La antipolítica y el rompecabezas de la negociación en Venezuela
En tiempos en los que el juego político entre el chavismo y la oposición pareciera estar trancado, son varios los escenarios que se abren para facilitar una negociación. Lo que en otros países pudiese ser una alternativa más que viable, en este lugar del mundo se vive con culpa y a veces con vergüenza.
La aventura golpista del 30 de abril encabezada por Juan Guaidó y Leopoldo López terminó de embarrar la cancha. Países que habían sido muy tajantes en su apoyo al Diputado de Voluntad Popular y en contra del gobierno de Nicolás Maduro, empezaron a matizar sus declaraciones. Pareciera que las imágenes de militares y civiles echando ráfagas de tiros a 50 metros de una base militar, pusieron de relieve lo compleja que es la situación en tiempos de pugna entre un presidente “autoproclamado” y otro que fue reelecto en unas elecciones que varios países desconocen.
¿Por qué se trancó el juego? Porque se agudizó hasta el extremo eso que tanto se repite en casos de países con conflictos: hay una profunda crisis institucional. En medio de probablemente la crisis social y política más delicada de su historia, Venezuela no cuenta con instituciones, figuras, organismos ni espacios para construir un diálogo serio y creíble. Todo parece indicar que para que ese diálogo se produzca, dependemos exclusivamente de una mediación internacional.
La oposición que tiene línea directa con la administración Trump y que se pasea oronda por los pasillos de la Casa Blanca, no ha hecho más que repetir el a estas alturas cansino mantra de que todo depende y radica en el "cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres", al mismo tiempo que le pide a los Estados Unidos que aplique mayor presión a modo de sanciones económicas sobre un gobierno y un país que hace agua por todos lados.
En la otra acera está la dirigencia chavista, aparentemente más fortalecida después del frustrado golpe del 30 de abril y firme en su intención de no ceder ni un ápice. Luego de tres meses de crisis, Maduro y sus colaboradores siguen en el poder y por el momento no parecieran estar pasando por grandes apuros.
En el medio está la inmensa mayoría de una población que ha visto cómo los problemas se van haciendo cada vez más graves e insoportables. Para colmo de males, de unos días para acá, la situación con el suministro de combustible, en un país cuyo servicio de transporte es muy deficiente y en algunos casos inexistente, ha pasado a estar en el tope de la lista de calamidades que azotan a los venezolanos. Se repiten a cada rato las imágenes de interminables filas de autos cuyos dueños esperan días enteros por llenar un tanque de 40 litros de gasolina. Por un lado, el Gobierno aduce que las sanciones económicas imposibilitan la adquisición de aditivos y diluyentes para procesar el crudo y de allí obtener combustible; por el otro, la oposición minimiza el efecto de las sanciones y habla de la destrucción de la industria petrolera.
La situación sigue empeorando y a veces pareciera que la clase política está ajena a todo eso, más cuando no muestran ninguna intención de sentarse a verse las caras para dirimir sus diferencias. Ante esa situación han surgido cada vez con más fuerza, voces dentro de la oposición que dicen que la salida a la crisis debe ser negociada, pacífica y constitucional, tratando de hacerle contrapeso a la postura intransigente e inflexible del partido Voluntad Popular, el mismo que por estos días se lleva todos los flashes.
Dichas voces no empezaron a sonar por casualidad, pues se conoció que hubo sondeos, reuniones y contactos entre representantes del gobierno de Noruega, país ampliamente reconocido por hacer de mediador en varios conflictos y miembros del chavismo y la oposición venezolana. Apenas salió la noticia, la sensación es que la cúpula opositora se sintió descubierta, como si la hubiesen sorprendido haciendo algo malo. A las horas empezaron a aparecer torpes intentos por desmentir las gestiones de los nórdicos, pero ya era muy tarde, el ala más radical de la oposición ya estaba arremangada lanzando acusaciones de traición y colaboracionismo.
Más que un tabú, para esa parte cada vez más minoritaria de la oposición que acompaña a Guaidó a las marchas y que no duda en acatar cualquier llamado de sus líderes, por más disparatado que suene, la negociación es un crimen, es darle oxígeno al régimen de Maduro, es apartarse de la agenda del Departamento de Estado norteamericano y, sobre todo, implica alejarse del mantra de "cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres".
Por su parte la dirigencia chavista no hizo grandes pronunciamientos al respecto, hasta que el mismo Nicolás Maduro reconoció que Jorge Rodríguez y Héctor Rodríguez, ambas figuras de peso en el partido de gobierno, estaban en el exterior "en una misión muy importante", también el embajador de Maduro ante Naciones Unidas en Ginebra, Jorge Valero, confirmó el encuentro: “Sí, hay conversaciones entre nuestro gobierno y la parte democrática de la oposición”.
Usted se preguntará por qué algo que debería ser normal en el contexto de una crisis política y social que lleva varios años, resulta tan problemático en Venezuela. Lo cierto es que son varias las razones. Gobierno y oposición, en distintas versiones y épocas, han participado en negociaciones facilitadas por actores externos como la OEA, el Vaticano, la Unión Europea, gobiernos de países latinoamericanos y del Caribe y, ahora, Noruega. Desde tiempos de Chávez han habido intentos de abrir salidas negociadas a las crisis, pero el resultado suele ser el mismo: el chavismo sigue en el poder y en algunos casos la oposición no se ha puesto de acuerdo en la postura a la hora de negociar y hasta han incurrido en escándalos que los han dejado muy mal parados ante los mediadores.
Para colmo de males, a pesar de que Noruega es un país con muy buena imagen en el mundo, no es muy bien vista por los sectores más recalcitrantes de la oposición. Según algunos analistas, la derecha latinoamericana cree que Noruega fue muy blanda o benévola con las FARC cuando participó activamente en las rondas de negociaciones entre el grupo guerrillero y el gobierno colombiano. También existe la creencia de que Noruega es un país que está muy a la izquierda producto de su socialdemocracia, para algunos ejemplar. Lo cierto es que los representantes del país escandinavo deben tener la piel curtida en estos oficios, recordemos que también hicieron de facilitadores entre el gobierno español de José Luis Rodríguez Zapatero y la cúpula del grupo separatista ETA.
Con la discreción que los caracteriza, dichos facilitadores describen esta tarea como la de propiciar un espacio para que, con el paso del tiempo, pueda servir como una mesa de negociación y entendimiento. Dicha descripción hace pensar que los noruegos están dispuestos a desplegar una paciencia que resulta muy lejana para la forma de hacer política que hay en Venezuela.
Pero el rompecabezas tiene muchas más piezas. Cuando nos enterábamos de los esfuerzos de Noruega, los cancilleres de Cuba y Canadá se reunieron en La Habana y tocaron el tema de la crisis venezolana. Se desprendió de esa reunión que el mismísimo primer ministro canadiense, Justin Trudeau, se contactó con Cuba hace unas semanas en nombre del Grupo de Lima, un bloque de países que intenta una fórmula para solucionar por la vía pacífica la situación venezolana. Apenas unos días después, el Grupo de Contacto que está compuesto por ocho países comunitarios (Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Portugal, España, Suecia y el Reino Unido) y tres de América Latina (Costa Rica, Ecuador y Uruguay), se reunió con los partidos opositores MAS, Copei, Cambiemos y Avanzada Progresista, quienes pudieron compartir su visión de la situación y las alternativas que vislumbran para salir de la crisis. Una de las pocas opiniones que se filtraron, es que hay varias oposiciones, la que busca una salida violenta y la que busca una salida de manera pacífica y negociada.
En el caso de China y Rusia, conocidos aliados del chavismo, se han mantenido activos y pronunciándose a favor del diálogo, siendo más evidente la participación del Canciller Sergei Lavrov y de otros funcionarios de alto rango del servicio exterior ruso.
Como si hiciera falta añadirle ingredientes a la receta, el lunes 20 de mayo Nicolás Maduro propuso adelantar las elecciones parlamentarias, las cuales estaban previstas para el año 2020. "Vamos a elecciones de la Asamblea Nacional para ver quién tiene los votos. Asumimos el reto, vamos para buscar una solución pacífica, democrática y electoral", dijo Maduro en un acto. Cabe recordar que la Asamblea Nacional es el único reducto controlado por la oposición desde el 2015, año en el que obtuvo la mayoría de los escaños. Para no quedarse atrás, ese mismo día el representante especial de Juan Guaidó en Estados Unidos, Carlos Vecchio, hizo lo propio y se reunió con un funcionario del Comando Sur. Vecchio calificó el encuentro como positivo y agregó que también participaron representantes del Departamento de Estado y del Pentágono.
En Venezuela hay un refrán que dice “muchas manos en el caldo, ponen el caldo morado” y es inevitable no pensar en él cuando tantos actores con disímiles intereses participan directa o indirectamente en un asunto que dejó de ser doméstico, para convertirse en un asunto que atañe o afecta a muchos países de la región.
Tomando en cuenta las iniciativas para abrirle una válvula de escape a la grave situación que se vive en Venezuela y haciendo un recuento de los asuntos de importancia que atiende el gobierno de Trump, como la guerra comercial con China y la peligrosa escalada de tensión con la República Islámica de Irán, algunos analistas sospechan que seguir respaldando a toda costa a Guaidó en su enfrentamiento con el chavismo, pudiese dejar de ser una prioridad.
Es así como los esfuerzos de los organismos e instituciones abocadas a facilitar una negociación para Venezuela cobran fuerza, a pesar de que tendrán que incluir el lidiar con un contexto interno muy peculiar y el estar muy pendiente de los movimientos que hacen actores externos con intereses muy marcados. Mientras a veces da la impresión de que gobierno y oposición se sienten cómodos jugando un partido feo, trabado, en el que ninguno está muy interesado en cruzar la mitad de la cancha, en las tribunas somos muchos los que estamos expectantes ante lo que pueda suceder.
Hay un chiste común entre los noruegos que dice que apenas un extranjero pisa Oslo, percibe que la paz mundial depende de ellos, no obstante el pensamiento prepolítico de un sector de la dirigencia política venezolana que defiende la idea de que negociar o sentarse a conversar con el adversario es traición, va a hacer lo posible por hacerle la vida de cuadritos a cualquiera que quiera ponerle paños fríos a una situación que se asemeja bastante a un callejón sin salida.