El mismo día que Hilda Horovitz denunciaba a su expareja, Oscar Centeno, en el juzgado de Claudio Bonadio, el fiscal italiano Fabio Di Pasquale ingresaba al despacho de la jueza federal María Romilda Servini y, ante los fiscales Gerardo Pollicita y Eduardo Taiano pedía la citación a indagatoria del dueño de Techint, Paolo Rocca. Todo ocurrió el 1° de noviembre de 2017.

Según el diario Perfil, Di Pasquale pidió también el secuestro de correos electrónicos y registros de llamadas de Rocca y otros directivos de la empresa, investigados por el supuesto pago de sobornos a funcionarios de Brasil. Pero los fiscales le respondieron que "la Justicia argentina no funciona así" y el italiano se fue con las manos vacías. Horovitz tuvo más suerte.

La Justicia italiana asegura tener probado un "vínculo directo" entre Techint, sociedades offshore y cuentas en Suiza que se utilizaron para pagar sobornos a funcionarios de Petrobras. Según el juez Sergio Moro, Techint en Brasil llegó a vender tubos y caños a la petrolera por más de US$ 1.600 millones y, para hacerlo, habría pagado coimas por US$ 9,4 millones entre 2009 y 2013.

Hoy se conoció, a través del sitio Infobae, que Techint figura en los cuadernos de Centeno que el exchofer de Roberto Baratta confesó haber quemado. Según las anotaciones del exmilitar, entre abril y diciembre de 2008 llevó a Baratta nueve veces hasta el edificio del Grupo Techint, en la calle Della Paolera, para retirar "bolsos" y "paquetes" que, siempre según el relato de Centeno, eran llevados al departamento de Néstor y Cristina Kirchner.

Carlos Pagni sostuvo que el de los cuadernos "es un caso paralelo a Brasil y al Lava Jato", una suerte de "espejo" con la causa brasileña. En ese país, Marcelo Odebrecht estuvo preso y Lula da Silva, el candidato con mayor intención de voto, no puede ser candidato por estar procesado y en prisión. El caso de los cuadernos parece tener el mismo objetivo. Pero la Justicia argentina no funciona así.