Macri, entre la bala y la pared
La ministra Patricia Bullrich autorizó a las fuerzas de seguridad a disparar sin dar la voz de alto y sin mediar agresión directa previa. Rápidamente, Elisa Carrió le salió al cruce. ¿Paso de comedia o ruptura en puerta?
La decisión de la ministra de Seguridad tiene un fin electoral. De eso no hay dudas. Estamos frente a la cuarta o quinta vez en el año que el oficialismo impulsa el tema de la mano dura en la agenda nacional.
¿Los motivos? Primero, es un terreno en el que se siente cómodo porque al presentarlo en una falsa dicotomía entre "dejar libres a los chorros" o "meter bala", lamentablemente una parte considerable de la sociedad escoge el camino de la mano dura, sin tener en cuenta que existen otros matices en el medio como leyes fundamentales que nos protegen de estas locuras.
En segundo lugar, el oficialismo necesita contener a su núcleo duro de votantes que se sienten "traicionados" frente a las constantes malas noticias en el plano económico. Pasada la espuma del G20, tuvo que relanzar el tema en la discusión pública. ¿Pero a qué costo?
Bien sabemos que detrás de la nefasta decisión de Patricia Bullrich está Mauricio Macri, ya que es una de sus ministras favoritas por la obstinación con la que defiende todas las barbaridades de la agenda de seguridad de su gobierno. Por eso no deja de llamar la atención la crudeza con la que Elisa Carrió salió a criticar la medida.
Cabe recordar que la líder de la Coalición Cívica se encuentra en un momento tenso en su relación con el hijo de Franco. La nombraron "supervisora de abeja" durante el G20 y eso la mantuvo ocupada hasta que la abeja -y los líderes mundiales- se fueron.
"A mí me parece que esta reglamentación firmada por la ministra Bullrich viola los derechos humanos fundamentales. Nosotros no vamos a ir al fascismo", afirmó la diputada nacional.
No es la primera vez que Lilita critica alguna decisión del gobierno que integra y después termina levantando la mano para aprobar eso que antes criticó.
Sin embargo, no es la primera vez que Lilita critica alguna decisión del gobierno que integra y después termina levantando la mano para aprobar lo que criticó. De hecho, el paso de comedia es por demás conocido. Macri dispone una orden, Carrió la denosta con fiereza, luego se hace alguna pequeña modificación y terminan todos amigos otra vez. De manual.
Esa vieja jugada busca encapsular a la oposición. Sucede que de esta forma, la Coalición Cívica o los radicales simulan un enojo interno para ocupar el espacio opositor. No obstante, la voluntad del oficialismo sigue en marcha. Reuniones, fotos, cámaras, tweets y, por último, una ley aprobada en el Congreso que la repudian todos menos ellos. Todo ganancia.
Pero esta vez la movida parece ir un poco más allá. Antes del G20, Elisa Carrió ya venía comiendo banco desde hace un tiempo, mandando señales de su disgusto por el rumbo oficial.
Ahora, reaparece con una opinión muy dura sobre una de las ministras favoritas del presidente. Si bien esto puede responder a la estrategia de "falsa oposición" mencionada, a Lilita puede servirle para dejar la puerta de escape abierta y, así, abandonar la coalición de gobierno. Ya se ve venir la Chacho Álvarez de Cambiemos.
En este marco, Macri se encuentra entre la espada y la pared porque, dentro de la coyuntura actual, no puede darse el lujo de perder a una de sus principales aliadas. El personaje de Carrió es tan incómodo como necesario porque siempre ha sido funcional a la alianza Cambiemos por su buena imagen en los sectores medios oficialistas y porque le lava la cara cuando salta alguna sospecha de corrupción.
¿Estará el presidente dispuesto a sacrificar a una de sus alfiles?