Barrabravas con estilo
Las imágenes que reflejan los medios de comunicación sobre la figura del barrabrava argentino se aleja bastante de lo que podríamos entender como "elegante": hombres panzones colgados de los paravalanchas, enarbolando bengalas y profesando cánticos contra el equipo contrario. Pero no todos los barras responden a ese estereotipo. A fines de la década del setenta, apareció en Inglaterra un movimiento denominado "casual" de la mano de los hinchas del club Liverpool FC.
Fue así como los grupos urbanos más violentos de la época pusieron de moda la ropa más elegante del mercado. En los viajes por Europa que realizaban acompañando a sus equipos, los casuals comenzaron a desarrollar un gusto por ropa de marca que no les era tan sencillo encontrar en Liverpool: Fila, Lacoste, Ralph Lauren o Kappa se convirtieron en deseos irresistibles para estos hombres que adoptaron la costumbre de ir de compras en cada viaje como hinchas.
La particular estética de esta tribu se fue extendiendo por todo el fútbol británico entre los grupos más violentos de hinchas. Los llamaron casuals porque sus atuendos respondían a una estética casual que incluía sweaters escote en v, chombas de piqué, camperas de jean, camisas, pantalones de vestir y zapato mocasines. Para ellos, era tan importante que su equipo ganara el partido como presenciar el triunfo vistiendo una bufanda Burberry.
Los atuendos de los casuals respondían a una estética casual que incluía sweaters escote en v, chombas de piqué, camperas de jean, camisas, pantalones de vestir y zapato mocasines.
Los casuals no solo buscaban una mejora estética con su nueva vestimenta: en la ropa de lujo encontraron una especie de camuflaje que les permitía pasar como aficionados y evitar el escrutinio de la policía.
En los sesenta la sociedad postindustrial se había edificado sobre ciertos mecanismos de control y sistematización, tanto en la educación como en la vida familiar y, sobre todo, laboral. Los jóvenes, incómodos con este modelo de sociedad opresora, comenzaron a manifestarse de distintas maneras. Así como en la música se desplegó el punk, en las canchas y en las calles la violencia se hizo sentir de la mano de las subculturas futbolísticas, como los hooligans.
Cada subcultura adopta una serie de valores y códigos que los agrupa e identifica. En el caso de los hooligans, además de sus modos de hablar, caminar y moverse en la ciudad, generaron su propio estilo de moda. Usaban ropa lo suficientemente cómoda para pelear y correr, generalmente proveniente de marcas populares del momento, como Burberry y Fred Perry. Las chombas con los laureles bordados, que simbolizan el underground, la resistencia y la calle, fueron icónicas para esta tribu urbana.
También usaban ropa de la marca italiana Franklin & Marshall, que nació gracias a la obsesión de dos jóvenes emprendedores con la ropa deportiva vintage. Ofrecían pantalones de jean de corte recto y parkas de gabardina. El atuendo se completaba con zapatillas Adidas, Reebok o New Balance. Curiosamente, Adidas tiene catálogos exclusivos que recopilan el estilo hooligan e incluyen las chombas, camperas, rompevientos y zapatillas más usadas por estos “barras”, los modelos “Samba” y “Gazelle”.
En Alemania ocurrió algo similar, la cultura de los “ultras” ha evolucionado en los últimos años, convirtiéndose en un movimiento político y cultural que va más allá de los equipos de fútbol: es una actitud, una válvula de escape tanto en lo político como en lo recreativo, y un espacio de pertenencia para los más jóvenes. Cuando uno observa las camperas North Face y las zapatillas New Balance con las que se uniforman estos simpatizantes de fútbol, se entiende que la moda es un componente fundamental de su identidad.
La evolución natural de estas tribus estuvo determinada por la violencia. A medida que los enfrentamientos con hinchas de los equipos contrarios fueron subiendo de tono, las hordas de jóvenes estilosos se fueron trasladando a nuevos escenarios, como pubs y discotecas. Actualmente no quedan demasiados exponentes de estas subculturas, ya que la mayoría ha envejecido y la violencia en los estadios es una problemática bastante controlada en Europa.
Lo que ha sobrevivido es el estilo, que ha sido recuperado por las nuevas generaciones y reinterpretado por las marcas de moda que pretenden captar el segmento de consumo millenial a partir de la estética ahora denominada “streetwear”. Una vez más, la industria confirma que las tendencias de moda que más perduran y más adeptos generan surgen de los espacios más inesperados, y que quien gana la calle gana el partido.