Belgrano Virreyes
En Belgrano Virreyes vivimos la vida quieta, con intervalos de alto rating de vida estancada. Aki Tejerina, el mejor escritor argentino vivo, le puso así al barrio cuando dabamos vueltas juntos por la ciudad. Digo eso de Aki en parte porque lo creo y en parte porque ama escucharlo. La otra vez me consiguió una entrada para un recital. Todos le tiramos una galletita al perro y somos otras veces el perro que babea la harina dulce.
El barrio va desde Cabildo hasta la plaza de Moldes. Entre Virrey Loreto, mi calle, y Virrey del Pino, que es más industrial porque pasan bondis, tiene una pendiente hacia arriba y hay una Farola en la que atiende un mozo que se tiñe de negro y te ubica manejando los tiempos si estás apurado.
En Virrey del Pino hay un lugar de sushi japonés y snob en la entrada de un edificio moderno y francés que hicieron unos arquitectos para mostrar lo que habian aprendido en Francia y un sushi que pide la gente, con queso filadelfia, en un primer piso más perfil bajo. Para mí es mejor ese.
En la plaza de Moldes hay una estatua de bronce que se puso verde y nadie mira. Creo que es porque está en la punta en la que se junta la gente con perro. Hacen como un programa de comentaristas deportivos pero sobre cómo se llevan sus perros entre sí, cómo son los romances y qué perros se tienen pica. Al lado hay un lugar de alcohólicos anónimos. Una vez miré y está lleno de mensajes de autoayuda para soldados, puestos en cartulinas.
Los pibes que fuman porro en la plaza son conocidos de las señoras con perros y de los chicos más chicos que juegan a la pelota. No andan en nada ilegal. Más preocupante era un grupo de ex convictos que paraba en una plaza paralela a la vía, en la barrera de Olaguer que te cruza a Colegiales. Esa zona tiene árboles altos y como las vías son anchas los dias que hay sol la luz es anaranjada hasta más tarde.
En Belgrano Virreyes los porteros son jefes de un tercio de cuadra. A la mañana lustran el bronce cuando escuchan que baja alguien por el ascensor. A la tarde se paran firmes esperando que les pregunten cosas. Mi portero y amigo lista corta, Juan Le Portier, cambió la Eco Sport por una camioneta Renault más grande y goza lustrándola para que todos vean. Pienso que lo mejor para mí sería hacerme peronista.
En los bares del barrio hace más frío adentro que afuera y en verano al revés. El mejor es Arredondo, uno de hamburguesas que pusieron unos pibes del Manuel Belgrano. Son hijos y sobrinos de un colorado que tenía la parrilla Chorybaires en la calle Mendoza. Creo que ahí es Belgrano onda Constitución. Lamenté dejar de ir a Arredondo porque una vez mandé a cagar a unos chicos medio amigos de los dueños. Me auto exilié, porque no hay que volver a los bares donde se hicieron papelones.
Solo voy cada tanto a Dadá porque una vez fajé a un francés pesado. ¿Qué hora era? ¿Las cuatro de la mañana? Los que estaban están todos presos, podés volver, me dijo el Escribano, un señor que me encuentro hace 10 años por los bares y siempre tiene cortes de pelo más modernos.
Si conocés Belgrano Virreyes, alguna vez fuiste a Van Gogh. La dueña tiene un perro pequinés que una vez le ladró a mi hijo, que tendría cinco o seis años. La señora le dijo hijo de puta a mi hijo y yo casi me la como, pero no dejé de ir al bar porque me queda práctico.
En Van Gogh a la mañana hay una moza que tiene un novio en Brasil y es vegana. A la noche atiende una chica que siempre está entre triste y de malas y cuando termina se toma dos bondis y un remis para llegar a la casa. A veces me pone el frío. Creo que es porque se dio cuenta que cruzo al lado bueno, pasando Cabildo, para ir a Le Blé, pero tal vez es que me lo imagino. Cuando cena comida rica con un bowl grande de ensalada habla por teléfono con su hijas y con la señora que las cuida, se queja, emite amor de madre y gobierna de Belgrano al Cruce de Varela.
También se puede ir a Porto Pizza en Olaguer. Los repartidores fuman marihuana en Cabildo y después comen pizzas altas de muchas cosas cuando terminan de trabajar. Un repartidor que es más grande, pelado y no habla se queda solo esperando que le toque salir.
En Porto Pizza hay una moza paraguaya muy seria a la que lo alegre se le cuela entre las palabras contenidas con freno de mano. Le tiene mucha mano al vaso grande de Seven Up light con mucho hielo, chico y trasparente, y limón con cáscara. También hay un mozo grande venezolano, con cuerpo de haber sido soldado que es muy profesional porque en Venezuela era un dueño de un restaurant. El señor está deprimido, ya juntó plata para que la hija que faltaba venga al país. Es un poco incómodo que te trate de usted y de vos de manera intermitente. Yo le digo de usted porque creo que la formalidad es una forma de trato íntimo.
A la mañana la gente viaja el subte con actitud de haberse perfumado y tener iniciativa. A la tarde van al centro las señoras que trabajan de mucamas para combinar con la C. Los oficinistas frescos de la mañana vuelven al barrio cansados, con la cara de haber perdido por puntos.
Belgrano Virreyes queda afuera de la ciudad en la que pasan cosas. Si preferís el placer al ahorro podés llegar a Libertador en taxi por la curva rápida de Dorrego, evitando el Viaducto Carranza y llegar a la ciudad mirando árboles, el cielo o monumentos. También podés cruzar a Palermo por el puente de Soler, acordándote de cuando estabas menos organizado y lo pasabas de vuelta caminando, después de ir a baillar.