.

Antes de libar de los privilegios de estar a la derecha de Diego Armando Maradona, Morla era el ñato sentado en la mesa de entradas de la Fiscalía Nº4 de Morón, el que también empujaba el carro con los expedientes entre las diferentes dependencias y saludaba a los letrados con algo más que admiración. No vestía camisas Hermés o Armani ni manejaba coches importados: llegaba al trabajo en un Duna caído de chapa y luego manejaba hasta la Universidad de Morón, donde cursaba Derecho. 

Hincha de Boca Juniors, fue al colegio en el barrio Mataderos, al Instituto San Cosme y San Damián. Dijo, en una entrevista, que por entonces ya tenía claro su destino profesional. En 2005, cuando por fin se graduó, le dijo adiós a las tareas de pinche en el Poder Judicial y empezó a trabajar con el letrado de larga trayectoria Rodolfo Ruiz, en el estudio de la calle Belgrano, a pasitos de la estación de Ramos Mejía. Allí Morla se fogueó y conoció también a otro boga estrella, Victor Stinfale —socio de Ruiz, cuya presentación merece un capítulo aparte o una googleadita

Sediento de poder y educado por los peces gordos del oeste, fue en 2011 cuando el Dr. Morla saltó a la fama como abogado defensor de Néstor Altamirano en el Caso Candela. Los flashes y las cámaras no lo amedrentaron, estaba dispuesto a pagar el precio para convertirse en un picapleitos mediático. Representó a Moria Casan, a Cinthia Fernández, a Ricky Fort, a Mónica Farro y a Vicky Xipolitakis. 

Pero su golpe de suerte llegó en 2013, cuando el lugar de Ruiz como letrado del Diez quedó vacante. Comenzó a manejar algunas carpetas pero, debido a la alta demanda del cliente e ídolo de su infancia, en poco tiempo pasó a darle dedicación exclusiva. La procuración de las causas judiciales se combinó con la gestión y armado de acuerdos comerciales, lo que indefectiblemente transformó a Matías Morla en hombre de confianza. La misma confianza que hoy se encuentra bajo el escrutinio público y familiar. 

Así el ramense inició una campaña firme y decidida contra Claudia Villafañe y, por extensión, contra sus hijas. En 2015, se revocó el poder general que tenía la ex esposa del astro tras una auditoría de bienes y —¿causalidad pura?— se creó Satvicca S.A., la única compañía a nivel global que puede explotar comercialmente las marcas Maradona, Diego Maradona, Diego Armando Maradona, El 10, La mano de Dios, Diegol, El Diego. El presidente de la firma es Matías Edgardo Morla, el vice es su cuñado, Christian Maximiliano Pomargo, y la única empleada es su hermana, Andrea Trimarchi, quien también llevaba las finanzas del 10. Todo pensado para que quede en familia, sí, pero no en la Maradona. 

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El “abogado penalista especialista en delitos sexuales”, como se presenta en su punto com, tiene dos hijos, Magdalena y Felipe, de una relación de seis años con una abogada. Desde el 2016 está en pareja con la ex chica Playboy Florencia Wendel. Con ella tiene a Franca, a quien Diego apadrinó.

En los pasillos de los tribunales se comenta que es “un leguleyo”, que terciariza sus carpetas para luego solo ponerles el gancho. La muerte del ídolo popular lo deja solo y expuesto, con la mano apretando el piolín cortado que antes lo unía al barrilete cósmico. Ahora el Dr. Morla deberá vérselas con los mejores de su propia especie. Teme ser él al que, esta vez, le saquen los ojos.