"Esto es muy fuerte, es como quiero ver al club, es un sueño, no me quiero despertar", dijo Ariel Holan la noche gloriosa de diciembre de 2017 en pleno Estadio Maracaná. Pero lamentablemente para él y para los hinchas, nos despertamos de ese sueño.

Se sentía en el aire. Hace rato que cuando íbamos a la cancha percibíamos que el final del ciclo se acercaba. Y no hablo de información o transcendidos periodísticos, era otra cosa. Ariel Holan cada vez se parecía menos a ese que, a pura sonrisa y emoción, comenzó a cambiarle la cara a Independiente allá por 2017. Lo veíamos cada vez más enojado, más molesto.

Un poco porque el nivel futbolístico y los resultados no acompañaban, otro poco, tal vez por el constante ataque de gran parte del medio, que nunca lo terminó de aceptar. Imposible olvidar todo el caso del habano y el whisky, que la mayoría lo entendió como una burla. Es que cuando alguien habla de disfrutar el fútbol acá quedan todos descolocados.

Tampoco quiero dejar de mencionar sus grandes equivocaciones en el mercado de pases. Y no es opinión, los números de esos jugadores hablan más que cualquier periodista o hincha. La comparación Romero–Gigliotti es un claro ejemplo.

Más allá de los motivos, el hombre que volvió a hacerlo sentir competitivo e importante al Rey de Copas fue perdiendo el manejo del grupo. Primero, comenzó a notarse en la cancha y, finalmente, en el vestuario. Así lo hicieron saber los jugadores en las reuniones con dirigentes que ellos mismos confesaron. En ellos, en los jugadores me quiero detener un momento.

Qué dilema tenemos ahora en el Rojo. ¿Cómo tomamos los hinchas esta posición adoptada por el plantel? Por suerte para el club, esa mala relación no impidió que salieran a ganar en el último partido de Ariel Holan y depositaran a Independiente en la siguiente ronda de la Copa Sudamericana. Precisamente la copa con la que el profesor coronó un 2017 de ensueño para nosotros. En la que cada uno de los que amamos a Independiente nos sentimos 100% identificados. Felices. Representados. En el que nos reencontramos con viejos lindos momentos o, que, directamente, vimos en cancha eso que tantas veces leímos o nos contaron. Que Independiente es un club copero y ganador. Que sale a la cancha y levanta los brazos para demostrar que ahí está. Seguro y con las manos limpias.

Si no sos de Independiente seguramente te cueste entender que para muchos de nosotros es importantísimo ganar, somos un club esencialmente triunfador, que se hizo grande por sus éxitos, pero que la forma de afrontar cada desafío también vale. Y no es solo solo palabrerío de paladares negros.

Con Holan vimos a un Independiente que, vencedor o vencido, siempre iba al frente. Por eso hoy muchos hinchas estamos así. Con esta extraña sensación. Aliviados porque no se estira la agonía de un proceso que iba en caída. Pero también tristes. Se va Holan, ese capitán del barco inesperado que llegó del mundo del hockey y que, aunque reconozco que lo recibí mirándolo de reojo, hoy lo despido con nostalgia.

En épocas en las que en redes sociales se habla de exigencia y casi de un trato militar para los nuestros, quiero apartarme. Claro que hay que pedirles siempre lo mejor. Pero no quiero perder la capacidad de ser agradecido. Gracias por todo, profesor. Espero que note los errores o formas que lo llevaron hasta este final, cambie y ojalá en un futuro nos volvamos a cruzar. Que al fin al cabo es lo que espero. Que Independiente sea un club al que todos quieran volver. Después las dirigencias verán si es lo apropiado o no.

Ahora, espero que la bronca por no dirigir más a su club no haga que Holan salga a declarar en contra de nuestros colores. Sería doloroso.

Si los rumores son ciertos, Sebastián Beccacece será el nuevo entrenador del Rojo. De un estilo bastante similar. Valoro eso. Espero que pueda potenciar lo que queda y saber elegir lo que viene. Que Independiente vuelva a ganar y sentirse fuerte. A gozar de esa buena salud que supimos tener. Los nombres cambian, pero, al fin y al cabo, como decía un viejo pensador, nosotros queremos lo mejor para el Rojo, amigo.