Luces y sombras de cara a una semana incierta
El viernes pasado concluyó con un preocupante salto del dólar blue, que trepó en un día 9 pesos hasta llegar, de acuerdo a los siempre imprecisos relevamientos en tiempo real, a los 167 pesos, un aumento de más de 11% con respecto al cierre de la semana anterior. Más relevante aún es la brecha con el oficial, que alcanzó el 116%, lo que resultan niveles insostenibles para la economía en el corto plazo, aún si se lograra preservar el nivel de reservas. Pese a que la foto alarmante de una divisa sin techo en el paralelo es lo que impera a la hora de hacer un análisis, algunos elementos acaecidos en los últimos días deben ser también tenidos en cuenta para una visión más balanceada y no simplemente catastrofista.
En efecto, el intento de una política más integral que adoptó el gobierno a comienzo de mes, para torcer el actual escenario cambiario, evidentemente no resolvió las tensiones, pero eso no significa que haya sido completamente inútil.
En principio, la licitación del gobierno de bonos dollar-linked tuvo un éxito considerable, ampliándose su colocación desde los 500 millones de dólares proyectados hasta 1.766 millones, por una tasa de apenas 0,1%. El interés negativo de los nuevos bonos habla del excedente de pesos que existe y de las expectativas de devaluación del oficial que, si se compara con el rendimiento de otras alternativas en pesos, equivale a más del 40%. Pero también es consecuencia de la reconstrucción de las posibilidades de financiamiento en moneda local, un logro poco resaltado del gobierno que, de no haberse conseguido, hoy ya hubiera hecho imposible evitar el desborde cambiario. La colocación de estos bonos, junto a la implementación del BCRA de una nueva política de tasas de interés más uniformes y elevadas, va en el sendero de tener una mayor capacidad de absorción de los pesos sobrantes y reduce un canal de presión del tipo de cambio.
Por otro lado, la primera semana de funcionamiento efectivo del nuevo esquema de retenciones avizora unos iniciales tímidos resultados. De acuerdo a la información que circuló de fuentes oficiales, el sector exportador habría aportado más de 500 millones de dólares desde el martes, lo que se puede considerar un buen arranque. Será esta semana, cuando empezarán a efectivizarse las liquidaciones hechas durante la semana anterior, que debería notarse algún crecimiento más robusto de los ingresos, de manera de avanzar hacia los 3.500 millones que son vistos como objetivo. Sobre la evolución de esta variable girará la reunión entre el Ejecutivo y el Consejo Agroindustrial Argentino (CAA), en donde puede haber novedades para extender los beneficios arancelarios a la exportación de carne.
Finalmente, a pesar de que continúa presentando una evolución negativa, durante la última semana el volumen de salida de depósitos en moneda extranjera menguó con respecto al final de septiembre, mes en el que se retiraron ahorros por más de mil millones de dólares. Efectivamente, si bien la velocidad de las extracciones se mantiene alta, se redujo a la mitad en comparación a la semana anterior. Esto podría estar hablando de un menor grado de nerviosismo, al menos en lo que tiene que ver con la seguridad de las cajas de ahorro. Por lo demás, el BCRA anunció que esta semana simplificará la operatoria para que aquellos ahorristas que quieran vender sus dólares puedan hacerlo en el mercado MEP, a precios más altos, lo que puede incentivar que aquellos que mantienen un “canuto” en dólares lo saquen del colchón y lo utilicen aprovechando su alto nivel de compra actual.
Más allá de estas medidas de corto plazo que abordan lo inmediato y en buena medida son apenas instrumentos para tratar de que la crisis no espiralice, también hubo algunas pequeñas señales positivas en la dinámica de fondo de la economía. La concreción de la primera misión del Fondo Monetario Internacional parece haber concluido de forma positiva, existiendo, al menos en palabras de su titular, un principio de comprensión del organismo de la imposibilidad de exigirle a la Argentina que avance en un rápido equilibrio de sus cuentas. La visita fue leída como una muestra de la voluntad de ambas partes de acelerar los tiempos para el acuerdo, que debería estar cerrado para marzo.
En otro orden, la apertura del postergado proceso paritario se desarrolla hasta ahora con menor conflictividad de la que podría esperarse. La concreción la semana pasada de la paritaria más grande del país, la de los Empleados de Comercio, es una muestra de ello. El acuerdo por alrededor de 32%, si se toman las sumas fijas, va en consonancia con los de otros gremios y representa valores cercanos, pero menores, a la inflación proyectada. Según Ecolatina, entre el crecimiento del salario real registrado a comienzos de año y el retroceso en el marco de la pandemia, los salarios terminarán 2020 con una caída de 3%. Un número que no merece ser festejado, pero que, considerando el contexto de caída de más de diez puntos del PBI, se presenta dentro de todo leve. Por supuesto, esto de no mediar un nuevo salto en el tipo de cambio.
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Afuera del ruido de los banderazos de minorías efusivas y del comprensible malestar extendido en una sociedad que hace tres años ve empeorar sus condiciones de vida, entre los representantes sectoriales existe cierta comprensión de la necesidad de mediar esa tensión en orden de preservar un horizonte común. Aún a pesar de la ostensible dificultad del gobierno para ponerse al frente liderando el proceso, la predisposición de los actores económicos para un acuerdo social parece estar presente. Por supuesto, sin la acción proactiva del Ejecutivo, difícilmente un acuerdo entre expresiones corporativas vaya a generarse por sí solo y, si sucediera tal milagro, se puede presuponer sobre cual lado de la mesa estaría volcado. El arbitraje del Estado es fundamental para que, además de un pacto sustentable, se trate de uno justo.