Paga Dios: el respirador artificial de una inflación en baja
Los esfuerzos por conducir la inflación hacia una tendencia a la baja empiezan, tímidamente, a verse recompensados. En mayo, el IPC registró un incremento mensual del 3,1% que, si bien aún se encuentra en niveles muy elevados, bajó respecto del 3,4% abril y se ubicó lejos del escandaloso 4,7% de la inflación de marzo.
La inflación entre mayo 2019 y el mismo mes de 2018 fue de 57,3%, un nivel altísimo que no resultará fácil de morigerar a pesar de estos primeros pasos en el cambio de tendencia.
Hay tres elementos que contribuyen a esta calma. En primer lugar, el sostenimiento de la política de estabilización iniciada en octubre vía control de agregados monetarios, que mantiene a raya de nulidad la expansión de pesos en el mercado mientras que convalida una tasa de referencia en niveles cercanos al 70%.
En segundo término, el permiso otorgado en abril por el FMI para poder intervenir en el mercado cambiario dentro de la zona de referencia cambiaria (ya no se la llama más “zona de no intervención”), en orden de poder tener más herramientas (reservas) para controlar posibles sobresaltos cambiarios. Con esta herramienta, el Banco Central cuenta con un poder de fuego que disciplina, al tiempo que el cierre de listas electorales “moderadas” ayuda y las tasas previenen, dando lugar a una paz cambiaria que genera respiros de alivio en Balcarce 50.
Por último, los congelamientos de las tarifas de servicios y transportes, que dependen del gobierno nacional son el tercer elemento que explica la baja en el ritmo de crecimiento de los precios.
Toda una batería de elementos para lograr este cambio de tendencia, pero ¿qué consecuencias pueden observarse? Y un poco más allá, ¿cuánto de artificial y cuánto de genuino tiene esta morigeración de la inflación si vemos la película más allá de la foto?
Morosos los que quedan
Como indicamos, la política monetaria del BCRA convalida tasas muy altas. Estas impactan en las posibilidades de financiamiento de empresas y familias, limitando su capacidad de captar préstamos y, a la vez, afectando (junto con la caída de la actividad) su capacidad de pago en tiempo y forma de sus obligaciones. Analicemos ambos lados del problema.
Hoy, una empresa que quiere descontar un cheque diferido enfrenta una tasa en torno al 65%. La tasa para cheques avalados a 30 días de plazo (las que cuentan con aval de SGR y permiten tasas más convenientes) se ubica cerca del 45%.
¿Por qué es importante para una PyME descontar? Porque necesitan afrontar a menor plazo que lo que cobran el pago de salarios, proveedores u otros gastos fijos. Una tasa sostenidamente elevada compromete el funcionamiento operativo de las empresas, apretando la cadena de pagos.
El estrangulamiento financiero puede observarse en datos recientes. De acuerdo al último informe de bancos del BCRA, en abril los préstamos al sector privado cayeron 29,8% real interanual. Al desagregar por sector se observa que el crédito total a empresas retrocedió 16,4%, siendo los préstamos al comercio y la construcción los que mayores caídas interanuales relativas mostraron.
Por su parte, los préstamos a los hogares (las familias) mostraron una contracción del 20% respecto abril del 2018. En suma la participación del crédito al sector privado en el activo bancario total cayó 9,9 puntos porcentuales entre abriles.
Por el lado del cumplimiento en las deudas, se observa como el sostenimiento de la tasa alta tensiona la cadena de pagos. El ratio de irregularidad del crédito al sector privado alcanzó 4,2% en abril, 2,2 puntos porcentuales más que el mismo mes del año pasado.
La morosidad de los préstamos a empresas representó 4% de la cartera total (+2,9 puntos porcentuales), mientras que la mora de las familias en sus obligaciones no hipotecarias se ubicó en 4,6% (+1,5 puntos porcentuales).
Consumir es más caro. El alto nivel de la tasa de interés también juega un papel preponderante, más cuando se observa que el 35% de las ventas en supermercados es con tarjetas de crédito, cuyos planes de financiación son cada vez más costosos y, en la ecuación familiar, tomar deuda de tarjeta para gastos corrientes (alimentos) de supermercado constituye una potencial bola de nieve.
La baja de 25 puntos de la TNA de Ahora 12 y sus derivados para estimular el consumo de durables es una soga en este marco. Con este cambio (válido solo para tarjetas bancarias), se estima que se inyecta un estímulo en torno a los $14 mil millones de facturación mensual mientras dure la medida, hasta el 31 de diciembre.
Sin embargo, el desafío de estos estímulos es que no se queden en el mero parche. Solo para comparar, la suba de un punto del salario real impactaría en un estimado de $90 mil millones.
Fuera del programa Ahora 12 y los productos que este alcanza, los intereses para financiar compras son elevados para las familias, impactando en el consumo, como muestran los indicadores de los últimos meses y como explicamos en ElCanciller hace dos semanas.
La inflación a futuro
En el corto plazo, se espera que esta desaceleración en la inflación siga observándose en los próximos meses. Para junio, algunas consultoras ya pronostican una variación inferior a 3%. No obstante, dado lo acontecido y el piso al que estamos subidos, la inflación de 2019 se ubicará en torno al 40%, 15 puntos arriba de lo heredado a comienzo de mandato y solamente superada por la inflación que se espera para Venezuela, Sudán y Zimbawe.
Que se asiente un camino de des-inflación es algo muy deseable, en orden de mitigar (y en lo posible enterrar) el riesgo de una espiralización del comportamiento al alza de los precios; amenaza signada por una corrida como la de 2018. Pero este camino no está exento de dificultades post diciembre de 2019.
La inflación de 2019 se ubicará en torno al 40%, 15 puntos arriba de lo heredado a comienzo de mandato y solamente superada por la inflación que se espera para Venezuela, Sudán y Zimbawe.
Como bien analiza el colega Matías Carugati en esta nota de TN, la inercia inflacionaria que heredará el próximo gobierno y el traslado a precios de una futura depreciación cambiaria serán más fuertes y sensibles en virtud del volátil desempeño económico de la Argentina entre 2016 y 2020.
Si bien gran parte del trabajo de corrección de precios relativos fue realizado, la presión por el sostenimiento de renta de los proveedores de servicios puede jugar un papel no menor, como ha sido visto en los últimos meses.
En cualquier caso y sobre la base de estos elementos, quien gobierne los próximos cuatro años deberá desarrollar una estrategia más fina, consistente y buscadora de acuerdos para conducir un proceso des-inflacionario que no tenga efectos de peso sobre la actividad.
El yenga de nuestra economía ya está en un piso elevado, rascándole la barbilla a Dios. El pulso, control y pericia de quien mueva las próximas fichas deberá ser preciso como un tiro libre de Riquelme para que no quedemos todos pagando.