Sobrevivir hasta el final de los tiempos
Argentina tiene 15.000.000 de ciudadanos que cada mes reciben algún aporte estatal. Esto es: sueldo subsidio, pensión, jubilación o algún tipo de monto de dinero específico. A "grosso modo”, el 34% de la población argentina vive del Estado.
Ese 34% de la población vive del aporte de lo poco productivo que quedó en pie después del kirchnerismo. Resumiendo: productos del campo, algo de aluminio, un poco de acero, algo de productos químicos. Punto.
Así las cosas, guste o no, no se puede tener un país próspero. Argentina no tiene la estatura para prosperar. Es como si con mi metro setenta a los casi 40 años fuera al gimnasio todos los días a estirar para llegar a un metro noventa. No va a pasar, soy enano y moriré enano. Argentina no es próspera y no lo será hasta el fin del mundo.
¿Por qué Argentina no es próspera ni lo será nunca? Por las células que componen su organismo no están concebidas para prosperar sino para sobrevivir. Yo a los casi 40 años estoy compuesto por células que a duras penas hacen lo que pueden para que yo pueda escribir esto. A lo sumo me dan de yapa algo de fuerzas para salir a correr dos veces por semana.
La diferencia es que mis células son más o menos iguales a las del resto de los cuarentones (saquemos a Ginóbili, que de todas formas no debe ser humano). Pero en el caso de Argentina sus células no son iguales a las del resto de los países del mundo. En algún momento de la historia, ese núcleo de deseo de prosperidad y éxito que tienen mayormente todos los seres humanos se anuló en el país. Digamos que con Perón, pero si nos ponemos en exquisitos podemos ir un poco antes a Yrigoyen.
Con el primer populismo argentino en manos de Yrigoyen comenzó la debacle celular y su núcleo de prosperidad se terminó de aniquilar con la ejecución sumaria a manos del peronismo unos años después. Punto final, caballeros.
Hoy, nos encontramos con el primer gobierno en 100 años que va al gimnasio todos los días para poder estirar y crecer. Pero las células no quieren crecer y aunque quisieran, no pueden. Cualquier país del mundo, al darse una mirada interior y ver la desgraciada estructura de producción que tiene Argentina, cerraría todo el estado y dejaría un par de oficinas para orientación al turista. El resto que sea Afganistán, porque el sustrato cultural del país es aun peor que el del país asiático, que bien o mal es un pueblo orgulloso basado en rechazar invasiones militares hace milenios.
Como la alternativa afgana tampoco se puede hacer porque Argentina carece de orgullo propio, queda la tibieza actual. Ajustar un poco, sin ofender, ir para adelante y luego retroceder, mezclar una célula sana como Aranguren junto a una célula dañada y argentinizada como Peña. Sobrevivir en el camino de la intrascendencia mundial hasta el fin de los tiempos.