Embajador eterno
Dentro de las múltiples facetas que nos entregó Diego Maradona, la Política Internacional estuvo más que presente. La magnitud de su figura, el tono de sus declaraciones y la importancia de las causas que supo defender lo metió, tal vez sin proponérselo, de lleno en las entrañas del debate internacional.
La hegemonía de Estados Unidos, las contradicciones del Vaticano, el sueño de la Patria Grande y la defensa de la creación del Estado Palestino en su lucha contra la ocupación israelí tuvieron a Diego como protagonista.
Él no tenia necesidad de opinar de temas tan espinosos, los futbolistas no suelen involucrarse en esos debates pero Maradona transcendió y decidió ser fiel a sus principios.
Como lo hacía dentro de la cancha y desde su infancia rebelde en Villa Fiorito, Maradona no le temía a nada a la hora de provocar a los poderosos. Consciente de sus raíces populares y consecuente en el apoyo a los más humildes, Diego no tuvo reparos en cuestionar la prepotencia de Estados Unidos.
Su identificación con el Che Guevara, a quien llevó tatuado en su brazo derecho, y su amistad con Fidel Castro -tatuado en su pierna izquierda-, lo acercaron al eje progresista regional que irrumpió a comienzos de los 2000.
La presencia en el tren del Alba junto a figuras como Kusturica y el entonces candidato a presidente de Bolivia, Evo Morales, y su participación secundaria en la contracumbre en Mar del Plata marcó a fuego la relación con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y los líderes latinoamericanos. “Los quiero a mucho a todos, Argentina es digna, echemos a Bush”, fueron sus escuetas palabras ante la multitud presente en la Cumbre de los Pueblos que condenó al ALCA.
Maradona podría haberse sacado la foto e irse pero decidió viajar seis horas en el tren de Constitución a Mar del Plata, marchar como un ciudadano más y participar del largo acto en el Estadio Mundialista con el cierre de Chávez y el recordado “Alca, al carajo”.
La hegemonía de Estados Unidos, las contradicciones del Vaticano, el sueño de la Patria Grande y la defensa de la creación del Estado Palestino en su lucha contra la ocupación israelí tuvieron a Diego como protagonista.
Su retórica antiimperialista fue constante y para nada forzada. Sí, Diego era millonario pero entendió mejor que nadie los desafíos del continente para reducir las enormes desigualdades provocadas por la concertación de la riqueza. Podría haber sido aliado de las elites o poner su cara para una tarjeta de crédito como Pelé, pero eligió el camino más incómodo.
No le importó aferrarse a lo políticamente incorrecto y no titubeó en defender de modo cerrado y sobre la base de la lealtad a Nicolás Maduro, en medio de la tensión y la agudización de la crisis en Venezuela.
"Lo que me dejó Hugo fue una gran amistad, una sabiduría política increíble. Hugo Chávez ha cambiado la forma de pensar del latinoamericano, nosotros estábamos entregados a Estados Unidos y él nos metió en la cabeza que podíamos caminar solos”, dijo Maradona durante el funeral de Chávez en Venezuela en el año 2013.
Diego consideró a Fidel un segundo padre al que siempre le agradeció la recepción de Cuba en medio de sus problemas de adicción en donde, según las palabras del diez, “abrió sus hospitales cuando en Argentina se los cerraban”.
Fue un aliado de la izquierda, forjó un estrecho vinculo con Lula por quien hizo campaña en 2018, repudió su posterior encarcelamiento y apoyó con contundencia el pedido de Bolivia de jugar a 3600 metros del nivel ante el rechazo de la FIFA.
"En nombre de todos los argentinos les decimos que no le tenemos miedo a la altura", dijo Maradona en el estadio Hernando Siles en claro desaire a las autoridades del fútbol mundial. "Ustedes tienen que jugar dónde nacieron, hermanos. Ni Dios y menos Joseph Blatter pueden impedirlo”, sostuvo entonces.
Él no tenía matices, aunque existieran. O estabas con los pueblos (y los gobiernos populares) o te entregabas a las garras del imperio. Así pensó y así actuó sin temor a las críticas que eso podría generar.
Su origen peronista, la amistad con Fidel y Chávez, su compromiso con Néstor y Cristina y su devoción por la unidad latinoamericana fueron una marca que construyeron su liderazgo.
De la misma forma que se comprometió con la causa latinoamericana, Maradona fue un líder contra hegemónico. Sus frases siempre fueron contundentes, por ejemplo, en un encuentro con el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, durante la Copa del Mundo. Allí ambos se abrazaron y fue ahí cuando el futbolista le dijo al presidente de la Autoridad Palestina: “En mi corazón, soy palestino”. "El pueblo palestino tiene necesidad de ayuda de todos y yo estoy a su disposición. Soy el hincha número uno”, reforzó en declaraciones mediáticas.
El Vaticano también fue centro de críticas. En su autobiografía “Yo soy el Diego” contó su visita al Papa Juan Pablo II. “Entré y vi el techo de oro. Y me dije cómo puede ser tan hijo de puta de vivir con un techo de oro y después ir a los países pobres y besar a los chicos con la panza así. Dejé de creer, porque lo estaba viendo yo”. Tiempo después, con Francisco al mando, recuperó la confianza en la Iglesia Católica y se declaró “capitán del equipo de Francisco” y se involucró en iniciativas humanitarias como el Partido por la Paz en Colombia en 2015 en donde planteó: "Que este partido por la paz sea por la paz, que Colombia encuentre el camino a través de una pelota... Me siento orgulloso de poder estar, poder ser una pieza más de un partido por una paz que Colombia está mereciendo, que está en la puerta, basta de violencia. Cuando pasa algo grave en Colombia lo sentimos todos. Les pido a los colombianos que den su grito de paz”.
Todo esto es Maradona. El pibe pobre que se topó con los poderosos sin perder de vista su procedencia popular que decidió aportar, sin necesidad de hacerlo, su granito de arena en todas las causas que consideró justas. No era un analista al que se le demandó profundidad analítica, era un soldado más en una batalla desigual en la que eligió de qué lado pararse.
Parte del Siglo XX se fue con Maradona, un embajador eterno de la argentinidad y un militante contra los poderes que lo usaron con el mismos énfasis que lo despreció. La repercusión de su fallecimiento y la cobertura de todos los medios del mundo demuestran que Diego Maradona trascendió las fronteras, autoridades y clases sociales.