Será que no nos aman
No hubo luz al final del túnel
Noche
No hubo lluvia de inversiones
Lluvia
No hubo amor del mercado
Amas
Visiones sin definiciones. Exportaciones, bajar la inflación, reducir el déficit. Fue en julio de 2018, pero la conferencia de prensa presidencial de ayer podría haber tenido lugar en enero de 2016. Las mismas promesas, con poco para mostrar. Sin anuncios ni explicaciones de próximas políticas para contener los problemas diagnosticados, la promesa de un 2019 que reactive y un 2020 que consolide asoman como los nuevos brotes verdes, la nueva luz al final de un túnel que en realidad ya parece de longitud bioceánica.
Sobre que debemos exportar más, bajar la inflación y tener un nivel de déficit sostenible, no hay dudas y el consenso es unánime. Lo que faltaron fueron explicaciones que acompañen al voluntarismo declarativo ¿Cómo pueden bajarse 10 puntos de inflación en un año con ajustes de tarifas pendientes y una fragilidad cambiaria que no termina de calmarse? ¿Qué lección se aprendió en estos casi tres años sobre la rigidez de nuestro piso inflacionario? ¿Qué lección se aprendió de los últimos 7 meses, o mejor, de los últimos 3?
En este sentido, responsabilizar en un mundo turbulento y en la herencia del gobierno anterior la carga causal del “pasaron cosas” es muy complaciente respecto de la pericia de la administración cambiemos. Las señales contradictorias dadas por las autoridades económicas y cambiarias que propagaron la corrida, la agenda de prioridades con un sentido del mediano plazo que tapa las urgencias de hoy y la escisión entre la conducción macro y las iniciativas micro son elementos que no se asumen el discurso oficial como errores que llevaron a la actual delicada situación.
¿Cuáles pueden ser entonces los motores para el optimismo de cara al futuro? Repasemos. El consumo empieza a mostrar su retracción de la mano de salarios reales en baja, con revisiones paritarias que no se acercan al 30%-32% estimado de inflación para este año. Asoman amortiguadores en crédito blando para sostener demanda (renovación de Ahora 12, créditos a jubilados), pero su capacidad de mover la aguja es limitada. La inversión, sobre todo la local, se ve comprometida con márgenes de rentabilidad exiguos a causa de aumento de costos (tarifas y costo financiero, a la cabeza) y caída de ventas. El aumento de costos en dólares de bienes de capital del exterior también influye. El gasto, se sabe, tiende a bajar por decisión política y por condiciones del FMI. Y las exportaciones, si bien pueden mostrar mayor dinamismo al nuevo nivel de dólar en lo inmediato, verán su competitividad-precio cada vez más limitada ante el avance de la inflación en lo que queda de 2018, haciendo fútil el efecto del dólar alto. Por su parte, la recuperación brasilera mostrando cierta desaceleración de su ritmo aminora la expectativa de motor de las compras del país vecino sobre nuestras exportaciones.
Pero no hay que culpar al mundo que no estaba ahí cuando salimos en su búsqueda, ni a las inversiones que no llegaron, ni al mercado por buscar rentabilidad. Los errores de diagnóstico y pericia y las decisiones sobre ejes prioritarios son la base del escenario actual. Ni la noche, ni la lluvia, ni la playa. Será que no nos aman.