El acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea ya es un hecho. A falta de conocer la letra chica del mismo, los protagonistas comerciales de ambos lados del Atlántico se encargaron de celebrar o criticar, según el rubro, la asociación estratégica de los bloques.

Y pese a que la mayoría de los mandatarios de los países miembros festejó un acuerdo de grandes magnitudes -en un contexto mundial en el que reina el proteccionismo y la guerra comercial entre Estados Unidos y China paraliza a las economías emergentes- no son pocas las preocupaciones que surgen a ambos lados del Atlántico.

La esencia de las exportaciones sudamericanas hacia Europa tendrán que ver principalmente con alimentos (granos, carne y pesca) y productos del primer orden. Los países del Viejo Continente intentarán, en cambio, compensar la balanza comercial con artículos que posean valor agregado: automóviles y autopartes, medicamentos y químicos, y tecnología, en menor medida.

En resumen, mientras Sudamérica aporta materia prima, Europa devuelve industria y valor agregado.

Campo vs Industria

A grandes rasgos, el Gobierno argentino, que lideró las negociaciones por su rol de presidente pro-tempore del Mercosur, tiene más para festejar que para lamentar, teniendo en cuenta la capacidad productiva del campo, la gran demanda europea en ese rubro y el alto poder adquisitivo de los nuevos socios.

Por eso, no llamó la atención la presencia de Luis Miguel Etchevehere, secretario de Agroindustria de la Nación, en la firma final del acuerdo. Pero mucho menos sorprendieron los festejos de la Sociedad Rural Argentina, de la que Etchevehere fue presidente y con la que mantuvo una buena relación hasta el regreso (inevitable) de las retenciones a la soja, el maíz y el trigo.

"El acuerdo es histórico porque, con él, Argentina pasa de tener acuerdos comerciales con 13 países a tenerlo con 40 naciones", sostuvo Daniel Pelegrina, el Presidente de la SRA. Y agregó: "Los europeos son los consumidores del planeta que más gastan per capita (más de US$2000 al año) en alimentos. La UE importa alimentos por U$S650 mil millones al año".

Sin embargo, no todas son flores en este acuerdo que representa a 800 millones de consumidores y casi una cuarta parte del PBI mundial. El sugestivo silencio de la Unión Industrial Argentina no hace más que confirmar el desencanto de sus dirigentes, que durante el macrismo se cansaron de llorar dólar más alto, reforma laboral, menos impuestos y tasas de interés bajas.

Brasil

En Brasil hay una mezcla de desinterés y disconformidad. Si bien una de las primeras medidas del ultraderechista Jair Bolsonaro fue desmantelar y vaciar de poder al Palacio Itamaraty, donde funciona el Ministerio de Relaciones Exteriores, en simultáneo fortaleció su relación comercial, política y militar con Estados Unidos e Israel.

Por ello, luego de demostrar que los acuerdos de la principal economía de Sudamérica se negociarían de manera bilateral (disolvieron la Unasur y dejaron a la deriva al Mercosur), en el Palácio do Planalto reinó el escepticismo respecto al pacto con el gran bloque europeo.

Aunque los referentes de la industria automotriz esperan un fuerte golpe a su producción, desde el gobierno de Bolsonaro descansan sus esperanzas (en la generosidad del amigo Trump y) en obtener un mayor volumen de producción y exportación de alimentos y una mejora en los costos de algunos productos que comercializan directamente con Argentina.

Unión Europea

Del otro lado del Oceano Atlántico la situación es, por supuesto, inversa. Mientras la canciller de Alemania, Angela Merkel, presionaba para firmar el acuerdo, por los beneficios que traían para la industria automotriz de su país, en Francia, Polonia, Irlanda y Bélgica hacían fuerza para voltear -o al menos dilatar- el pacto.

Luego de que Bolsonaro y Macri anunciaran hace poco menos de un mes la inminencia del acuerdo, los dirigentes agricultores de aquellos países entraron en pánico y le enviaron una carta al titular de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, alertándolo sobre el posible impacto negativo en la producción local.

Con el Reino Unido de salida por el Brexit y la guerra comercial China-EE.UU. erosionando los mercados, la Comisión Europea (cuyo mandato concluye en noviembre de este año) se apuró a sellar el acuerdo Mercosur-UE, pero sin dejar de atender los reclamos.

En el documento (parcial) que emitieron, los bloques se encargaron de aclarar que "el acuerdo no significa apertura sin contención", anticipando que habrá "mecanismos de salvaguardias bilaterales" que permiten suspender temporalmente las preferencias arancelarias o reducirlas en caso de amenaza o daño grave a un sector industria.