Martín Caparrós publicó una ¿crónica? sobre Miami para El País. Como suele ocurrir en estos casos, Martín resbala con una cáscara de banana habitual en el trasiego de los todólogos: escribir en dos semanas lo que llevaría dos años. O dos décadas. No es una acusación, a los que trabajamos en medios masivos nos pasa de vez en cuando. En el afán de facturar -la luz y el gas no se pagan solos- uno se compromete con demasiados encargos y proyectos y termina entregando cosas a las que les falta un golpe de horno. O dos.

A veces toca tocar de oído y en su paso fugaz por Miami Martín hizo exactamente eso. Tocó y se fue. Atenti, es difícil, incluso para gente de altísima preparación profesional y académica como Caparrós, evitar el llamado “sesgo de confirmación”. Conscientemente o no, Martín vino a corroborar lo que sospechaba. A construir sobre sus prejuicios. A ver lo que quería ver y a escuchar lo que quería escuchar. No sólo es culpa de él, eh. También es culpa de Miami por no haber querido, podido o sabido modificar su imagen a lo largo de los años.

La descripción superficial y parcial de la ciudad que hace Martín es habitual en personas de habla hispana que vienen a Miami y hablan sólo con hispanos. Digo vienen porque llevo 20 años acá. Llegué por casualidad, como tantos. Estaba en Nueva York trabajando en una, ejem, importante agencia de publicidad de Madison Avenue. Ganaba lo necesario para que un creativo publicitario veinteañero protohipster subsistiera en los por entonces dominios de Rudy Giuliani, en el fin de la era Clinton y los años previos al atentando en las torres. Nueva York vivía una acelerada “gentrificación”. Ese fenómeno urbano que tantos denuestan. La ciudad se ponía cada día más cara: alquiler, supermercado, etc. Encima los impuestos eran, son, altísimos.

Miami, Martín Caparrós y el sesgo de confirmación

A poco de comenzar el siglo XXI recibí una oferta de otra importante multinacional de la publicidad para mudarme. No sólo me ofrecieron un sueldo más alto: tras hacer los cálculos tributarios caí en la cuenta de que en Florida se aporta mucho menos al fisco. Además, por menos de lo que pagaba por un monoambiente claustrofóbico en Manhattan me alcanzaba y me sobraba para alquilar un departamento del doble del tamaño, con vistas al mar a 200 metros de la playa. Acepté la oferta ipso facto.

Volviendo a Caparrós, repito: si bien creo que se equivoca garrafalmente esta réplica NO ES UNA ACUSACIÓN. No creo que haya mala fe en sus palabras. Escribe de puta madre y su artículo está muy bien, más allá de ciertos barroquismos caparrósicos que, dada su trayectoria, tiene todo el derecho del mundo a permitirse. Insisto, su percepción incompleta de Miami no es infrecuente y admito que es la misma que tenía yo hace 20 años.

Impuestos y gerontes

Caparrós falla en analizar las raíces de la realidad de Miami. Si cree que acá hay ostentación, es porque no se le ocurrió ir a Palm Beach, donde hay diez veces más opulencia. Acaso por sus tics de intelectual de izquierda, necesita creer que no puede no ser turbia y vergonzante la explicación de la bonanza de Miami: la cocaína, el hampa, el capital malhabido y los clichés habituales. Es una visión trunca desde un punto de vista histórico, económico, demográfico y cultural. Así como algo tan poco épico como la píldora anticonceptiva fue fundamental para dar lugar al feminismo de los 60, las razones de la fisonomía actual de tantas ciudades del estado de Florida como Miami tienen una explicación más bien trivial: el clima, el régimen impositivo, el aire acondicionado.

Los inviernos cálidos de Florida atraen a friófobos de los estados del norte del país, “snowbirds” que le escapan a las crudas temperaturas entre noviembre y mayo (en particular gente mayor retirada de Nueva York y no pocos canadienses). En algún punto las autoridades floridanas optaron por no cobrar “state income tax”, dado que estos abueletes, en muchos casos pensionados de clase media pura, ya no tenían ingresos. En la mayoría de los estados de EE.UU. se cobra federal income tax y además state income tax. En Florida este último no corre. La gente mayor vive de sus pensiones y sus ahorros: cobrarle ingresos brutos es un error de apreciación. Es más, es moralmente injusto. Ya no están en edad activa. Se están comiendo, a mayor o menor velocidad, el patrimonio que construyeron mientras formaban parte de la fuerza laboral.

Miami, Martín Caparrós y el sesgo de confirmación

La curiosidad es que una legislación pensada para favorecer a la tercera edad por propiedad transitiva empezó a atraer empresarios y millonarios que decidieron instalarse todo el año, incluidos los veranos asfixiantes. Como suele ocurrir, el capital gravita hacia donde puede crecer y multiplicarse. Ojo, en Florida se cobran impuestos muy bajos a la renta y al ingreso pero los impuestos inmobiliarios son considerablemente altos. Ahí es donde el fisco encontró su manera de financiarse. Es un pésimo negocio tener propiedades vacías en Florida (es decir sin alquilar).

Con una salvedad: el “property tax” se paga con descuento cuando el propietario demuestra que una casa o departamento es su residencia permanente (se entiende como tal a estar físicamente al menos seis meses y un día durmiendo en la propiedad en cuestión). Por ahí va el tema tributario, a grandes rasgos.

Disculpáme por lo que te voy a decir, Martín, pero noté en tu tono un tufo a gerontofobia.

Gays & Lesbianas

A propósito de fobias: en su largo artículo Martín no menciona que Miami es una de las ciudades pioneras, tal vez del mundo entero, en abrazar la diversidad sexual y la inclusividad para personas LGBTQ. Desde hace varias décadas es un refugio para personas que huyen de culturas y/o comunidades sexualmente represivas. Ya en 1970, menos de un año después de las manifestaciones de Stonewall en Nueva York, Miami fue una de las primeras ciudades donde tuvo sede la Metropolitan Community Church, una congregación protestante que tiene como principio fundacional una política de puertas abiertas y aceptación a todas las orientaciones sexuales.

En 1972 en Miami, la Convención Nacional del Partido Demócrata dio un paso impensado por la inclusión e invitó a dar un discurso a Jim Foster, uno de los primeros activistas gays del país y acaso del mundo.

En 1977, Miami fue una de las primeras ciudades de EEUU y del mundo en legislar contra la discriminación por orientación sexual en el ambiente de trabajo, alquiler de vivienda y demás. Miami siempre fue un destino turístico para la comunidad LGBTQ por su atmósfera de laissez faire: ya en los 70 había reconocidos bares y discotecas del ambiente gay. En lo puramente anecdótico: ¿por qué suponemos que Gianni Versace vivía en South Beach en los 80?

Miami, Martín Caparrós y el sesgo de confirmación

Cuando Cuba dejó salir a los “marielitos” en los 80, el gobierno en La Habana aprovechó para sacarse de encima a gran cantidad “desviados sexuales” que el régimen encarcelaba o recluía. Key West y Fort Lauderdale, en muchos sentidos dos satélites de Miami, también son reconocidas mundialmente como puntos de gran calidad de vida para la comunidad LGBTQ.

Judíos ortodoxos y seculares

Hablando de dar refugio a comunidades objeto de discriminación, Miami y el sur del estado de Florida son históricos enclaves de la colectividad judía de EEUU. Antes de que llegaran los hispanos, esto era -y es- un vibrante y pujante entorno de acogida para distintas vertientes del culto judío, desde las ramas más ortodoxas y tradicionalistas hasta judíos seculares que, no obstante, viven su cultura y sus tradiciones abiertamente día a día.

En el corredor que va desde la zona Art Deco de South Beach hasta Aventura viven miles de familias judías desde hace décadas. El Fontainebleau y el Eden Roc, los dos hoteles emblemáticos de Miami en los 50, 60 y 70 recibían muchas familias judías neoyorquinas en los meses de frío, en una época en que era habitual que cualquier restaurant o establecimiento comercial se le diera por colgar con toda naturalidad un cartel en la puerta prohibiendo la entrada a negros, judíos, latinos y perros.

Miami, Martín Caparrós y el sesgo de confirmación

Hoy, sumados a los neoyorquinos y canadienses de siempre, miles y miles de europeos -muchos franceses- están llegando a Miami año a año escapando del ambiente cada vez más denso que se vive del otro lado del Atlántico. Un conocido mío, su hijo juega al fútbol con mi hijo, francés, de religión judía, fanático del Marseille, me dijo literalmente: “en Francia ya no se puede vivir, el antisemitismo y los impuestos están fuera de control”.

Culos, tetas y cocaína

Otra cosa que me sorprendió de la nota de Caparrós es que pasajes enteros son una letanía, un puchereo constante contra los culos, las tetas, los músculos y los tatuajes. ¿Qué problema tenés, Martín, con gente que vive y disfruta su sexualidad intensamente? Cada dos párrafos hacés comentarios despectivos al respecto. Si ves gente de 50 que quiere parecer de 30 los denostás. Si ves gente de 70 que quiere vivir su vejez en paz, también los cuestionás. No hay bondi que te deje bien, Martín.

Si una chica está buena y tiene un buen culo y un buen par de tetas (posiblemente tuneadas en un quirófano de Medellín) y puede ganarse 500 dólares por noche poniendo copas en una discoteca para turistas mostrando las nalgas hipertrofiadas cada vez que se estira para alcanzar una botella de tequila ¿qué problema hay? ¿O te parece que debería ponerse una sotana? ¿Tu educación católica, burguesa y represiva te está traicionando, Martín? Creía que eras un producto de la educación pública, laica y libre. No lograste superar el gen puritano y reprimido de las orgas de los 70 se supuestamente frecuentabas. No te enojes, chiste chiste.

Miami, Martín Caparrós y el sesgo de confirmación

Te cuento, esa discoteca de la que hablás en el sótano del hotel Fontainebleau, Liv, fue fundada por un gordito picarón que se llama Dave Grutman. No es un narcotraficante colombiano, es un pibe avispado que laburaba de bartender, apostó a un negocio, puso una discoteca en un sótano y le salió bien ¿te parece mal? Causan gracia también tus comentarios condenatorios sobre el narcotráfico. ¿Vos nunca probaste drogas, Martín? ¿Nunca una rayita de perico? ¿Llevás décadas en círculos literarios y periodísticos en América latina y España y nunca viste gente a tu alrededor vendiendo, comprando y consumiendo drogas? Vamos, Martín, no seas hipócrita. Nos vas a hacer pensar que sos un careta irrecuperable. No critiques cosas en las cuales somos parte del problema. Te informo que tus países de origen y/o residencia, Argentina y España, son dos de los más grandes consumidores de cocaína per cápita del mundo. Donde hay demanda es inevitable que llegue la oferta. ¿Qué opinás del consumo de drogas por parte de adultos para fines recreativos? Lo hablamos otro día.

Optimismo y convivencia

Miami, con todos sus defectos, es un experimento de optimismo y convivencia. Vivir y dejar vivir. Repito: me llamó la atención, Martín tu mirada reprobatoria y censuradora. Te hacía más abierto a lo nuevo y lo distinto. Te falta algo que en Miami sobra y es uno de los principios constitucionales de EEUU: the right to be left alone. Ojo, no corresponde traducirse literalmente, no es el derecho a “estar solo” sino algo que mucho nos cuesta a los latinos: no entrometernos en la vida de los demás. ¿Hay gente con baja autoestima que se deja llevar por la presión social del consumo y la ostentación?

Claro que la hay. La libertad también es aceptar la horterada, dejar que los grasas sean grasas.  Los latinos, para lo bueno y para lo malo, somos muy grasas. Si entendemos “grasa” como una inclinación a invadir el espacio sensorial y emocional del prójimo.

Pre y posguerra

Miami ya era “The American Riviera” muchísimo antes de que llegaran los cubanos y los narcos colombianos. En los 20, los 30, los 40 y muy especialmente en la posguerra, Miami era un centro de vacaciones accesible para la clase media. En la posguerra, los excombatientes que habían vuelto del frente y se incorporaban a la pujante clase media de la época encontraban en Miami un lugar accesible para veranear con sus familias, al que se podía llegar en auto o en tren. El tren llegó a Miami, y hasta Key West, gracias un magnate que quería elevar el valor de la propiedad a lo largo de la costa este de EEUU, donde había hecho varias inversiones, Henry Flagler. Se fundió.  Pero por lo menos se jugó.

En los 50 y 60, Sinatra, Dean Martin, Sammy Davis Jr y todo el Rat Pack a pleno pasaban los inviernos en Miami. Jackie Gleason hacía su popular programa de TV desde Miami.

Ricos y pobres

Es verdad que hay disparidad socioeconómica en Miami. Es inevitable que haya desigualdad en una ciudad que atrae y alberga al mismo tiempo a multimillonarios de todo el mundo y a cientos de miles de inmigrantes, muchos de ellos indocumentados, sinn estudios, que no hablan el idioma y buscan trabajo, dignidad y una oportunidad. Miami es muy parecido en algún sentido al Barrio Norte porteño donde de un lado de las vías está el metro cuadrado más caro de la ciudad y del otro una favela tercermundista.

Con una salvedad, en Miami los ricos y los pobres no se odian ni se roban mutuamente. Todo lo contrario. Absorber y asimilar esa inmigración centrípeta lleva no menos de una generación hasta que aprenden el idioma, regularizan su status inmigratorio y demás.

Miami y La Habana

Volviendo a la historia: Florida fue durante muchos años un estado agrícola sin importancia estratégica o económica. Un lugar remoto e inhabitable por el calor y las plagas. Lo triste de todo esto es que el rol que hoy asumió Miami como un vibrante rejunte cultural y económico de múltiples nacionalidades y culturas le debería corresponder a La Habana, el epicentro estratégico y comercial de Iberoamérica durante varios siglos. Es decir, Miami ocupó el lugar que La Habana dejó vacante por autoboicotearse con obstinación pobrista y estupidez ideológica.

Hoy la capital cubana es una ciudad fantasma en ruinas, material, cultural y espiritualmente, mientras que Miami, otrora un pueblucho cuasi inhabitable de provincia, le robó el relámpago. La vieja costumbre de autosabotearse tan habitual en culturas hispanocatólicas.

Arte, arquitectura, literatura y música

Mucha gente dice que en Miami no hay cultura ¿comparado con qué? Miami, guste o no, es un polo global de empuje y experimentanción arquitectónica. Los desarrolladores inmobiliarios se permiten extravagancias que en otros lados serían snobeadas por el establishment y las autoridades. Los grandes arquitectos del mundo viven a los codazos para conseguir proyectos en este escaparate global que les representan erigir edificios residenciales, turísticos y comerciales en la ciudad. El turismo, perdón por el perogrullo, es la industria sin chimeneas. Muchas compañías globales de cruceros tienen aquí sus casas matrices.

Miami es uno de los epicentros mundiales de la música electrónica (si suponés que la música electrónica no es cultura, bueno, atrasás 30 años).

Bob Marley vivía y grababa en Miami. El festival de reggae más importante del mundo fuera de Jamaica se hace en Miami todos los años. También se hace en Miami uno de los festivales de hip hop más grandes del país: Rolling Loud. En Miami estaba el estudio de grabación Criteria (rebautizado The Hit Factory) donde producían y producen desde hace más de 50 docenas y docenas de músicos ultra consagrados, desde Abba o Aerosmith hasta Justin Bieber, James Brown y Frank Zappa, pasando por Bee Gees, Adele y Fleetwood Mac.

Miami, Martín Caparrós y el sesgo de confirmación

En Coconut Grove, en los años 60 y 70, había un epicentro de trovadores folk casi tan importante como la de San Franciso o el Village neoyorquino: Joni Mitchell y tantos otros vivían y tocaban en cafés todas las noches para un puñado de fans. Era un punto de refugio para la contracultura y ya incipientemente, en paralelo al movimiento que surgía en The Castro o el Village, le daba la bienvenida a gays y lesbianas buscando vivir en paz a resguardo de autoridades represivas.

Miami es además el centro de gravedad de la música del Caribe: salsa, merengue, bachata, danzón, son. Y ahora del reggaetón y el cubatón.

Sé que mucha gente considera a estos últimos géneros musicales inferiores: me parece evidencia de snobismo casposo y, posiblemente, racismo enclosetado. En Miami se celebra una de las ferias literarias multilingües más importantes del mundo: la Miami Book Fair. Año a año vienen los autores y editores más importantes del mundo a presentar sus obras. Miami tiene Art Basel, la feria itinerante de arte moderno más importante de occidente que mueve miles de millones en ventas cada año. Te puede gustar o no esta intersección entre creatividad y capitalismo, pero es innegable que da resultados, oportunidades y TRABAJO DIGNO a mucha, muchísima gente. Las grandes galerías de arte del mundo se matan por estar presentes cada año en la muestra.

No sólo eso: Art Basel generó un cúmulo de pequeñas muestras e iniciativas a su alrededor que intentan barrenar la estela de la ola: Design Miami (diseño industrial y de interiores).

Inmigrantes y turistas

En Miami el 70% de los residentes son inmigrantes (una gran mayoría extranjeros). Hay fuertes comunidades cubanas, colombianas, venezolanas, dominicanas, jamaiquinos, nicaragüenses, haitianos, mexicanos, brasileros, peruanos, argentinos, italianos, españoles, franceses, israelíes, rumanos, filipinos, chinos, etc etc etc. En el norte la colectividad rusa es tan grande que hay docenas de locales a la calle con carteles en cirílico. Sumales los turistas de todo el mundo. En una semana podés llegar a escuchar conversaciones 15 idiomas. Además de los católicos y evangelistas de raíz hispana, los protestantes anglosajones y una de las colectividades judías más grandes de EEUU, también hay musulmanes y muchos cultos sincréticos afrocaribeños: santería, orishas, vudú, etc.

Industria, tecnología, deporte y salud

Miami no sólo es un centro turístico, financiero. Es un polo naviero, sede de una de las ferias de náutica más importantes del mundo: los puertos de Miami y Fort Lauderdale son centros estratégicos del comercio mundial. Hay muchas empresas de tecnología, farmacéuticas y miles de pymes textiles que emplean a cientos de miles de personas (tiene una pujante industria textil). La vedette tecnológica del momento en desarrollo de realidad virtual y aumentada, Magic Leap, está unas pocas millas al norte. Su fundador es un ingeniero biomédico egresado de la Universidad de Miami, Rony Abovitz, que ya había hecho una gran fortuna desarrollando instrumental quirúrgico robotizado. Se dice que Google y otros líderes de Silicon Valley llevan invertidos varios millardos de dólares en su nuevo emprendimiento.

Otra consecuencia inesperada de que Miami, y Florida, atrajeran a gente de la tercera edad es que se volvió un polo de alta complejidad médica, no sólo en condiciones degenerativas de la vejez como podrían ser Alzheimer o Parkinson. Miami tiene algunos de los hospitales y especialistas más reputados del mundo en disciplinas como oncología, cardiología, neurología y ortopedia. ¿Medicina deportiva? Ni hablar: dado que el estado de Florida es una de las capitales mundiales del golf, el tenis, los deportes náuticos, el fútbol americano y el baloncesto, hay un tejido de tratamiento de lesiones y performance deportiva.

Miami, Martín Caparrós y el sesgo de confirmación

Y sí, como en Miami se pagan pocos impuestos, muchísimas eminencias de la medicina ganan mucho dinero y se pasean en Rolls Royce, como sus pacientes que juegan en el Miami Heat, los Miami Dolphins, los Marlins.

Muy pronto, David Beckham y un grupo de empresarios van a desembolsar cientos de millones para que Miami tenga su equipo de soccer y un estadio de vanguardia arquitectónica: Inter Miami (el Club internacional de Fútbol de Miami, así literalmente en español).

Discapacidad y movilidad

Miami es una de las ciudades más habitables, por ejemplo, para personas en silla de ruedas: pueden vivir con total autonomía. Todos los edificios, centros comerciales, restaurants, calles y aceras son sumamente transitables para personas con problemas de movilidad. No es casualidad: forma parte de un estricto código de edificación desde hace años. Tengo familiares con problemas de movilidad en Buenos Aires, Madrid y Barcelona y te puedo asegurar que esas ciudades no le llegan ni a los talones a Miami en este aspecto. En fin.

Como toda comunidad que crece aceleradamente, Miami sufre de “growing pains” (así se le dice en inglés a los dolores y achaques que aquejan a los adolescentes cuando pegan el estirón). El tránsito se está poniendo muy complicado, a pesar de Uber, Lyft y el transporte público en muchos casos totalmente gratuito. Sugiero que no critiquemos a Miami con una percepción parcial y atrasada. Se corre el riesgo de quedar como lo que en España llaman un “paleto”.

Martín, la próxima vez que vengas a Miami te sugiero que hables con el desarrollador inmobiliario italiano Ugo Colombo, la benefactora de las artes Adrienne Arsht, la empresaria y coleccionista de arte Adriana Cisneros, el empresario de los bienes raíces y el diseño Craig Robbins, el empresario farmacéutico Phillip Frost, el escritor y periodista Carl Hiaasen, el humorista y periodista Dave Barry y el legendario ex coach de los Dolphins Don Shula, por mencionar sólo algunas personalidades locales que podría entrevistar al cabo de dos semanas.