La realidad golpea a San Lorenzo
La realidad golpea a San Lorenzo. A veces duele, pero nunca miente. La derrota con Huracán 2-0, en Mar del Plata, tocó la puerta de varios que miran para el costado. Un equipo desganado, desorientado y sin ambiciones quedó al descubierto.
No suele perder los clásicos ante su devaluado rival. Y por más que hayan entrado más suplentes que titulares, el cimbronazo se sintió tanto en La Feliz como en Boedo. A nadie le gustó la imagen que mostró el equipo.
Pero no es culpa entera del Pampa Biaggio que, a costa de buenos resultados en el último tramo de la primera parte de la Súperliga, justificó de alguna manera su permanencia en el puesto. Aunque, teniendo en cuenta el desarrollo de cada partido, pocas veces se observó un funcionamiento que ilusionara a los hinchas.
"El Ciclón está a tres de Boca", presumen por los pasillos del Pedro Bidegain e intentan justificar la política de austeridad del presidente, Matías Lammens, y sus laderos en el club. Lo que no perciben es que pueden presumir del ahorro sin desembolsar una millonada, sino acertando con alguno de los refuerzos.
En los últimos mercados de pases, el conjunto de Boedo trajo, por citar algunos ejemplos, a Gonzalo Bergessio (hoy en Vélez), Fabricio Coloccini y Gonzalo Rodríguez, entre otros que pegaron la vuelta, pero no se acomodaron ni cumplieron con las expectativas. Al menos por ahora.
Hasta ahora, los goles de Nicolás Blandi, el atrevimiento de Ezequiel Cerutti y un impecable Paulo Díaz sostienen a un plantel repleto de dudas que se mira y no sabe por qué está tan cerca de Boca Juniors.
Parece tratarse de un San Lorenzo conforme con lo que vive. Bajo las premisas "hay que cuidar el dinero" y "si se acuerdan cómo estábamos antes" destierran la ilusión de convertir al Ciclón en un club aún más grande y desaprovechan una inmejorable oportunidad para cosechar más títulos.
Esa ilusión que pregonó hasta el hartazgo Marcelo Tinelli en los inicios de su etapa como vicepresidente parece no haberla contagiado al resto de sus compañeros antes de irse por la puerta de la intrascendencia.
La austeridad que presumen Lammens y los dirigentes destierran la ilusión de convertir a San Lorenzo en un club aún más grande.
Afuera de la Libertadores (participan todos los otros grandes), con llamativos problemas financieros y una deuda vigente que no avanza como la vuelta a Boedo, San Lorenzo se acomoda donde puede. Apunta alto, pero juega la Copa Sudamericana. Mantiene el plantel, pero no trae grandes refuerzos.
Encima, está lejos de las conquistas en inferiores que lograron Independiente (Ezequiel Barco), Racing (Lautaro Martínez) y River Plate (Sebastián Driussi). Lejos quedó -allá por 2014- la transferencia de Angelito Correa al Atlético de Madrid por una cifra cercana a los 8 millones de dólares. Pierde así el Ciclón un terreno que parecía ganado.
Por el momento, el problema parece difícil de resolver: no hay fórmula mágica que garantice el éxito. Y, esta vez, la realidad lo golpea fuerte.