Recesión y pesimismo: extienden el pronóstico de tormenta y reza Macri por una cosecha récord
La recesión ya es un hecho. Lo que ahora inquieta al Gobierno, entre otros problemas de gran calibre, es hasta cuándo soportarán una tormenta de frente. Porque el optimismo ya no convence ni a los propios, los Cuadernos de Centeno resultaron un arma de doble filo y los números rojos arrastran consigo la imagen de Mauricio Macri.
Mientras ex funcionarios y empresarios tiemblan por lo que confiesen y revelen los socios del Club de Arrepentidos, dentro de la Casa Rosada se muestran inquietos ante un pronóstico extendido que asusta y hacen general la plegaria al campo para que coseche los dólares necesarios.
Grieta interna
En Cambiemos ya no quedan rastros de esa calma que supo reinar mientras las encuestas sonreían, mucho menos aquella euforia que habían traído las elecciones de medio término y que se devoró la Reforma Previsional. Así se lo confiaron algunos senadores y diputados Cambiemitas a Jaime Rosenberg, de La Nación.
El debate por el aborto, el temor de gobernadores e intendentes que sufren por lo bajo la aparición de los Cuadernos y las tijeras del ajuste que afiló el FMI de una no tan reformada Christine Lagarde, erosionaron una alianza resquebrajada que reclama paz.
Tampoco ayuda el decreto presidencial que eliminó al Fondo Sojero. Mucho menos su nuevo discurso sobre un cambio que llegó para quedarse, pero que quizás no abarca a la economía. Porque mientras Frigerio asegura que llegarán a buen puerto las negociaciones con las provincias por el Presupuesto 2019, varios legisladores desconfían del inquebrantable optimismo de Dujovne.
Una economía sombría que atenta contra las aspiraciones de reelección, agita temores y revive fantasmas que suelen asomar en cada diciembre. Y lo demostraron algunos referentes del radicalismo, que durante la última visita a la Quinta de Olivos reclamaron un liderazgo inclusivo y acuerdos con el PJ para garantizar gobernabilidad.
Números rojos
El orgullo del Indec recuperado ya no sirve para los líderes cambiemitas, que sufren ante cada informe que el edificio emplazado en el 609 de Julio Argentino Roca publica. Los números rojos de este año sacuden a la Casa Rosada, pero, sobre todo, asfixian a los pesificados.
Hasta los más pesimistas se quedaron cortos respecto a sus estimaciones, hasta esas predicciones negras que habían realizado luego del préstamo de Lagarde debieron actualizarse para peor. La posibilidad de que la inflación de agosto alcance el 4% es casi un hecho y el 32% que antes parecía exagerado, ahora quizás quede corto.
En el Gobierno lo saben. Y por ello es que Luis Caputo prepara un Plan B en caso de que no se cumplan las metas establecidas por el Fondo Monetario Internacional. También saben -y no ocultan- que crecerá la pobreza ante la caída del salario real y la obscena inflación que registra la canasta básica.
El desplome de la actividad económica en junio marcó una caída del 6,7% interanual, una cifra que no se veía desde 2009. La duración de esta tormenta es una incógnita que depende en buena medida de la estabilización del tipo de cambio. Sí, del dólar. Un dólar que dejó de bailar al ritmo del intervencionismo de Caputo y ya nadie puede controlar.
A su vez, el comercio y la industria se sumaron al campo y ya muestran los primeros consecuencias de una crisis cambiaria que supo costarle el puesto a Sturzenegger. Si la sequía, el tarifazo y un consumo deprimido ya eran un cóctel letal para el optimismo cambiemita, también se les sumó una baja en la venta de autos, un indicador que supo mostrarle grandes sonrisas al gobierno, pero que ahora alcanzó su peor año desde 2002.
Para colmo, desde el J.P. Morgan le advirtieron a sus ex compañeros que los sismos que impactaron de lleno en tierras turcas y brasileñas, también producirán algunas sacudidas en nuestra economía emergente.
Mauricio Macri, su mesa chica, sus ministros y cada dirigente de Cambiemos asumió el hecho de que la tormenta durará más de lo previsto. Incluso son conscientes de que el ajuste es impostergable e inexorable al próximo presupuesto.
Y ante el repunte de una Cristina Fernández de Kirchner que parece inmune a los Cuadernos y ya se probó su traje de candidata, el Gobierno le reza al campo por una cosecha récord que espante los fantasmas, reviva una economía en terapia intensiva y asegure la reelección. De ser necesario, el ejército amarillo ensayará la danza de la lluvia. Y no de inversiones.