Luego del acto con Cristina, Kicillof inauguró una autopista junto a Katopodis y doce intendentes peronistas
En línea con las últimas demostraciones de unidad, el gobernador bonaerense y el ministro de Obras Públicas enviaron un fuerte mensaje.
Que Pfizer, que el sistema de salud, que las restricciones, que la OEA… El oficialismo viene recibiendo embates potentes y diversos de una oposición que, aunque fragmentada y convulsionada por su propia interna, no deja pasar la oportunidad de mostrar los dientes. Desde la inauguración de un plan de viviendas en Ensenada, el pasado 5 de mayo, al acto por la reanudación de un módulo del Hospital de Niños de La Plata, las figuras gravitantes de la coalición que gobierna intenta dar muestras de fortaleza.
El mensaje es claro: mientras Patricia Bullrich y María Eugenia Vidal se operan una a otra en los medios, el Frente de Todos sigue siendo de todos. Incluso de Martín Guzmán, quien no abandonó el Palacio de Hacienda a pesar de no haber podido correr a Federico Basualdo de Energía, y de Sergio Massa, quien por estos días trajina los pasillos del Congreso estadounidense. En qué consisten los acuerdos que construye el tigrense lo sabremos, probablemente, cuando sea necesario sacarlos a relucir.
En ese marco, Axel Kicillof y Gabriel Katopodis celebraron la finalización de las obras en la Autopista Presidente Perón, tercer anillo de circunvalación del AMBA. El tramo reparado, que va desde Ituzaingó hasta La Plata, es altamente relevante en el Conurbano. El cálculo oficial es que estas obras afectan a 50.000 vehículos a diario. Quizá el gobernador quiera cambiar su imagen para con los conductores: todos recordamos el embotellamiento en la Panamericana del primer día de las restricciones fuertes de este año.
El ministro y ex intendente de San Martín, por su parte, sigue concentrado en las tareas de su cartera, con una acumulación de cortes de cinta agotadora. Sus otrora pares, los doce intendentes peronistas que salieron en la foto, atienden también cada uno su juego. El coronavirus resultó, sin discusión, más nocivo para el Conurbano que la experiencia macrista.
En ese esquema, la obra pública se convierte en una de las palancas más atractivas para los jefes comunales que quieran mantener sus quintas en orden (sus quintas son sus municipios, Juana, aunque más de uno de los mandamases disfrute de retiros campantes en zonas exclusivas del Gran Buenos Aires).
La insistencia en la recuperación del tejido productivo, otro mantra del albertismo, es notoria: “Es una de esas obras que parecían que nunca se iban a terminar y hoy se está volviendo una realidad para beneficiar a la producción y a la conectividad de la provincia de Buenos Aires. Es una decisión de este gobierno que la obra pública sea una palanca para poner de pie a la Argentina”, dijo Katopodis.
Entre felicitaciones y reivindicaciones, Kicillof y Katopodis recibieron los aplausos de los doce apóstoles. Hubo históricos como Fernando Espinoza (La Matanza), Alejandro Granados (Ezeiza), Mariano Cascallares (Almirante Brown) y Martín Insaurralde (Lomas de Zamora) o Alberto Descalzo (Ituzaingó). También estuvieron Juan José Mussi (Las Heras), Javier Osuna (Marcos Paz), Nicolás Mantegazza (San Vicente), Ricardo Curutchet (Marcos Paz) y Gustavo Menéndez (Merlo), quien no podría contarse como histórico si se considerasen los últimos años de Raul Othacehé, que supo tenerlo como secretario. El cupo femenino estuvo, aunque desproporcionadamente: dijeron presente Blanca Cantero (Presidente Perón) y Marina Fassi (Cañuelas).